De madrugada, según indican las crónicas, en un mano a mano perpetrado entre Zapatero y Mas a lo largo de una reunión de seis horas, de esas que los conspiradores suelen oficiar en penumbras y entre susurros, de las que usualmente se celebran en una cripta con olor a moho y meadas de gato negro, con dinteles de puertas cubiertos de telarañas, música de órgano para acallar algún lamento procedente de las cercanas mazmorras y apurando copas de un brebaje amargo elaborado de plantas enraizadas en el camposanto, se ejecutó la primera de la felonías que los liberticidas, espléndidos ellos con un patrimonio que no les corresponde, venían proyectando a mayor gloria de ZP y como etapa inicial para el reparto de un poder semejante al que se realiza con el botín del bucanero. Eso sí, el acuerdo permaneció alejado otra vez de la elaboración de una norma estatutaria clara y destinada al beneficio -¡qué ironía!- del pueblo llano.
Parece una grosera parodia, ¿verdad?, pero es que no concibo un método más descriptivo que reproducir la guarida de un hechicero nigromante, lugar donde tampoco suelen faltar el caldero hirviendo y el búho colgado en la percha, para notificarles a los lectores de Batiburrillo que, del modo más pérfido y antidemocrático que pueda concebirse, la persona encargada de velar por los intereses del conjunto de los españoles, como si de una jugada de póquer se tratase, se ha desprendido de una de las joyas de la corona: Cataluña, un territorio llamado a servir de pasto al totalitarismo reglamentista, merced al cambalache acordado entre los fulanos de la cripta. Gracias sean dadas a ambos dos por quienes deban soportar en el futuro las consecuencias de una ley tan opresora de la libertad.
Estoy convencido de que el nacionalista Mas ha logrado cuanto quería, lo mismo que el resto del tetrapartito, razones éstas que darían motivos para echarse a temblar en el caso de que uno residiera en Cataluña. Ahora el atolondrado ZP intentará vendernos su penúltima fechoría como si de un triunfo espectacular se tratase. Alegará para ello que la palabra nación no figurará en el articulado del nuevo y desastroso estatuto catalán. Estúpido individuo, no es consciente de que los nazis con los que se han enfrentado, y con los que ha mordido el polvo, lo último que querían es que se les aprobase todo; porque de haber sido así, de haber logrado la literalidad de su descomunal propuesta, no hubiesen tenido más remedio que aparcar durante un tiempo, eterno y angustioso para ellos, sus siguientes y codiciosas reivindicaciones. Pero si exceptuamos la omisión a redoble de la palabra nación (preámbulo y articulado), el resto de cuanto pretendían se corresponde con la definición de: objetivo alcanzado, ¡tocado y hundido! Antepóngase, pues, la expresión a dos carrillos en cada uno de los siguientes vocablos: justicia, tributación, normas lingüísticas aún más opresoras, competencias en puertos y aeropuertos... ¡Ah, qué hartazgo!
Lo más grave es que este acuerdo, del que poco a poco iremos sabiendo que contiene un mínimo de 20 o 30 conculcaciones rotundas de la Constitución española -¿España, dónde queda eso?-, pasará por el Congreso de los Diputados en un visto y no visto, cubriendo las apariencias de una democracia que a algunos no les es válida, por cuanto en el fondo se cometerá un espantoso fraude de ley, y utilizando justo el tiempo mínimo para rechazar una a una, o en votación por bloques, todas las enmiendas que haya presentado el candoroso Partido Popular, una formación que no es capaz del uso de la intriga política ni aun para salvar la continuidad de la patria. Porque a ese respecto, recordémoslo, se dice que Rajoy rechazó una propuesta del ya famoso grupo de 50 parlamentarios socialistas que prendían abstenerse o votar a favor si el jefe de los populares hubiese presentado una moción de censura contra el enemigo público número uno: ZP, el liberticida.
No acabará aquí el asunto, con un PP hemipléjico de cintura para arriba (para abajo también, pero en días alternos), y con unos déspotas envalentonados ante el brillante acuerdo-derrota -sólo ha ganado el totalitarismo- que a toda velocidad desearán extender, como el peor de los tifus hasta convertirlo en epidemia, al resto de Este país llamado España durante siglos. Sí, no tengo ninguna duda de que los estatutos-zapatutos-para-tutos irán pasando por el Tribunal Constitucional -¡otra pamplina más en el escalafón de las pantomimas legalistas!-, puesto que se trata de un órgano regulador, amorcillado en lo político, encargado de velar por la adecuada aplicación e interpretación de la Constitución, según se dice, pero de naturaleza hiperprostática cuando así interesa y en cuanto a su capacidad resolutiva: ni gota de eficacia en la celeridad de las sentencias, como lo acredita el hecho de que, tras más de 25 años, aún no haya decidido si lo de Rumasa fue una expropiación ilegal.
Como decía, no tengo ninguna duda de que aquí intervendrán todas las instituciones que deban hacerlo para que se representen todos los actos de la comedia: Parlamento, tribunales, gobierno... Acabará el enjuague ZP-Mas ante los ciudadanos catalanes, a los que no les quedará otra opción que aceptarlo, tras serle vendido el producto por tierra, mar y aire, como si de un elixir de la vida eterna se tratase. No, no tengo ninguna duda de que todo ello le dará una apariencia legal, pero tampoco la tengo respecto a que se ha producido la primera de las felonías, equivalente a un golpe de Estado civil, y sigue la cuenta.
Publicado el 22 de enero de 2006
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