Debido al revuelo que han generado las declaraciones del teniente general José Mena Aguado, los cuatro componentes de Batiburrillo -Policronio, Perry, John Sherman y Smith- hemos decidido resumir nuestros puntos de vista acerca del que indudablemente constituye el tema político del momento.
Smith:
Un parte oficial del Ministerio de la Guerra, emitido el 7 de octubre de 1934 desde la Presidencia del Gobierno, decía lo siguiente: En Cataluña, el presidente de la Generalidad, con olvido de los deberes que le impone su cargo y su responsabilidad, se ha permitido proclamar el Estat Catalá. Ante esta situación, el Gobierno de la República ha tomado el acuerdo de proclamar el estado de guerra en todo el país. A decir de los actuales comentaristas, periodistas y políticos que tenemos en España, la actuación del Gobierno republicano que plantó cara exitosamente frente a la sublevación catalano-socialista del año 1934 constituyó un acto de golpismo antidemocrático.
No puede ser que, a estas alturas de curso, -cuando a nadie se le escapan las intenciones subversivas, anticonstitucionales y antidemocráticas del Estatuto propuesto por los componentes del Pacto del Tinell a espaldas del Partido Popular y del sentir ampliamente mayoritario de la población española- el gobierno socialista actúe con la fuerza que lo ha hecho contra el teniente general José Mena, a la par que gobierna encamado con quienes reman a diario para conseguir la disolución de España. Señalaba José Mena en su discurso con motivo de la celebración de la Pascua Militar en Sevilla: "Afortunadamente, la Constitución marca una serie de límites infranqueables para cualquier Estatuto de autonomía... Si esos límites fuesen sobrepasados, lo cual en estos momentos afortunadamente parece impensable, sería de aplicación el artículo octavo de la Constitución: las Fuerzas Armadas, constituidas por el Ejército de Tierra, la Armada y el Ejército del Aire, tienen como misión garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad y el ordenamiento constitucional".
Si quienes tanto se quejan -con harta razón- de la Cámara de Prensa neonazi (CAC) que pretende acabar con la COPE y silenciar a los Federico Jiménez Losantos, César Vidal, Pío Moa, Ignacio Villa... no entienden que el teniente general Mena se ha limitado a recordar que el Ejército, además de para loables labores humanitarias o servir de comparsa al portaaviones estadounidense 'Theodore Roosevelt' también está para hacer respetar la legalidad constitucional vigente, me habrán demostrado una cosa: que su vara de medir los acontecimientos es tan corta de miras que, cuando ellos son los afectados son capaces de hacer temblar las paredes del Vaticano, pero cuando se amordaza y reprime a otros... ¡ah!, entonces ya es otro cantar.
John Sherman:
A medida que el asunto ha ido evolucionando y confieso que, sobre todo, a raíz del arresto y sus posteriores consecuencias mi postura ha ido consolidándose con más firmeza en la teoría de "farsa" con luz y taquígrafos como ya puse de manifiesto en mi artículo Me huele a abono.
Una vez que me he posicionado en el lado de la "teoría conspirativa" los lectores más progresistas estarán esperando ansiosos que a continuación justifique las palabras pronunciadas por el teniente general Mena. No les daré tal gusto. Creo firmamente, a pesar de la incapacidad manifiesta de la clase dirigente, que los poderes del Estado deben de estar lo más fragmentados posibles para evitar abusos y corrupción y es que yo no creo en aquello de "todo el mundo es bueno". La clase militar por un lado no debería de inmiscuirse en comentarios políticos como el acontecido. No es su función, no están ahí para eso. Ya hemos tenido bastantes Riegos, Primos de Rivera o Francos salvadores. En segundo lugar el militar accede y conoce en todo momento qué puede y dónde puede decir cada cosa y lo acepta de buen grado. El señor Mena como civil está en su derecho legal y constitucional de decir lo que ha dicho, pero el teniente general Mena no. Importante diferencia.
Podemos continuar debatiendo si las leyes militares son antagónicas o no, pero no es esa la cuestión, el implicado tras 40 años de servicio las conocía perfectamente y obró en contra de ellas. A la izquierda el asunto le viene de perlas. Ahora pueden añadir a su imaginario currículo (más bien ridículo) el haber disuelto un levantamiento militar (sin contar el "levantamiento Almodóvar"). Curioso, sería el primer levantamiento en armas anunciado con anticipación y ante los propios dirigentes socialistas de Andalucía. 1-0. La derecha pica, se enzarza en discusiones bizantinas, y la izquierda vuelve a ganar presentándolos como instigadores de la conspiración militar. 2-0. ¿Qué lugar ocupa ahora la participación de la armada en Irak en los diarios? 3-0.
