José Luis Rodríguez Zapatero y Pasqual Maragall, el 27 de enero del 2006. |
Maragall no será candidato a la presidencia de la Generalidad catalana. Me alegro, más que nada porque Cataluña se habrá quitado de encima a un fulano tan antojadizo como incompetente que vivía atiborrado de envidia hacia el nefasto Pujol -que hay que tener bajeza moral para envidiar a un infame-, al que deseaba anularle la herencia o superarle como progenitor de esa patria nacionalista que sólo pueden concebir los políticos que no han podido medrar a escala nacional y poseen instintos omnipotentes.
Ni Pujol aceptó jamás un papel secundario en la política española, puesto que el respaldo de votos con los que contaba su formación no le permitía otra cosa -cabe recordar ahora el fiasco de la Operación Roca, que patrocinó para controlar España a través de un testaferro y cuyo fracaso aún fanatizó más a Ubú- ni Maragall fue capaz de reunir las adhesiones suficientes, tras mucho intentarlo, para presentar su candidatura con alguna garantía a la Secretaría General del PSOE.
A Maragall se le rechazó porque acababa de ser derrotado en las últimas autonómicas que ganó Pujol y los socialistas no quisieron respaldar a quien se había marchado un año entero a Italia -dando un portazo en la puerta del ayuntamiento de Barcelona- a reponerse de no se sabe qué. Pero que Maragall intentó con todo su empeño ser el jefe de los socialistas españoles y quemó sus naves en las semanas previas al congreso que finalmente eligió a Rodríguez, ¡vaya si lo intentó!
Es más, cuando finalmente ZP, mediante un resultado insospechado para todos, llegó atolondrado a La Moncloa, Maragall se pasó unos cuantos meses recordándole que era a él a quien el presidente del Gobierno le debía el cargo. Vamos, que Maragall no cesó de restregarle a la cara a Zapatero su condición de hombre interpuesto en Madrid. Como tantos de nosotros -me incluyo en una opinión de entonces que ya no sostengo-, don Pasquale veía en ZP un tipo mediatizado, sin proyecto, sumiso a las imposiciones del Tripartido -nada de Plan Hidrológico- y que comenzó a tomar poco menos que como el chico de los recados. Y todo fue así hasta que un buen día la prensa publicó un encuentro nocturno entre ZP y Más. Bien, pues justo en ese momento -creo que lo tengo escrito en algún artículo- comprendí dos cosas: Que Maragall no volvería a ser presidente de la Generalitat y que ZP se envolvió durante meses en la piel del cordero cuando en realidad era un auténtico depredador y su presa era el poder; un poder que deberá ser lo más absoluto posible sin que importen demasiado las víctimas que vaya dejando en el camino: Nación española, compañeros políticos, rivales maltratados, y un largo etcétera.
Le está bien empleado a Maragall cuanto ahora le sucede, por bocazas estrafalario, por imitador farsante de la postura más retrógrada de las existentes, el nacionalismo, y por haberse dedicado a resarcir su envidia en lugar de incentivar cuanto de bueno hubiese podido hacer en estos años un PSC cuyos votos le llegan del no nacionalismo. Le está bien empleado, igualmente, por haberse juramentado en el Pacto del Tinell con dos formaciones políticas de ánimo totalitario que no han sido más que unas rémoras para el progreso de Cataluña. Le está bien empleado, y aún me parece poco, por haberse dedicado a mirar hacia otro lado mientras ERC, desde sus consejerías, oprimía aún más a los ciudadanos en aspectos fundamentales de la libertad, en este caso relacionadas con el proscrito idioma español en Cataluña.
No quiero ni saber cuál será el candidato sustituto de Maragall. Si es Montilla, sólo se me ocurre una cosa, con perdón: catalanes, daros por jodidos como ese charnego acomplejado y corrupto llegue a presidiros. Aunque más bien me inclino a creer que será Mas quien forme gobierno, a cuya toma de posesión quizá asista encantado ZP. Es lógico, todo ello forma parte de la noche conspirativa monclovita. Una noche de la que no me atrevo a decir que un tal Mas le contó a alguien que lo sabía todo sobre el 11-M. Y es que algunos inmorales sólo se mueven mediante el chantaje, lo que significa que Montilla, igual que Maragall, como mucho durará una legislatura en el Palau.
Publicado el 21 de junio de 2006
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