sábado, 3 de febrero de 2018

Comunicando



Raya, raya, punto, punto - punto, raya, raya, punto...
Pues sí, el sagaz lector lo habrá adivinado enseguida. Aprovechando que tengo el día tonto, me estoy entrenando para cuando esta y otras bitácoras de opinión personal sobre las circunstancias de nuestra vida y miserias, se vean “reguladas” en su libertad de expresión y contenidos, regresando de golpe y por necesidad al siglo XIX al poner de nuevo en práctica formas de comunicación alternativa, aún a riesgo de abusar del espacio radioeléctrico común, según la doctrina del clan de los montilleses. En Cataluña quizá fuera preferible utilizar el tam-tam (mucho más étnico, tribal y acorde con la “diferencia espiritual” omnipresente), aunque lo descarto para no incrementar el ya insoportable nivel de ruido existente.


¿Qué sería de nosotros sin la comunicación y la transmisión libre de conocimientos? Respecto a la transmisión, recuerdo ahora una anécdota que me proporcionó una vez mi propio padre cuando, durante mi infancia y al hojear viejas fotografías del álbum familiar, le pedí que me contara algo de la guerra civil española en la que él participó. Siempre indirecto en sus intenciones, me contó el caso de un combatiente que habiendo perdido un brazo debido a un obús criminal que llevaba escrito su nombre, y no pudiendo al final de la contienda encontrar trabajo en que ocuparse debido a su lesión, aprovechó la relativamente buena posición de su familia para dedicarse a prestar dinero a bajo interés al personal, actividad por la que finalmente fue conocido como el “manco español de crédito”. 

Del conflicto guerrero al fundamento de la Banca. A veces no hace falta más. Lo que entonces me parecían tomaduras de pelo y “regates” en corto por su parte, hoy no me lo parecen tanto, pues si algo le agradezco es que jamás me adoctrinara con ideología de ninguna clase, ni con justificaciones e historias de buenos o malos, en su no confesa intención de evitar estigmatizar mi inmaduro pensamiento con ajenas y traumáticas experiencias. 

Si yo hubiera estado en disposición de recibir la información y decidir por mi cuenta la utilidad de la misma, hubiera olvidado ese cuento absurdo. Como no era así, no lo he olvidado. Transmisión completada.  Otros no se conforman con el simple relato de los hechos e incorporan su visión o experiencia subjetiva a los mismos fabricando nuevos dogmas de fe incontestables. Eso puede funcionar siempre que no haya posibilidad de contraste de la información o no exista voluntad de contrastar por parte del receptor, capaz de “tragar” sin más con la consigna del predicador de turno. 

Este último siempre delatará su soberbia infinita, intentando desacreditar primero y eliminar después, cualquier otra versión que nos permita constatar la existencia de alternativas para la interpretación objetiva de la realidad. Esto es particularmente sangrante en lo tocante a fundamentos y principios, teorema moral habitualmente conocido por “hallarse en posesión de la verdad”, encaminado a la implantación educativa del pensamiento propio en mente ajena, más que al suministro de incentivos y materias primas no manipuladas necesarias para el libre desarrollo de una mecánica del pensamiento no adulterada o condicionada. La posible pérdida de credibilidad e interés por nuestra parte ante las proclamas del "predicador", suele hacer sufrir lo indecible al transmisor.

Pido humildes disculpas. Ya he dicho que tenía un día tonto. Será mejor que siga practicando.
... raya, raya – punto, punto – punto - raya, punto – raya - punto.

Autor: Perry
Publicado el 23 de noviembre de 2005

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