Muchas son las persecuciones que a lo largo de la Historia se han emprendido contra la Iglesia católica y los cristianos. La última, la capitanea Rodríguez y su gobierno de bala-laika® en el siglo XXI. Es la última moda en regeneración democrática en favor de otras religiones más de nuestro tiempo. Precisamente por eso, cual nuevo sacerdote supremo ordenado en la basílica de la Mareta, Rodríguez no vacila en enviar emisarios hacia las fuentes del problema para pactar con los representantes del antiguo y obsoleto Creador del universo. ¿La reivindicación y el mensaje? Dios puede haber creado el mundo, pero él le va a poner orden con su alianza de civilizaciones. Dios ha tenido su oportunidad y según nuestro prócer, ha fracasado en el intento. La razón debe imponerse a la superchería y la realidad a la ficción.
No es de extrañar la cantidad de nuevos ordenados que como el tertuliano progre, al que en un fragmento radiofónico oí de pasada en un taxi y del que no tengo mayor identificación, comparaba la religión cristiana con la creencia en los ovnis o en el tarot. Justificación que, al parecer, avalaba la exclusión en la nueva ley de educación de cualquier “creencia” o “inclinación supersticiosa”, por no servir para suministrar una formación libre de prejuicios. De igual modo que San Pedro negó tres veces a Jesucristo, Rodríguez niega la religión, la familia y la Nación como bases de su nuevo credo salvador, contagiando ese entusiasmo exterminador a sus huestes, para que su campaña masónica no tenga contestación, ni vuelta atrás posible.
Al misionero bala-laiko anterior, oído en el taxi, y a su jefe espiritual, ZP, cabría preguntarles en qué creen ellos. O mejor aún, ¿qué se han creído? Es más, todos nosotros deberíamos preguntárnoslo también. En el primer caso no tengo dudas sobre la posible respuesta: “Después de mí, la nada”. Por el contrario, hay una alta probabilidad de que no sea así en todos los casos. No confiemos en que este sujeto y su recua valoren deseos e inquietudes ajenas. La “nueva” libertad que promueven está basada en la servidumbre frente a nuestra libertad, el acatamiento frente a nuestra iniciativa y el vacío espiritual frente a nuestras íntimas convicciones. La encíclica del 3% y el nuevo "perdón de los pecados", serán los pilares donde se asiente el edificio de la solidaridad, la transparencia y los fundamentos morales de la sociedad española, reconstruida a golpe de decreto ley.
La Cruz del Gólgota tiene, como todos los símbolos, lecturas no obvias. Una de las posibles, es que el trazo horizontal de la misma represente el transcurso y devenir del Tiempo. No debemos confundirnos. El tiempo que representa no son períodos de cuatro años. Esa línea del tiempo representa el nuestro a título individual. Nuestro recorrido mundano desde nuestro pasado hasta nuestro futuro. El trazo vertical de la cruz representa a nuestro nivel de ser en cada momento en el que cruza la línea del tiempo, entendiendo esa verticalidad como una escala graduada de nuestra consciencia y conciencia.
Es un mensaje subliminal que nos advierte de forma silenciosa, que el objetivo del hombre debe ser sobreponerse al devenir mecánico del tiempo, elevando nuestro nivel de ser consciente ante los acontecimientos que nuestro día a día vital nos plantea. En su conjunto, la cruz nos habla de sacrificio y de esfuerzo. De la necesidad de no abandonar, pues mientras nuestro tiempo dure, tenemos la posibilidad de elevarnos sobre él. De la calidad de fuerza necesaria para superar nuestras debilidades y de nuestra capacidad de elección para permanecer entre la parte inferior de su trazo vertical, que representa nuestro nivel más bajo de alerta, o bien tratar de elevarse hacia la concepción superior y real representada por su extremo superior. Nuestra preocupación nunca puede ser únicamente intelectual, pues sólo “pensar” en ello, nos hace derivar fácilmente hacia ensoñaciones que impiden “hacer”, si no confluye simultáneamente una genuina emoción que preste el motor a nuestra inquietud por responder nuestras preguntas clave sobre la vida.
Rodríguez Masonero, que nada sabe de la cruz, tampoco quiere saber de la cruz de los demás. En particular, de la que sobrellevamos en permanente via crucis desde que este farsante, rey de la hipocresía, rige la velocidad de desplazamiento por el trazo horizontal del tiempo. ¡Señor, qué cruz!
Autor: Perry
Publicado el 13 de noviembre de 2005
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