Zapatero ha consumado la obra magna de su legislatura, el Estatuto Zapatuto. Nos encontramos ante el principio del fin. España, lenta pero inexorablemente, irá tocando a su fin salvo que alguien corte de raíz todo este desaguisado y a estas maneras tan arteras de hacer política. Estamos a merced de una gente que nos gobierna contra el sentido común, contra la Justicia... contra España, en una palabra.
El procedimiento, esta vez, ha vuelto a ser el habitual: en secreto, con nocturnidad (y en fin de semana) y aplicando las dosis de sectarismo correspondientes a los negociadores social-separatistas. Valgan estas líneas para dar algunas pinceladas sobre lo que, a nuestro juicio, está sucediendo en la España (des)gobernada por gentes resentidas y llenas de un odio inextricable.
1. España ha dejado de ser una democracia normal: Que nadie lea en estas palabras pensamientos de corte partidista (como no están los míos, la democracia es "de baja calidad"). Lo que está sucediendo en esta antigua nación es sencillamente la dilapidación del consenso al que se había llegado tras la muerte del general Franco. Con la llegada de la democracia se reconoció a todas y cada una de las autonomías el derecho a disponer de sus correspondientes estatutos, pactados por todos los partidos del arco parlamentario. Pero eso ya es pasado. La llegada a la Moncloa de un personaje sectario, jacobino, guerracivilista, al que se le detuvo el reloj en 1931, ha supuesto la pérdida de los valores democráticos. Se firman pactos, como el de El Tinell, para aislar al partido mayoritario de la oposición y se acuerdan estatutos sin consensuar con todas las fuerzas políticas. Y fíjense que decimos todas: desde el PP hasta ERC. Aquí, lo único que importa es la secta gobernante. Y punto.
2. El Partido Socialista está completamente gangrenado: El PSOE tiene los días contados. De hecho, el PSOE ya no existe en Cataluña ni el País Vasco, donde la izquierda no sólo ya no es española, sino que se presenta a las elecciones con siglas como el PSC ó el PSE. Pero no queríamos hacer aquí mención sólamente de los conocidos socialistas que odian a España, que nos odian a los españoles (Maragall, Montilla, Odón Elorza, Eguiguren, Patxi López...) -¿alguién les oyó alguna vez decir o gritar ¡viva España?-. No, nos estamos refiriendo a dos socialistas que, a nuestro juicio, constituyen actualmente el verdadero cáncer del PSOE: Manuel Chaves, presidente del partido y de la Comunidad de Andalucía y el catalanista Marcelino Iglesias, versión aragonesa de Juan Cruz Allí, el embozado del centro derecha navarro que tenía colocado Arzallus en el viejo Reino. Chaves e Iglesias tienen hecha su apuesta por el federalismo asimétrico desde hace tiempo. España no les importa. Sólo les importa su remuneración y sus generosas dietas así como el tráfico de influencias. Chaves no ha querido frenar la deriva republicano-federalista del partido y Marcelí está vendido a Maragall. Y conste que la alianza entre estos dos no es sólo una alianza acuífera para detener el progreso económico del levante español. En el pacto Marcelí-Pascualone se incluyen cesiones de corte lingüístico al expansionismo nacionalsocialista en Aragón -concretamente en La Franja- o no mover un dedo para que las 113 piezas que los tribunales vaticanos han ordenado devolver al obispado de Barbastro-Monzón sean recuperadas lo antes posible. Por cierto que, el alcalde de Orihuela, ya ha exigido la devolución inmediata de una crónica sobre el Ayuntamiento que fue sustraída por un catalán en 1921 y que desde 1931 viene siendo reclamada a la Biblioteca de Cataluña por el cabildo oriolano.
3. Maragall tiene los días contados: Zapatero se ha quitado de enmedio a Pascualone. El monclovita kerenskiano ha llegado a un acuerdo sobre la reforma del Estatuto con los dirigentes de CiU, que es la coalición que lidera la oposición en Cataluña. La Esquerra ha quedado marginada, por lo que el Gobierno Maragall tiene ya fecha de caducidad. La crisis es inminente y Artur Mas le ha ganado la partida a Maragalletxe y a Roviretxe.
Autor: Smith
Publicado el 22 de enero de 2006
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