jueves, 15 de febrero de 2018

Rajoy: ¿Es a mí?

Rajoy, a día de hoy (2018) sigue en la misma línea de siempre, es decir, después de seis años de gobierno (cuatro de ellos con una mayoría absoluta sobrada) no ha solucionado ninguno de los grandes problemas de España. ¡Esto es para llorar!

Me hace gracia cuando el Partido Popular, por boca de alguno de sus portavoces o del propio Rajoy, acostumbra a proclamar solemnemente que pedirán la comparecencia en el Congreso de los Diputados -altar mayor de los desahogados- de tal o cual personaje que ha incurrido en algún despropósito o supuesta fechoría. Como si esa comparecencia significase algo más que pólvora en salvas para quienes están acostumbrados al navajeo y la barricada política. Este es un ejemplo de los 55.100 que Google tiene acreditados en 0,28 segundos. Así se han venido haciendo (las peticiones solemnes de comparecencia) e ignoro con qué ánimo, porque está claro que a los contrarios del PP les despreocupa esa maniobra. Y les despreocupa -ahora se diría se la suda-, porque tienen la llave de quien comparece o no y, en caso de autorizar la comparecencia propuesta por el PP, saben de sobras que no tendrá ninguna trascendencia fuera de las propias salas del Parlamento.

Me inclino a creer que los populares obran así de cara a la galería, en primer lugar para contentar a los suyos, me refiero a los de carné y vida “social” activa dentro del partido, que parecen tan aborregados o más que los simpatizantes socialistas de base. Es posible que la muchachada de Rajoy también lo intente por si suena la flauta y los socios de Zapatero tienen en ese momento algún berrinche con él, cosa nada improbable en un individuo propenso a engañar a todo el mundo, y por lo tanto deciden castigarle usando a Zaplana de fustigador interpuesto. Ahora bien, la respuesta del “Todos contra el PP” ha sido la siguiente en la mayor parte de las ocasiones: “La Diputación Permanente del Congreso rechaza que Bono explique en el Congreso las palabras de Mena”.

Cuando veo estas cosas, lo primero que se me viene a la cabeza es: “¿Es que no piensas aprender nunca, querido Rajoy? ¿Es que no se te ocurre nada, a ti y a tus 700.000 militantes, para sustituir un control parlamentario raquítico, maniatado y sin efectos secundarios en los votantes? ¿No te das cuenta, Mariano, que ser tan caballero sólo conduce a que los tahúres que tienes enfrente acaben por despojarte no ya del caballo sino hasta de la silla y las bridas? Y es que cuando haya nuevas elecciones y tampoco las ganes, ni las siguientes, y en el supuesto de que para entonces no te hayas aburrido del todo y pedido el ingreso en el Cuerpo de Registradores, es posible que aunque decidas presentarte una vez más lo más probable es que ya no haya España que necesite un Gobierno que tú puedas presidir.

Tu actitud me recuerda, estimado pepero, a la de un vecino que posee una agencia inmobiliaria y le va bien en la vida. Vende y vende sus buenas tres a cuatro viviendas al mes (se entiende que de segunda mano) y el hombre se está haciendo un capitalito. Pero resulta que el tío no tiene ni puñetera idea de vender, su carácter esquivo se lo impide, lo que pasa es que está en el mejor sitio del pueblo (como tú en el PP), porque el negocio lo heredó de su padre (como es tu caso respecto a Aznar), y no es que mi vecino venda, es que resulta que la gente le compra, que es muy distinto. Pues así te veo yo, esperando a que la gente, harta del incapaz que ahora nos manda, acabe por hacerte, casi a la fuerza, presidente del Gobierno. Y eso, amigo mío, es muy triste, porque nos tienes a los españoles en un ¡ay!, sin ánimo de secundarte indefinidamente y con muchas ganas de fundar nuevos partidos aunque a la postre resulten testimoniales. Porque de ilusión también se vive,  ¡vaya si se vive!  

Publicado el 17 de enero de 2006

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