¿Debe de alegrarse un demócrata del extrañamente llamado “alto el fuego permanente” de una banda criminal? La respuesta sólo puede ser bipolar, como se dice ahora, luego caben el Sí y el No. Y lo aclaro. Sí, por cuanto significa que mientras dure ese alto el fuego una serie de personas salvarán la vida temporalmente. Y digo temporalmente, quizá efímeramente, porque no sería la primera vez que los etarras aprovechan una tregua para reforzarse, localizar a sus víctimas y señalarlas a sus asesinos.
Pero la respuesta de mayor calado que cabe aplicar aquí es el “no”. No, a la alegría del demócrata toda vez que el alto el fuego anunciado en el comunicado de esos miserables va acompañado de una serie de condiciones y propósitos liberticidas difícilmente aceptables por quienes desean un futuro no sometido a los totalitarios. Eso sin contar que se habrá vertido en vano la sangre derramada por tantos compatriotas que se enfrentaron a ellos.
Nada hace pensar que la tregua, disfrazada de permanente, sea algo más que un trueque entre los asesinos de la ETA-😈y Zapatero, a la que se le dará gran resonancia para que el gobernante socialista vuelva a ganar las elecciones y siga cediendo y cediendo lo que no es suyo. Lo que nunca nos dirán, ni los etarras ni sus patrocinadores del gobierno, es cuál ha sido el pago, el oneroso pago, que España deberá satisfacer a cambio.
Luego si uno es demócrata de corazón y especialmente si se posee cierto grado de patriotismo, en efecto debería de alegrarse de una comunicado de la ETA-😈, pero sólo en el caso de que informase de su disolución y abandono de las armas sin condicionamientos añadidos. Lo de ahora es, sencillamente, engordar para morir, sea la nación española, sean unas cuantas víctimas a las que a partir de hoy se las marcará de cerca y se las tendrá en la recámara para cuando a los asesinos les convenga demostrar su potencia de fuego.
Publicado el 22 de marzo de 2006
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