jueves, 22 de febrero de 2018

Legalizar la prostitución


Más allá de los vocablos y términos. Más allá de las definiciones y significados acordados de diccionario. Prostituir es corromper, renunciar y malvender. 


Corromper es trastocar el sentido primigenio de las personas y las cosas. De lo que les daba sentido, modificando íntimamente su propósito y destino mediante una componenda relativista capaz de confundir funciones con objetivos. La transformación del agua pura y cristalina en fétido charco de líquido contaminado y maloliente. La esencia y la pureza sacrificadas a la utilidad y el beneficio. Es la corrupción de la verdad lo que prostituye el alma, al permitir que se instale el vicio y la costumbre en el lugar de la virtud y la entereza. El alma no se alimenta de pasiones, si no de la verdad objetiva. Nuestra alma sabe discernir, pero se halla indefensa ante nuestras justificaciones de lo impropio. Confundimos la tranquilidad con la paz y el relax con la quietud y la calma. Elevamos de categoría lo mundano y cotidiano desestimando nuestros valores eternos y trascendentes. Ceder es fácil, pero aún es más fácil justificar la cesión.

Renunciar a lo que somos a cambio de lo que queremos. No ejercemos lo que somos y de esa forma nos convertimos en lo que hacemos. La renuncia lleva implícito el miedo, pues es el temor el que nos hace renunciar. Renunciar es rendirse, y rendirse, no luchar. Abandonamos y nos prostituimos. Nos mentimos porque nada nos importa, porque nada nos parece ya verdad. Lo familiar, lo conocido, arropan esa renuncia a la lucha por uno mismo en favor de estabilidades transitorias pactadas entre cobardes que renuncian a avanzar. Renunciar no es avanzar. Para avanzar es necesario recordar, y nosotros pactamos el olvido. Pactar, acordar, ceder, formas de renunciar. La frontera del individuo ante la aduanas de lo colectivo. Vivir en sociedad no debe restringir la verdadera libertad del hombre, pues el hombre libre que decide vivir en sociedad no renuncia ni sacrifica, pues sólo espera la correspondencia y el respeto de sus semejantes. No imposiciones o chantajes creativos.

Malvender es no sacar provecho. Lo que no nos cuesta no tiene valor. Aquellos a los que otorgamos el regalo de nuestra confianza y creen que es por su merecimiento, malversan nuestra generosidad al prostituir con sus renuncias privadas nuestra voluntad de participar en un bien común. Nuestra forma de contribuir a la cadena de valor para que no tengamos que renunciar y convirtamos en estéril el sacrificio de los que dieron lo único que tenían de valor: sus propias vidas. La vida es una oportunidad única cuya falta no puede ser compensada con ninguna mercancía. Es el respeto a la vida lo que crea la diferencia y alimenta la libertad. No respeta la vida quien no valora bien la ajena. Ni cree en su valor quien la malvende prostituyendo la hacienda que no le pertenece.

Estamos asistiendo al advenimiento de la corrupción, de la renuncia y de la malversación que disfrazada demagógicamente de generosidad, entendimiento y conveniencia, sólo significa el provecho de unos pocos a costa de la prostitución de intereses colectivos. No es posible ni cabe más análisis que las evidencias ante nuestros ojos. La esclavitud y sometimiento que impiden la vida en libertad nos amenazan. Tan cierto, como que a pesar de que la vida individual de los hombres se agota por turno, su fuerza y sentido verdadero se abrirá paso a pesar de los que intentan legalizar su prostitución.

Autor: Perry
Publicado el 10 de febrero de 2006

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