Ricardo Blázquez Pérez, antiguo obispo de Bilbao y, en su momento, acometido del síndrome de Estocolmo hacia los pistoleros etarras. |
Leo el comentario del siempre inteligente y despierto Eulogio López, en Hispanidad (enlace roto) sobre el speech de monseñor Blázquez en torno al necesario y recomendable perdón de las víctimas del terrorismo, donde se extiende sobre el significado de esta petición. Estoy de acuerdo en líneas generales con su exposición, hasta cierto punto con Blázquez (que pide cristianamente lo imposible) y por supuesto con la máxima de Juan Pablo II, “No hay paz sin justicia, no hay justicia sin perdón” que anima su artículo.
Sin embargo, el empirismo no debe excluir la realidad y de esa máxima citada se extrae que el perdón es lo primero para que después haya justicia y pueda alcanzarse la paz. Con la mayor modestia y humildad, y sin pretender corregir al Santo Padre, esto sería cierto si todos los implicados jugaran con las mismas reglas morales. Creo que este no es el caso.
Pedir perdón no puede ser una mera fórmula, ni mucho menos un simple trámite administrativo. Aquí parece que hay que escenificar todo y ya sabemos que la escenificación pertenece al ámbito del teatro. A decir verdad, en esta obra teatral que preparan ZP y ETA no hay ningún actor de mi gusto, ni tampoco el guión me resulta coherente. El perdón es algo íntimo, personal e intransferible, y quienes tienen derecho a su ejercicio son precisamente los que ya no podrán hacerlo: los muertos. No podemos perdonar en su nombre. Su memoria y dignidad exigen, para que el perdón (que ciertamente no puede ser “socialmente” exigible) sea posible, el arrepentimiento sincero. Considero una utopía considerar que Otegi y sus terroristas se arrepientan de nada, pues eso equivaldría a dejar sin "contenido" su mensaje y por tanto la asunción de la derrota de sus objetivos. No ocurrirá. El orden de los factores sí altera el producto. En este caso lo primero sería la Justicia. Si esta se produce, es posible que el perdón pueda llegar y con él quizá algún día la paz pueda estar en camino. Pero este guión que propongo tampoco es completo. Sólo ilustra el segundo acto, pues para que pueda haber justicia antes tiene que haber libertad. Justo lo que no ha habido y sigue sin haber.
Además, está el hecho cierto de que los que se han erigido a si mismos en interlocutores para "resolver" esta situación, excluyen y vilipendian precisamente a las víctimas de ella mediante la imposición de sus tesis, que en ningún caso contienen consideraciones de orden ético o moral, si no de conveniencia, réditos y beneficio político. Así veo que, en efecto, Zapatero lleva tiempo pidiendo perdón en forma de regalos y pleitesía al causante del mal. También veo, que para que el mercadeo de mutuos favores continúe, se están sentando las bases mediante “hilos conductores” sumisos y adoctrinados que certifiquen la “legalidad” conforme a derecho de los “históricos” hitos alcanzados en este vergonzoso proceso, y por último, un ejército de sacerdotes laicos se encargan de convalidar “moralmente” desde sus púlpitos las penitencias dictadas por la ley, en un ejercicio de fe sin límites en la bondad futura de los canallas asesinos. No deja de maravillarme la capacidad para perdonar que se arrogan los que no tiene ofensas sufridas en sus propias carnes. ¡Qué generosidad derrochan y qué desagradecidos somos!
Las víctimas no piden venganza, sino justicia. Podrían exigir el perdón, pero este se les exige a ellos. ZP habla de paz y los etarras de konflicto. ZP concede graciosamente lo que no le pertenece y los chulos de la boina se pitorrean en sus narices y cual mulas recalcitrantes siguen a lo suyo viendo que este tipo es un filón. Malos días para dejar de fumar nos esperan. ¿Cómo esperar moralidad de los inmorales? ¿Y humildad de los soberbios? ¿Y peras Del Olmo?
Pero divago, ¿de qué estaba hablando?.... Ah sí, de la libertad.
Autor: Perry
Publicado el 19 de mayo de 2006
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