A pesar de que seguimos inmersos en la técnica del secreto discreto, instaurada en esta legislatura por el Gobierno Rodríguez para resolver nuestro futuro, finalmente el campeón del talante cesionario anuncia el acuerdo global sobre el Zapatuto. Desde esta “brillante” operación, de la que algunos salen canonizados mientras otros permanecen desaparecidos en combate, se inicia el nuevo ciclo de convicción de la ciudadanía a través de la consiguiente lluvia de declaraciones a las que unos y otros se dedicarán en las próximas fechas vendiendo de una parte grandes esfuerzos y “sacrificios” y de otra la fortaleza, unión y progreso que significa el principio del fin de nuestra nación, España. Todo serán felicitaciones mutuas, todo normalidad democrática. Todo sonrisas, todo satisfacción y regodeo. Éxito político, fracaso de la razón.
Nos quedan por disfrutar los cuatro trámites menores, hurtados previamente de forma sibilina, que suponen un debate estéril en un Parlamento estéril, su posterior aprobación por la mayoría depredadora a su conveniencia y la confirmación cantada de un Tribunal Constitucional maniatado. ¿A los españoles nos preguntarán algo? ¿Tenemos los españoles algún derecho de veto sobre lo que decida a puerta cerrada esta élite pactadora de puñaladas por la espalda en su propio beneficio? Quizá sea pronto para hablar, inmersos como estamos en la impotencia y la ignorancia del alcance de lo tramado. O quizá demasiado tarde para algo más que ocultar la vergüenza de esta rendición conjunta, donde nadie tiene arrestos para reclamar de la Justicia este robo descarado del sentido común constitucional. No nos vendan la forma, cuando lo que se ataca es el fondo.
Los que saben más que nosotros de secretos pactos y esperan turno, no han podido tampoco ser detenidos por la valiente acción del juez-héroe Grande-Marlaska, que requería secundar la ley por parte de un Gobierno entrampado hasta las cejas por sus acuerdos inconfesables, ejerciendo en plena sazón su cobardía y rencor sin límites. Todo palabras, todo mentiras. Todo traición. Lo importante era ganar como fuera. Ganar es imposible sin que alguien pierda. Empezamos a saber y sentir el alcance de la pérdida y quienes vamos a formar parte de la nómina de perdedores. Nada los ha detenido hasta ahora. La Justicia, un instrumento. El Gobierno, un esperpento. La honradez y la verdad sacrificadas a esta “democracia avanzada” que sólo entiende de privilegios y de inmoralidades, estandarte de la estulticia y la maldad, mostrando sin complejos a través de un cazurro presidente ferroviario lo que nos queda que aprender.
Autor: Perry
Publicado el 22 de enero de 2006
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