Quién no recuerda aquellos tiempos en los que, al llegar Felipe González a la Moncloa tras la desintegración de la patética UCD -coalición centrista de vocación suicida que puso la piedra inicial al actual despiece del Estado español-, muchos españoles contemplábamos atónitos cómo Andalucía era descaradamente favorecida en tantos y tantos asuntos políticos y económicos: desde la construcción de autovías que en otras partes de España no era permitido ni soñarlas, hasta el establecimiento de planes de ayuda a los “sufridos” desempleados del campo andaluz.
A diferencia del “iberoamericanizado” Felipe González, Rodríguez Zapatero, a pesar de ser castellano-leonés, demuestra a diario tener una especial inquina hacia su región natal. No sabemos si ello obedece a su nulo patriotismo (ya que Castilla-León ha encarnado como pocas regiones el espíritu de unidad nacional), a su espíritu disolvente y lleno de desprecio hacia la nación o es que sencillamente su condición masónica le empuja a favorecer a las regiones domeñadas por políticos adeptos a las logias para regocijo del Gran Oriente de Francia, deseoso de ver cómo se desintegra España en mil pedazos.
Dos hechos han vuelto a poner de manifiesto la especial inquina que Rodríguez Zapatero tiene hacia Castilla:
1. La entrega efectiva a la Generalidad de los documentos del Archivo de la Guerra Civil correspondientes a Cataluña. Desguace documental que supone el principio del fin del Archivo de la Guerra Civil sito en Salamanca y en el que Zapatero ha demostrado cumplir fielmente las consignas de los partidos catalanistas (PSC, ERC, CiU e ICV) y humillar como ningún otro Presidente hizo antes a una ciudad como Salamanca. Porque Rodríguez ha hecho caso omiso a los salmantinos y a las múltiples manifestaciones a las que, como investigadores que somos, nos habíamos sumado al noble pueblo charro; Rodríguez no ha querido ser justo con todos los españoles, que se merecen un único archivo documental sobre la Guerra Civil larvada por el PSOE desde 1933 (cuando descolló el largocaballerismo en la Escuela de Verano de las JJSS en Torrelodones)… Nada de eso. Lo único que le ha importado a Zapatero es Cataluña, Cataluña y Cataluña. El concepto de “igualdad” que profesa Rodríguez no puede ser más nefasto: demagógico y falsamente solidario en toda la discursología sociata, pero brutalmente discriminatorio hacia quienes no forman parte de las regiones políticas “de primera”: las mal llamadas antes “nacionalidades” (gracias Suárez, gracias…) y ahora “naciones”. Que el Señor os premie esta “lealtad” hacia la nación española, compadres.
2. Ya son más de cuatrocientas las denuncias puestas en Cataluña por la discriminación del idioma castellano en Cataluña. Alguien dirá que Zapatero no es responsable de las múltiples tropelías de corte nacional-socialista que está perpetrando la GenCat. Pero no es cierto: primero porque Rodríguez Zapatero, que se las da de Don Tancredo en estas situaciones, es el Presidente de todos, repetimos, de todos los españoles y, en calidad de tal podría actuar perfectamente para defender a los castellanohablantes residentes en Cataluña; segundo porque el Presidente de Cataluña es un socialista de la cuerda zapateril; y tercero porque, en vez de plantar cara jurídica y políticamente a la limpieza etnolingüística puesta en marcha por Pujol y que están rematando los jacobinos de la extrema izquierda catalana (PSC, ERC, ICV), lo único que ha hecho Zapaterenski ha sido reírse a la cara de los afectados por las políticas de discriminación lingüística.
Así es como Zapatero se ríe de Castilla y León: descuartizando archivos nacionales que son patrimonio de todos los españoles y mofándose de los castellanohablantes sometidos al nacional lingüismo catalán. Así obran los enemigos de España y de Castilla León. Así obra Zapatero.
Autor: Smith
Publicado el 31 de enero de 2006
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