Todo pueblo que se precie gusta de tener a buen recaudo sus propias leyendas y tradiciones. Muchas de ellas han viajado en el imaginario popular desde la noche de los tiempos y moran enraizadas en sus gentes y en sus almas en un eterno transitar a través de los siglos. Gran parte de esta herencia se ha visto en ocasiones alterada bien por la voluntad o la vanidad del propio interlocutor o simplemente porque el ser humano tiende a magnificar, olvidar u obviar detalles por el bien del interés del relato. Es lo que tiene la tradición oral. Tradición, historia e incluso mitología parecen condiciones necesarias, aunque no siempre suficientes, para empacar y dar apariencia de nación, eterna y mítica donde las haya, a todo pueblo que se precie o aspire a ello.
Leo en el nuevo grial de la sabiduría virtual -Wikipedia- punto de referencia y piedra filosofal de los nuevos santones digitales, hechiceros de lo cibernético y en definitiva trovadores e incluso bufones de la nueva era un curioso artículo sobre la mitología vasca en el que se llega afirmar que la cultura vasca es incluso más antigua que el cristianismo. Aléjeme yo de menospreciar, criticar o hacer mofa de las más sacras y profundas creencias de cualquiera de los pueblos, colectivos o simplemente individuos que moran los campos y llanuras de este valle en eterno tránsito. Allá cada cual. Que cada uno extraiga sus propias conclusiones. Hoy hablaré un poco de los regionalismos siempre mal llamados nacionalismos por última vez y espero que en mucho tiempo.
No me interesa seguir hablando del tema. No me interesa seguir participando en este continuo juego de crispación estúpido y estéril. Quisiera hablar a partir de hoy de las cosas que realmente me preocupan, de las cosas que la cortina interesada del conflicto pretende ocultar, en definitiva de las cosas que al común de los mortales nos afectan en nuestro diario devenir, ora sea la vivienda, ora el trabajo, ora la economía. Los regionalismos llevan años siendo parte interesada de la actualidad política cotidiana. Sinceramente creo que todas las partes en conflicto utilizan, manejan y manipulan el asunto según sople el viento. Y he dicho todas. Sin excepción alguna.
Como todo en esta vida hay muchas maneras de hacer las cosas e incluso los legítimos anhelos de un colectivo de formar una nueva entidad no escapan a estas básicas leyes de convivencia en sociedad. Podemos hacerlo como en la antigua Checoslovaquia que sin armar mucho ruido y sin casi percibirlo pasó a ser las actuales República Checa y Eslovaquia o podemos hacerlo como en Sarajevo: odio, muerte y violencia étnica. Me gustaría un poco de honestidad en este asunto. Honestidad por parte de todos.
Los actuales partidos denominados "nacionalistas" son un fraude para sus votantes. Si su meta es la independencia no alcanzo a comprender porque no se aboga por ella abiertamente y sin paños calientes. ¿De que sirve uno u otro estatuto si lo que se pretende es la independencia? ¿Por qué seguir tomando parte de las decisiones políticas de un país al que mancillan y desprecian? Por favor basta ya de medias tintas, de "mamoneo" y de manipulación. Y sobre todo basta ya de erigirse en próceres y paladines de las neo-patrias manipulando y engañando al pueblo al que dicen representar. Si el simple sentimiento de sentirse diferente es condición para erigirse en pueblo con identidad propia, ¿qué necesidad hay de reescribir y manipular la Historia sembrándola de falacias y odio al supuesto invasor? Es en este punto donde me gustaría ver comentarios, a ser posible honestos, de los hipotéticos lectores "nacionalistas". Si alguno de estos lectores basa su legítimo derecho a la auto determinación en cuestiones históricas, por favor le ruego comparta con todos nosotros esas fuentes, documentadas y contrastadas, en las que beben esas naciones históricas y ancestrales, más incluso que la propia España, y el momento o momentos históricos, citando batallas y personajes, en las que el ominoso enemigo español invadió e impuso su ley en los hoy supuestos territorios ocupados.
Por otro lado, ¿qué miedo existe y, sobre todo, qué poca confianza en el pueblo al que dicen representar para no promover un plebiscito popular? Sinceramente, si bien me siento cómodo con la actual disposición territorial de España a la que considero mi única patria tampoco creo necesario, hoy por hoy, llevar el debate hasta el extremo de obligar a pertenecer en ella al que no se sienta a gusto. Ahora bien, el mismo derecho que exigen los regionalistas para ellos mismos es el mismo que reclamo yo para mí y para mi nación: España. En un supuesto escenario de independencia de cualquier territorio español le corresponde a España y a sus habitantes el derecho a decidir el tipo de relación a mantener con la nueva entidad naciente por ejemplo en lo referente a la libre circulación de personas o mercancías. Qué nadie olvide que España es la única poseedora de los privilegios obtenidos por ser miembro de la UE y que cualquier nuevo estado resultante de un proceso centrífugo quedará al margen de ellos y, como nuevo estado constituyente, deberá de iniciar y establecer cuantas nuevas y legítimas relaciones internacionales desee, del mismo modo que los actuales países deberán de decidir por ellos mismos que nuevas y legítimas relaciones internacionales desean establecer con estos nuevos estados.
