El PP es un partido de infames y calumniadores que utilizan el odio y la insidia como forma de hacer política. No entrecomillo la frase porque no es literal, pero casi. La talantosa retahíla de ofensas hacia los populares ha sido pronunciada por el ministro Montilla durante su intervención en una reunión del PSC en Barcelona, según nos informa ABC (enlace error 404). El ministro la ha proferido justo unos instantes después de haber marcado el territorio de la ética socialista: “Hace falta replicarles con firmeza [al PP] pero siendo escrupulosos con el estilo y las formas”. No hay duda, pues, de que su estilo es escrupulosamente injurioso y las formas que practica dicen mucho del ambiente político barriobajero donde Montilla se educó y desarrolló ese instinto indecoroso.
Me he reincorporado a la vida diaria tras un par de semanas de vacaciones y la de cosas que han pasado en tan pocos días. Observo que la actualidad del gobierno ZP tiene nombre propio: Montilla, quien a juzgar por sus declaraciones no cabe duda que debe estar muy escocido al habérsele pillado en las mentiras del currículum académico, además de con las manos en la Caixa, que justifica sobradamente su parcialidad sobre la OPA a Endesa. Ya no hablemos de la adjudicación televisiva de la “Sexta” a sus amigachos y de la bajeza moral continuada en otros cuantos temas, como el caso de “La Otra” en Madrid, o su deseo de cerrarle la boca al periodismo crítico. Por lo tanto es lógico el enfado de primerizo que padece el ministro.
Qué se puede esperar de alguien que hasta llegar al Ministerio de Industria ha desarrollado su vida pública en el oasis catalán, donde la impunidad es absoluta para la clase dominante. El desconcierto y la impotencia que acometen estos días a Montilla, son circunstancias propias de quien no se ve capaz de reaccionar ante las críticas de una oposición a la que no se la puede acusar del 3% para acallarla, y además sabe que esas críticas son ciertas, por lo que incluso le es imposible acudir a los tribunales. Y es que a Montilla le ha cogido desentrenado en lo relativo a que se aireen sus chanchullos, luego los insultos y espumarajos malolientes dirigidos al PP o a ciertos periodistas, a los que tacha de anticatalanes, son la respuesta lógica de quien hasta ahora tenía arropada sus irregulares actuaciones por el despotismo existente en Cataluña. En Madrid es distinto y Montilla lo nota, ya lo creo que lo nota.
Otra frase de Montilla que también me ha llamado la atención es esta: "Rajoy tiene que pedir perdón a Catalunya, tiene que desautorizar (a) Acebes y el mismo Acebes tiene que pedir perdón por acusar a los catalanes, que queremos un nuevo Estatut y que estamos respetando escrupulosamente la Constitución, de que estamos tutelados por los terroristas". Definitivamente no es posible alegar más falsedades en una simple frase, es preciso ser un sinvergüenza redomado para llegar a ese nivel de cinismo. Ni los catalanes están interesados en un nuevo estatuto, sino sólo su endogámica e inmoral clase política, entre quienes Montilla es todo un abanderado, ni se está respetando escrupulosamente la Constitución puesto que el objetivo principal del estatuto es cambiarla por la puerta falsa. En cuanto a la tutela de ETA, no puede ser más cierta, lo demuestran el pacto de Perpiñán y el reciente comunicado de la banda asesina.
Con todo, la desfachatez más acentuada de Montilla es el hecho de arrogarse la representación del pueblo catalán en este asunto del estatuto, cuando ninguno de los partidos políticos de la Cámara catalana presentó una propuesta clara al efecto, como la que se ha aprobado, en las elecciones autonómicas. ERC habló directamente de independencia; CíU se concentró en mejorar el autogobierno, es decir, más pasta, y el PSC se fue por las nubes de la mega corona de Aragón, o sea, una entelequia para bobos como los que por inercia o por considerarlo no nacionalista votaron a Maragall.
Este estatuto que Montilla cree respaldado por los catalanes, en mi opinión no es más que un proyecto de lesa patria elaborado por una caterva de interesados o traidores que alcanzan el número de 120, ni uno más. Y dudo mucho que el pueblo de Cataluña respalde una infamia semejante, en todo caso se le impondrá como consecuencia de la falta de democracia que desde hace más de 30 años vive la región catalana. Así, pues, si alguien debe pedirle perdón a la ciudadanía es el grupo de los 120 felones que sólo pensaron en ellos a la hora de elaborar semejante ley opresora de Cataluña y disgregadora de España. Eso sí, estoy seguro de que Montilla, en su condición de doblemente español, por nacimiento y por adopción, no tardará en engrosar la nómina de los personajes nefastos a la patria española. ¡Qué triste destino, bachiller!
Publicado el 26 de noviembre de 2005
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