Taliboina: Se define así al componente de la izquierda o el nacionalismo cuyas ideas asmáticas son incapaces de evolución alguna. El "taliboina" suele permanecer de hinojos en el sagrado acto de repasar cierta prensa, en la que busca con ansia la doctrina diaria que le ofrece su Secta. Hay tres corrientes entre los "taliboinas", según su lectura sea El País, El Periódico de Catalunya o el Deia vasco. Veamos un ejemplo claro de ese comportamiento tan propio de un redil:
Un señor se sube a una tribuna y comienza a hablar a los asistentes:
-¡Españoles! -dice el orador.
Dos de los presentes (no se ve a nadie más) hablan entre sí. El de la boina, sin duda un taliboina del progresismo, le suelta una frase a su acompañante:
-Hala, otra vez el Apocalipsis según San PP.
Adviértase que aquí ya no hay énfasis, como se deduce por la ausencia de signos exclamativos. Luego el taliboina progresista, todo moderación, sin duda carece de la exaltación fascista que acomete a cualquier político cuyo mensaje comienza por un "¡españoles!".
Para rematar la jugada, el autor de la viñeta, un tal Romeu, decide que el acompañante del taliboina pronuncie lo que pudiéramos definir como la puntilla del fascista. Y a ese efecto le adjudica la peor de las impresiones posibles: el aburrimiento.
Estos taliboinas del progrerío, aun cuando lo suyo es todo talante pero de boquilla, no tienen arreglo posible ni son capaces de sospechar lo que es la tolerancia. Las palabras España y derivados, como por ejemplo españoles, las han equiparado en sus iconos propagandísticos al fascismo. Un fascismo representado casi siempre por el PP, al que el autor de la viñeta denomina despectivamente San PP.
El País y muy especialmente algunos de sus empleados, como Romeu, acostumbran a valerse de fogonazos icónicos para difundir la consigna y deslumbrar al votante poco interesado en la política. Son maestros de la propaganda y el engaño que siguen al pie de la letra su propio lema: Démosles imágenes campechanas, con apariencia de espontaneidad pero muy estudiadas, a los que carecen de criterio, no vaya a ser que comiencen a leer y por lo tanto a pensar. Y si leen y piensan, todo está perdido para nosotros. Ya lo dijo Keyserling: Ninguna prueba, ninguna rectificación ni desmentido puede anular el efecto de una publicidad bien hecha.
Dedicado a Yeidé, introductora en Batiburrillo del acertado término taliboina.
Publicado el 13 de noviembre de 2005
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