Chueca, un compadre ceutí de tiempos militares, me descubrió un pescado que por allí abundaba y yo no había tenido ocasión de conocer. Al darme cuenta de que su textura era parecida al atún, me ofrecí, como buen catalán, a adornarlo con un buen pan con tomate “trabajado” a conciencia y con cariño. Aún recuerdo su cara agradablemente sorprendida al comprobar la fusión de texturas y sabores. Desde ese momento y cada vez que podíamos proveernos de lo necesario, yo le preguntaba: “¿Qué va a ser hoy, amigo Chueca?” y él respondía invariablemente con sus ojos alegres y una sonrisa de genuino alborozo: “¡Caballa con tomate!”. En aquel momento, sin duda, lo mejor de ambos mundos combinaban a la perfección con el compañerismo y la admiración mutua por compartir lo que cada uno conocía, en aquella espontánea conexión gastronómica Ceuta-Barcelona.
Soy consciente de que mirar hacia el pasado es síntoma de envejecimiento e incluso acelera este. Pero eso es verdad únicamente si no se conserva un espíritu abierto y se aprovechan las sensaciones vividas para no “cristalizar” estereotipos, si no más bien para conservar la capacidad de sorprenderse, y recordar que no lo sabemos ya todo. No obstante, y aunque conservo cierta capacidad de sorpresa, me siento desbordado para aceptar algunas de las que nuestro honorable Maragall nos depara en cuanto abre la boca. Sin ir más lejos, sus últimas afirmaciones en compañía de sus socios tripartitos diciendo que “Cataluña será leal con España” me superan.
El “leal” Maragall primero da por hecha la nación catalana y después nos tranquiliza y consuela, “sobrao” él, diciendo que ninguna deslealtad debemos temer desde su feudo. Todo ello después de fraguar, no sólo la traición al espíritu de la caballa con tomate, si no también a los propios catalanes a los que ha traicionado de forma que no olvidaremos, y a los que sin duda considera irrelevantes súbditos cuyo control está garantizado por los camisas negras de sus SS particulares. En que piensa ser leal, está tan claro como lo están los beneficios que el Zapatuto nos va a reportar a los que sentimos y amamos a Cataluña de verdad. De hecho, algunos ya han empezado a sentir esos beneficios muy de cerca. Pero no son los únicos catalanes que ya se están beneficiando. Muchos más les seguirán ya que no hay motivos para el “acojone”.
De entre todos los delirios gestados por esta funesta tríada desgobernante y desgobernada por su valedor, Rodríguez Estatutero, desbocados hacia la nada mientras nos arrastran a todos hacia el desastre, debo rescatar sin embargo lo que en verdad debería unirnos como al tomate y la caballa. El redescubrimiento de lo grandes que somos juntos y lo miserables que podemos llegar a ser por separado. Por eso, yo también apuesto por una Cataluña libre. Libre de salvadores y de mesías de tres al cuarto, de embusteros y cínicos, de compadreos y pasteleos, de corruptos y egoístas, de nepotes y listillos, de tramposos y gandules, de opadores y amontillados, de usurpadores de la conciencia, la vida y la libertad de todos nosotros, los catalanes, los españoles, los comedores de caballa y los embadurnadores de pan con tomate. Es lástima que los únicos esfuerzos que son capaces de abordar sean los justos y necesarios para no dejarse arrebatar su parte en el festín que piensan darse. En el reparto del botín no faltará nadie. Son tan fiables y sinceras sus intenciones y están tan cohesionados “nazionalmente” hablando, que no es de temer que puedan terminar como este otro tripartito. "Si tú me dices ven"...
Autor: Perry
Publicado el 15 de diciembre de 2005
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comentarios moderados.