Por último. ¿Si tan preocupado estaba el teniente general Mena por la situación por qué no lo comunicó a los mandos? ¿Por qué no pidió audiencia ante el Rey? ¿Si tan dispuesto estaba a echar por la borda 40 años de carrera porque no se le ha vuelto a oír? ¿Por qué la reunión del "díscolo" millitar con Bono solo duró 15 minutos? ¿Tan poco había que contar al Ministro? Y sobre todo ¿por qué tras la falta cometida en función del reglamento militar se le aplica una condena leve sin contar -sobre todo- en su expediente?
Elementos para la duda y el debate existen. Yo no me creo nada.
Policronio:
El asunto del general Mena, un grano más de ese granero de manifestaciones a cargo de las más altas instituciones de la nación en pro de un comportamiento racional del gobierno socialista, a mi juicio no es el tema de fondo del asunto Mena. Curioso, ¿verdad? Lo repito: El asunto Mena no tiene como fondo a Mena, ni siquiera al ministro Bono y cuantos conspicuos jerarcas del PSOE, pongamos Rodríguez Ibarra, Leguina o Vázquez, han clamado al cielo civil acerca del desastroso estatuto catalán que se nos viene encima a todos los españoles, sin que a ese clamor le hayan sucedido una serie de dimisiones o convocatorias para un congreso extraordinario del partido que ratifique o deniegue la política de alianzas y cesiones que sigue el presidente del Gobierno y su brazo instigador-conspirativo, Rubalcaba.
No, el asunto Mena no es cosa de Mena, querer pararse ahí y discutir a brazo partido si fue correcto lo que dijo, cómo lo dijo y dónde lo dijo, me parece irrelevante y poco profundo en cuanto al análisis de ese comportamiento. La clave de todo este embrollo, del que nuestro general dicharachero ha representado un papel a mi juicio de lo más normal en cualquier democracia que se alarma ente la pérdida de valores fundamentales, es más bien una cuestión que vendría definida por varios vocablos que afectan a la actual política española: impotencia, alevosía, extralimitación, blindaje, impunidad. Todo ello, respecto a lo que muchos ciudadanos sentimos (impotencia), en relación al comportamiento del Ejecutivo (alevosía, extralimitación) y relacionado con el campar a sus anchas (blindaje estatutario, impunidad ante actuaciones delictivas) de los nacionalistas.
Por ejemplo, en España no existe una verdadera división de poderes, la Justicia está tan manipulada por los políticos como todo lo demás. Eso es algo que se sabe aunque no se diga demasiado, de ahí que exista una gran desconfianza acerca de cualquier dictamen final, sobre su constitucionalidad, en las leyes que apruebe el Parlamento, sea el estatuto catalán, sea el CAC, sea lo que sea. El Tribunal Constitucional, que está compuesto por determinados cargos sometidos a gran influencia de los partidos políticos, no ofrece ni de lejos la garantía necesaria para que confiemos en que haya alguien capaz de parar esta sucesión de felonías que Zapatero nos está endosando a la mayoría de los que aún amamos a España. Cuando hablan los mandamases socialistas -de nuevo recuerdo a Ibarra-, lo hacen a sabiendas de que nada ha de sucederles y, por lo contrario, es posible que así amarren un puñado de votos españolistas en su comunidad. Cuando es el presidente del Consejo del Poder Judicial quien lo hace, o el jefe de la Oposición, o el presidente de la Conferencia Episcopal, o el principal mandatario de la Patronal, o el Lucero del Alba..., simplemente no se les hace caso y a menudo se les acusa de fascistas.
Luego las circunstancias nos han hecho ver que en la política vigente existe el reino de la impunidad y que nos adentramos a marchas forzadas en un callejón sin salida y sin libertad de expresión. Es así, incluso para las cuestiones de mayor calado en una nación, como puedan ser los intentos de fragmentarla, sea mediante fronteras físicas, sean lingüísticas, sean económicas, sean de imposición ideológica. ¿Habrá mayor fragmentación para un Estado que el proyecto de crear artificialmente una serie de áreas monolingüísticas donde se han compartido durante siglos un idioma común? Bien, pues el estatuto catalán nos conduce a todo ello y es evidente que los nacionalistas no aceptarían otra cosa.
