Sí, suena fuerte, ¿verdad?, pero es cierto. “Marruecos se ha apoderado de un territorio [español] mayor que ‘Perejil’: la franja que rodea la frontera con Melilla”. No se habla aquí de un gran territorio, por supuesto, pero puede ser el comienzo de algo mucho peor. Porque tanto en Perejil como ahora en Melilla, el tirano Mohamed no ha hecho más que mover el primer peón y tantear la jugada. Aznar frenó en seco la primera tentativa en Perejil, como consecuencia de ello el sultán cogió una buena pataleta y ahí acabó la cosa, salvo por ese insidioso viaje de Zapatero a Rabat que fragmentaba la política exterior del Estado y la seguridad nacional.
Pero no hay ya nadie que desconozca la afición a claudicar de un tal Rodríguez Zapatero, y uno de ellos es el moro codicioso del otro lado del estrecho. De modo que haremos bien en esperar lo peor de quien ahora nos manda —gobernar es algo bien distinto— respecto a las rapiñas venideras de ese déspota que tapa cada uno de sus problemas internos desviando la atención contra España o contra cualquier otro vecino. Por cierto, Zapatero estuvo hace poco visitando la valla de Melilla, no sé cómo pudo soportar la vergüenza al ver a las tropas marroquíes que ocupaban suelo español.
El Confidencial Digital informa de que España ha dejado de pugnar por la franja de terreno que circunda Melilla, que hasta ahora aparecía como de nuestra soberanía, en la que se había anunciado la construcción de la tercera valla, y que ahora no se levantará ahí, sino más atrás, entre las dos cercas que ya existían hasta ahora.
Es evidente que la cobardía no frenará nunca a los que reivindican territorios ajenos. El gobierno socialista, en lugar de expulsar en su momento a los militares marroquíes de una franja de terreno que pertenece a España, decidió interrumpir las obras de la tercera valla y retroceder la posición al interior de las otras dos alambradas. Puso como excusa la falta de material, un dato completamente falso que simplemente pretendía disfrazar ante cualquier posible alerta de la opinión pública el temor que Zapatero y su ministro de Defensa les tienen a los marroquíes. Un ministro de Defensa, por cierto, cuyo grado de demagogia le hace decir que prefiere morir a matar, lo que determina que a algunos españoles nos dé repelús el simple hecho de que nuestra seguridad dependa de alguien así.
No puede confiarse en esta gente pusilánime que ahora gobierna para mantener la integridad de España. El principio de la peor prevaricación imaginable comienza ya a consumarse. No se habla ya de proyectos más o menos interpretables acerca del separatismo de la España periférica. No, se habla de una política aceptada de hechos consumados que a la larga puede general trágicas consecuencias, si no algo peor como pueda ser una guerra con la tiranía vecina.
Por otra parte, podría asegurarse que quien es capaz de ceder sin pestañear tierra española a quien la invade por las buenas, está dispuesto a cualquier otra cosa semejante en el ámbito interno de la política, con tal de mantenerse en el poder. De entrada, ciertas instituciones españolas a las que se les asigna constitucionalmente la misión de salvaguardar nuestra integridad territorial, como la Corona o el Ejército, deberían de haberse pronunciado al respecto. Quiero creer que si no lo han hecho es porque ambas instituciones no han sido debidamente informadas, en cuyo caso la traición de los miembros del gobierno socialista es doble.
Publicado el 26 de febrero de 2006
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