Hay dos formas de ver lo que es el socialismo: De un lado tenemos a los que atienden sus propuestas y éstas les convencen porque están llenas de buenas intenciones teóricas. Vamos, lo clásico: mucha solidaridad, mucho vótame a mí que te sacaré de la miseria, mucha igualdad para todos y todas, mucha redistribución de la riqueza e infinito amor al prójimo… Bueno, esto último no lo dicen con esas mismas palabras pero sí lo dan a entender.
Luego, de otro lado, se encuentran los que han ido tomando nota de cómo se transforman en la práctica esos eslóganes de concordia universal y justicia propuestos por unos desahogados a los que enseguida se les ve que no les guía más propósito que la llegada al poder, el enriquecimiento y la fama. Y eso como primera etapa, porque lo suyo es consolidarse en ese mismo poder y luego ir adquiriendo notoriedad pública, que es una forma de asegurarse las habichuelas, en envase king size, si se diese el caso de no ser reelegido por más medios ilegales o deshonestos que se pongan para ello. Véase, si no, el caso de la propaganda del PSC en relación al aberrante Estatuto catalán: “El PP utilizará tu No contra Cataluña”.
Pues bien, un personaje que ejemplificaría casi a la perfección la impresión que tenemos los que hemos ido tomando nota de la hipocresía socialista —hipocresía muy superior a la de algunos curas respecto al “haz lo que yo digo, no lo que yo hago”— es la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega, más conocida como la Vogue desde que se dedicó a posar, junto al resto de las ministras, envuelta en pieles de animales salvajes y ante las cámaras de la elitista publicación del mismo nombre. De esta señora se ha sabido hoy, a través de la revista Época, que a sus 57 años acaba de recibir un crédito de 475.000 euros para construirse un chalet de 505 metros cuadrados. En ese precio no se incluye la parcela, por la que pagó (o posee una primera hipoteca) otros 250.000 euros, ni la decoración de un palacete sobre el que dudo mucho sea revestido con mobiliario de Ikea o muebles La Fábrica. Tampoco se incluyen esos “ligeros” gastos de bolsillo que doña María Teresa se concede a sí misma y que comienzan por la nadería de lucir
más de 100 modelos de trajes al año, con sus correspondientes complementos, todos ellos de marcas conocidas en el mundo del vestir. O sea, que aquí no hablamos de mercadillos ni de tiendas de restos de serie.
Si se considera que la alto cargo socialista (casi pongo alta carga, hubiese sido más apropiado) tiene un salario bruto de 79.854 euros anuales, lo que al final representa más o menos la mitad tras deducirle los impuestos, dígase de dónde saca el dinero esta señora para cubrir unas necesidades que, evidentemente, no son las que su partido le reconoce al común de los mortales, como se demuestra al observar, en el ámbito de la vivienda, esas propuestas de pisos de 30 metros cuadrados que la ministra Trujillo creía más que suficientes para los jóvenes españoles, circunstancia que destaca Libertad Digital al hacerse eco de la información aportada por Época.
Aquí, a la hora de contrastar la calidad de las intenciones del socialismo para con los demás y enfrentarlas a las realidades que se auto adjudican y que van destinadas a sus propios pellejos progresistas —ya vemos de dónde surge el término: del afán de progreso para sí mismos—, basta una simple división para que nos dé el factor de corrección, denominado cinismo o baja catadura moral, que a menudo envuelve sus actitudes y debe aplicárseles: 505:30=16,83. De modo que cuando un político socialista le prometa el Cielo (laico) a sus votantes, cosa que hace muy a menudo y con la máxima desvergüenza, que se sepa a ciencia cierta que ese Cielo (laico) será a lo sumo de 30 metros cuadrados, mientras que él dispondrá de uno de 505 metros, más parcela y zona común. Y lo más importante de todo, ambos cielos serán pagados con el esfuerzo del conjunto de los ciudadanos. Lo que no entiendo, ya que el caso Vogue es perfectamente posible multiplicarlo por mil y situarlos todos a los largo de esos 100 años de “honradez” que proclaman, es cómo puede haber todavía quien defienda a una ideología tan farsante e injusta, al menos en su faceta empírica. Lo juro, no lo entiendo.
Publicado el 19 de mayo de 2006
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comentarios moderados.