De modo que si finalmente se aprueba el estatuto catalán, será el principio del fin de la España secular. Eso sí, por mucho que a las mesnadas zapateriles se les llene la boca afirmando que ese estatuto quedará limpio como la patena. No, no son fiables en sus manifestaciones, ni lo serían aun cuando las leyes dejasen clara la cuestión, porque ya se encargaran los nacionalistas, como ahora hacen, de incumplirlas a capricho. Y esto, amigos, es lo que Mena, a mi entender, quiso transmitirle a la sociedad. Por eso mi teoría sobre el asunto Mena va mucho más allá que sus simples palabras y apunta hacia los vocablos antes citados. Por eso Mena ha sido el penúltimo en hablar y en recordarnos, a juzgar por los mensajes que a él le han llegado, que otra institución más del Estado, el Ejército, también advierte la deriva de un gobierno plagado de sujetos deshonestos.
Perry:
De la mena (Mineral metalífero, principalmente el de hierro, tal como se extrae del criadero y antes de limpiarlo ©DRAE) debe eliminarse la ganga. (Materia que acompaña a los minerales y que se separa de ellos como inútil ©DRAE) y quedarnos así con lo que pueda resultar de utilidad. Este proceso de explotación minera se aplica cuando se encuentra un filón (Recurso del que se espera sacar gran provecho ©DRAE).
En el caso que nos ocupa, lo valioso debería ser el propio título VIII de la Constitución, y lo prescindible, el contexto de su lectura. Por las especiales circunstancias que concurren, parece haber un innegable interés en subvertir (bonito palabro) los papeles de ambos elementos convirtiendo en tesoro la ganga y en detritus lo esencial. Expertos en rentabilizar gangas no faltan, y la manipulación deliberada de los hechos ya forma parte habitual de nuestro paisaje diario. De nuevo, la clave es ver a quién aprovecha. Mena, ganga... y filón. Sólo partes de una ecuación.
No incidiré en exceso en la valoración de incumplimientos reglamentarios, pues nadie lo considera ya necesario en la era ZP, donde todo deviene al instante arcaico por el simple hecho de chocar con nuestros deseos, antojos o ambiciones personales. Cuando se viola una ley, la que sea, se viola sin duda alguna también nuestra Ley de leyes, marco consensuado que declara los principios fundamentales de nuestra convivencia, posteriormente desarrollados en regulaciones individuales de detalle y alcance. Sin embargo cuando se viola directamente la Ley de leyes, se elimina el sentido de TODAS las leyes de menor rango, excepción hecha de la ley antitabaco y matrimonio gay, piezas jurídicas fundamentales donde las haya. Las leyes no impiden la delincuencia, a lo sumo la identifican y sancionan. Existen leyes imperfectas, subjetivas e incluso injustas. Normalmente son aquellas promulgadas por el iluminado de turno de forma unilateral y sin acuerdos globales, pero eso no exime de su cumplimiento.
No es el caso de nuestra Carta Magna, fruto de consenso institucional. Personalmente considero cualquier ley (dicho así, con minúscula) que impida la libertad de expresión de los individuos, un error que entra en conflicto con las bases de la propia democracia. Si nuestro general Mena no puede expresarse como persona y ciudadano español a causa de su cargo, el reglamento que lo impide está mal hecho. Aquí no se trata de ningún secreto oficial, ni de información reservada que yo sepa. Que conste que el recordatorio de las obligaciones a las que se debe, sólo debería alertar a aquél que se sabe en falta ¿Acaso hubiera sido aceptado que lo dijera en un blog como ciudadano particular?, ¿o tal vez si hubiera cambiado su uniforme por un jersey a rayas tipo D. Evo antes de abrir la boca? No seamos hipócritas. Ya hay demasiados desafortunadamente y además todos ellos están de acuerdo.
¿Fantasmas y amenazas golpistas entonces? Aquí, el único golpe de Estado en marcha es el que se materializó un 11-M, infame momento que justifica al parecer cualquier infracción de la ley por parte de los que nos venden gangas inservibles, mientras ellos se apropian impune y tramposamente del precioso mineral que a todos los españoles nos pertenece, verdadera esencia democrática y nuestra mejor garantía nacional.
Coautores: Smith, Jonh Sherman, Policronio, Perry
Publicado el 11 de enero de 2006
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