Los ataques al idioma español son coherentes con la estrategia monopolista de los nacionalismos periféricos catalanes o vascos. El idioma español es aún hoy, pese a todo, el principal adelantado de la “cultura española”, capaz de filtrarse entre medias de las culturas regionales y autonómicas de España, o de lo que ella va quedando. Incluso cuando nada quede de la nación española, aún podremos seguir confiando en la supervivencia y la libertad de su cultura, a través de la vitalidad del lenguaje.
Desde su origen, la estrategia de los secesionistas peninsulares consistió precisamente en lograr un perfecto monopolio lingüístico que socavase esta vitalidad cultural, algo que sólo puede alcanzarse mediante la coacción gubernamental y mediante una programación educativa (y mediática) persistentes. No cabe duda que en un marco de auténtica libertad, la realidad lingüística y cultural resultaría ser muy distinta al ideal lingüístico propugnado desde este nuevo nacionalismo cultural. El fin de esta bien llamada “política lingüística”, agazapado bajo el vago y confuso concepto de “normalización” consiste pues en erradicar, o bien limitar gravemente, el bilingüismo o el plurilingüismo realmente existente en las comunidades dominadas por los nacionalistas. Ya que no erradicar el habla de los hispanoparlantes, empresa prácticamente imposible, limitar su acceso a los recursos culturales subvencionados y a un cada vez más engordado sector funcionarial leal al nuevo “nacional socialismo”.
Muchos nacionalistas aceptan, sí, pero con evidente desgana, la co-oficialidad del español junto con las lenguas autonómicas. Por ejemplo, el prólogo del nuevo Estatuto de Cataluña establecía que esta región española ha “definido una lengua y una cultura, ha modelado un paisaje, ha acogido también otras lenguas y otras manifestaciones culturales, se ha abierto siempre al intercambio generoso”. Es decir, la lengua española (en cuanto que común a todos los españoles de “ambos hemisferios”, según la bella expresión de 1812) es considerada exterior a la esencia de la comunidad catalana, y sólo reconocida por efecto de una graciosa “generosidad” hacia estas otras “manifestaciones culturales”.
La manipulación no podría ser más clara. Si miramos otros ejemplos históricos, como el muy significativo de la provincia de Álava (por la importancia simbólica de esta en la configuración de una nueva, grande y libre Euskal Herría), en el artículo 27 del Estatuto Alavés leemos que “La lengua oficial de los Alaveses es el castellano”. Sin embargo, en la Carta Foral de 1935/36 comienza a hablarse ya de co-oficialidad: “El eusquera es, como el castellano, lengua oficial en los territorios euskaldunes de Álava”. Muy bien, pero a partir del asentamiento definitivo del poder político nacionalista, en el País Vasco, cada vez resulta más evidente el intento institucional de desplazar al español y pasar a entender el eusquera como el único idioma "nacional" de Euskadi. La ley de "normalización" del eusquera comienza diciendo, por ejemplo, que “Se trata de reconocer el eusquera como signo más visible y objetivo de identificación de nuestra comunidad”.
Autor: Luke
Publicado el 21 de abril de 2006
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