Así mismo estos nuevos estados debieran, en buena lógica, asegurar y garantizar la libre adscripción de cualquier parte de su territorio y en definitiva de sus habitantes que para eso son soberanos. Si yo como español acepto de buen grado la posibilidad de que los ciudadanos de Euskadi o Cataluña decidan sobre su futuro, lógico parece que los ciudadanos de Álava o el Valle de Arán decidieran también sobre su propio futuro. ¿Acaso un hipotético Estado Vasco que denegase a Álava el derecho de auto determinación no estaría corrompido por los mismos males que actualmente achacan al ominoso Estado Español?
Eso sí, las bases para un futuro referéndum han de ser consensuadas y respetadas por todas las partes intervinientes y sobre todo debieran de darse unas condiciones básicas como el derecho a votar en libertad sin miedo y sin pistolas y sobre todo asegurar que se aceptarán y respetarán por ambas partes los resultados obtenidos fruto de la libertad individual. Por mí adelante, yo no quiero tener a nadie en mi casa que no se sienta cómodo o que me vea como un furibundo enemigo. Tampoco quiero a nadie haciendo negocio del asunto y obteniendo rédito político en ninguno de los bandos en conflicto
En definitiva y, como no veo voluntad real de terminar con el asunto, de escuchar y respetar las legítimas opiniones y sentimientos de las personas que hoy convivimos bajo una misma bandera, firmo aquí hoy mi último artículo respecto al nacionalismo porque realmente no me interesa lo más mínimo hasta que dejen de hablar los representantes y hablen y ejerzan su libertad los representados. Para compensar tan larga reflexión y en un afán de compensar a aquellos con fuerzas para continuar la lectura me gustaría contar una anécdota que me ocurrió una vez en una ciudad de la costa oeste americana y que refleja cómo se manipula la voluntad individual para conseguir la tan ansiada independencia al precio que sea:
Caminando por las calles de una ciudad americana lo último que esperaba verme era una chapela entre la multitud. Observé a un hombre que posteriormente me confesó rondaba los ochenta, paseando con la típica chapela vasca. Entablamos una amable conversación sobre temas banales: la ciudad, sus gentes... y el hombre me preguntó finalmente que de donde era. Le contesté que, español, automáticamente y tras asegurarse pues le parecía extraño que los españoles hablásemos inglés, el hombre mostró una sonrisa pícara y acto seguido me espetó:
- Yo pasaba contrabando en la frontera cuando Franco. Soy vasco.
- Vaya ¿de qué parte?
- De Bayona.
- Entonces usted es francés
- No. Vasco, ¿no conoce usted el país vasco?
- Pues mire usted, no conozco ese país -mi curiosidad por ver su reacción iba en aumento- ¿por dónde queda?
- Pues entre Francia y España al sur de los Pirineos.
- Vaya. Y dígame... ¿es bonito?
- Bueno, la verdad es que solo estuve un par de veces. Por la noche, cuando me dedicaba al contrabando...
- Ah! qué pena, me consta que es un lugar maravilloso. ¿Hablará usted euskera verdad?
- Pues mire no, ni tampoco castellano.
- Ah...
- Mi abuelo me contó cuando era chico que en época de los romanos España y Francia luchaban por conquistar el País Vasco
- Joder!!! No me diga, cuente, cuente...
- Si, si como se lo cuento, pero los vascos que eran altos y fuertes rechazaban todas las invasiones y sobrevivían en su terruño a las embestidas francesas y españolas que sitiaban la zona. Un día César mandó a sus legiones, a los mejores legionarios. Y no volvió ninguno vivo!!!
- Vaya que interesante. Pero... ¿está usted seguro de que en época de los romanos ya existían Francia y España?
- Eso no me lo contó mi abuelo
- Vaya, yo creía que la Galia e Hispania era provincias romanas, pero quién sabe, continué por favor.
- El propio César al enterarse de lo sucedido acudió en persona montado en un blanco corcel para comprobar quienes eran esos aguerridos luchadores que habían infligido tan severo castigo a sus tropas y tozudamente se obstinaban en permanecer independientes. Entonces César, en virtud de su valor les otorgó la independencia...
- Oiga buen hombre, ¿ha leído usted a Asterix y Obelix?
- No por cierto, ni sé quienes son. ¿Por qué?
- Por nada, por nada, si lo decía su abuelo tendría razón, ya sabe usted que los abuelos son muy sabios.
Autor: John Sherman
Publicado el 28 de febrero de 2006
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