jueves, 15 de febrero de 2018

Leroy & Merlín

Cuando nos proponemos abordar reformas en nuestro domicilio habitual, casi siempre obedece a que los servicios de los que disponemos ya no son suficientes, no nos dan el servicio requerido, o simplemente porque no hemos cansado de ver siempre el mismo panorama. Hemos comprado demasiados videojuegos o CDs y nos faltan estanterías, o bien el nuevo televisor de plasma más el Dolby 5.1, demandan una redistribución del área destinada a la vida familiar conjunta.  En casi todos los casos, la primera acción consiste en hojear revistas de decoración, visitar tiendas especializadas, o directamente “fusilar” la idea que nuestro vecino ha puesto en práctica con acierto, en un espacio similar al nuestro, pero naturalmente imprimiéndole nuestro sello personal. No vamos a ser todos iguales, faltaría más. Los problemas empiezan cuando comprendemos cuan limitados estamos por nuestro exiguo presupuesto. Pero cualquiera descarta la idea, ahora que ya se ha soñado con el nuevo confort que nos espera. Irrenunciable e innegociable.


Siempre hemos sido unos “manitas” y total, para acabar pagando una fortuna por cuatro tablas, por demás idénticas en su vulgaridad a las que otros pueden disponer, empezamos a valorar la posibilidad de meternos de cabeza en la aventura del bricolaje, que aún que tarde más, podremos dosificar y ajustar a nuestra economía sin renunciar a la originalidad. Esa que nos pertenece y distingue. ¡Como va a rabiar de envidia nuestro vecino! Le enseñaremos como se hacen bien las cosas sin que le tomen el pelo a uno. Todo lo que hace falta es materia prima y un poco de habilidad. Y de eso nos sobra.

En estos días asistimos asombrados a un problema de construcción con los que, partiendo de “originales” proyectos personales, algunos vecinos pretenden justificar el uso del cuarto trastero común en su propio provecho. ¿Por qué tengo que pagar un nuevo ascensor si yo vivo en el entresuelo? ¿Antena colectiva? Pero si yo no veo nunca la tele. ¿Cambiar el seguro? ¿No será que ahora que es usted presidente espera que le suelte una comisión el amigote interesado de turno, o a lo mejor pretende dar la contrata a su empresa? ¡Cuánta ingratitud! -clama para sí el presidente-. Yo que sólo pretendo el bien común.

Las obras mayores requieren planificación exquisita y no están al alcance de cualquiera. Sólo un mago puede llevarlas a cabo sin que nadie salga perjudicado. Nuestro Merlín particular claramente abusa del bricolaje experimental y chapucero, en la esperanza de que el resultado avale el reconocimiento de los vecinos de la escalera, y nadie recuerde o critique sus chanchullos improvisados o sus oscuros manejos con los proveedores de soluciones. Aquí un par de tirafondos y una capita de pintura. Allá unas cortinas que maticen la luz por si acaso se detectan grietas. El caso es acabar la obra como sea. Venga. Deprisa que se acaba el mandato y con él, la oportunidad. A todas estas, el socio mayor de Merlín, Leroy, no se atreve a recordarle que su empresa de bricolaje se juega su prestigio internacional y que las chapuzas hacen perder clientes.

Dedicado a Mónica

Autor: Perry
Publicado el 16 de enero de 2006

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