lunes, 19 de febrero de 2018

Esencia de libertad

Como sin duda alguna es el caso de los nacionalistas adoctrinados.

Tanto el nacionalismo como el socialismo tienen un miedo atroz a la libertad, la gente debería saberlo y actuar en consecuencia a la hora de las votaciones. Porque la libertad individual es el más preciado fruto de la democracia y haríamos todos muy bien en considerar a fondo a quien se le entrega el voto. Voy a poner dos ejemplos que justifican una afirmación inicial probablemente exagerada o incluso falsa para algunos.


Hay quien dice que el nuevo estatuto de Cataluña es inconstitucional, explica sus razones y cita a unas cuantas instituciones y personajes de relevancia jurídica que así lo creen y lo han manifestado. Otros, por el contrario, creen que el Estatuto es perfectamente válido, fruto de un amplio consenso logrado en el Parlamento de Cataluña y posteriormente modificado mediante un acuerdo entre el presidente del gobierno y uno de los principales partidos catalanes. 

Bien, pues ante la duda ¿no sería deseable someter la cuestión a un referéndum nacional? A mí me parece muy bien que el nuevo estatuto de Cataluña acabe siendo aprobado o rechazado por los ciudadanos catalanes. Pero es que resulta que no solo les va a afectar a ellos su entrada en vigor, sino que repercutirá en la mayoría de los españoles. Ante esta tesitura, qué actitud está tomando el gobierno socialista: negar toda legitimidad a cualquier posible referéndum y de paso reiterar una y otra vez la legalidad de sus acciones. 

Veamos, si todo es tan legal, por qué tenerle miedo a una consulta popular. Se habla de que ese no es el procedimiento, sino que antes debería decidir el Tribunal Constitucional. En eso estoy de acuerdo, la verdad sea dicha, para esas cuestiones dudosas se creó. Lo que ocurre es que el TC, desbordado de trabajo desde casi su fundación, suele tardar varios años en resolver cualquier asunto —pensemos en el caso Rumasa, aún pendiente tras más de 20 años—, de modo que podríamos encontrarnos con un Estatuto funcionando desde hace bastante tiempo, pongamos cinco años, y que sea entonces cuando el alto Tribunal dictamine. Si es a favor, aquí no ha pasado nada, todo seguirá su curso. Pero y si se dice que la nueva norma catalana incurre en una serie de inconstitucionalidades, entonces ¿qué se hace? ¿Cómo se solventa el perjuicio ocasionado durante varios años?

¿No sería más democrático y sobre todo mucho más práctico para todos que hablase el pueblo? En mi opinión, el gobierno socialista no permitirá nunca el referéndum, es consciente que lo perdería, ya que sabe de sobras que sus actuaciones en este aspecto se encuentran fuera de la Ley, prefiere la política de los hechos consumados, a poder ser irreversibles, con tal de no enfrentarse a una libertad a la que teme.

Otro tanto podría decirse del nacionalismo. Pongamos como ejemplo el caso catalán y su normativa lingüística. Si se parte de la base de que el idioma catalán fue muy maltratado durante el franquismo, nada más natural que tratar de recuperar el terreno perdido incentivando durante unos años la lengua catalana. Incluso, aunque siempre me ha parecido una barbaridad, podría justificarse así un cierto período de inmersión lingüística. Pero en nuestros días, tras más de 30 años de inmersión y todo tipo de discriminaciones positivas, qué justifica que el gobierno de Cataluña siga incumpliendo su propia ley respecto a la enseñanza. Si en Cataluña hubiese un régimen político que amase la libertad, permitiría que los padres decidieran sobre el idioma en el que quieren que se eduque a sus hijos. Pero no solamente no se hace así, sino que trata de incorporar a cualquier ámbito la imposición idiomática. La razón no puede estar más clara: el nacionalismo y la libertad son incompatibles. 

La conclusión a la que puede llegarse mediante estos dos simples ejemplos, sólo dos de los cientos que podrían aportarse, es que nos hallamos ante sendas ideologías liberticidas que han sabido trabajarse durante años y a fuerza de propaganda una llegada al poder del que no será nada sencillo desalojarlos. Sí, el socialismo y el nacionalismo son máquinas bien engrasadas para alcanzar el poder, pero entre los lubricantes que afinan esas máquinas y las hacen girar con eficacia ninguno de ellos puede rotularse como “esencia de libertad”. 

Publicado el 31 de enero de 2006

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