El título de este artículo va dedicado con todo merecimiento al actual gobierno de Cataluña y en particular a su presidente, que es quien tolera -no sé si decir quien fomenta- ese fascismo de segunda generación que no cesa de ofrecer abundantes muestras de arbitrariedad. Ahora, con el mayor de los descaros, le ha dado por favorecer a los intelectuales catalanes según el idioma en el que expresen sus ideas. Su coartada ha sido una decisión del Parlament, cámara de los aplausos a cuanta legislación fascista se propone en ella y donde toda indignidad en tal sentido tiene su asiento.
No he tenido más remedio que escribir el párrafo anterior al leer esta noticia de Libertad Digital: La Generalidad concede ayudas para acudir a la Feria de Francfort sólo a los escritores en catalán. Digamos que el asunto no es nuevo, se rumoreaba ya una medida de semejante inmoralidad política y ahora parece confirmarse. Para estos fascistas que ocupan el poder en Cataluña no caben ya disimulos respecto a sus ideas totalitarias, van directamente y con toda la fanfarria posible a la discriminación. Y como en todo negocio -el poder no deja de serlo-, nada tan esencial como ser expeditivo: No escribes en catalán, pues te quedas en casa. Lo cual afecta a más de la mitad de los ciudadanos catalanes, puesto que los que poseen el catalán como idioma materno, según la propia Generalidad, no alcanzan ni el 40%.
Recuerdo que en cierta ocasión y ante un caso semejante recurrí al proverbio popular: Si llevas suelto el zapato, guárdate bien de inclinarte y tratar de atarlo mientras atraviesas un campo de melones. Los que te ven podrían creer otra cosa. Pues bien, a los fascistas de segunda generación que se integran en el desastroso gobierno catalán -más refinada y sinuosa pero no menos déspota- ni les importa atarse los zapatos en medio del campo ni dedicarse directamente al robo de los melones. Si lo que hacen es subvencionar determinadas actividades culturales con el dinero de todos, dejar en blanco a la mayoría de los autores radicados en Cataluña -que igualmente pagan sus impuestos- por el simple hecho de escribir en castellano no es, ni más ni menos, sino un robo de melones con el peor de los propósitos: el de echárselos a los cerdos.
Y hablo claro cuando digo cerdos -símil de cierto comportamiento intelectual-, porque aún está por ver que uno solo de los autores privilegiados haya protestado acerca de una medida tan discriminatoria hacia sus compañeros de letras o haya renunciado a percibir las 30 monedas. Bien es cierto que, considerando la mediocridad de los que se acogerán a la subvención nacionalista, la alternativa para ellos hubiese sido no acudir a Francfort si lo que en realidad hubiese primado fuese el talento. De lo que se deduce que el nacionalismo, además de ser una aberración ideológica, no repara nunca a la hora de la recompensa al servil. En pocas palabras, estoy predispuesto a no pensar nada bien de cualquier autor que al amparo de un gobierno fascista -de segunda generación- se persone en Francfort. ¿Alguien podría tratar de convencerme de lo contrario?
Autor: Policronio
Publicado el 5 de agosto de 2006
Publicado el 5 de agosto de 2006
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