Me gustaría que alguien me explicase cuándo ha sido Cataluña una nación. Lo pregunto porque el diputado Durán i Lleida propone, quizá como una especie de término conciliatorio en el que incluye una trampa pueril, que en el nuevo estatuto catalán se le conceda a Cataluña el rango de “nación histórica”. ¡Arsa pilili! No querías nación, pues además histórica. O sea, con solera. ¿Y por qué no prehistórica, como las mentes de esos cromañones que han tallado en la pared de alguna cueva (redactar es otra cosa) un estatuto tan rupestre?
El actual territorio de Cataluña siempre dependió de terceros o se mantuvo fragmentado, regido por varios condes, quienes no dudaron incluso en guerrear entre sí. Mucho más nación sería Barcelona, principal condado medieval casi independiente durante una treintena de años, que lo que hoy conocemos por Cataluña, término que no apareció hasta el siglo XII. Luego vino la unión de ese condado barcelonés con el reino de Aragón, un reino que a su vez pasó por etapas de vasallaje a Navarra, Castilla e incluso al Cid. Pues bien, el nacionalismo, con la falsedad que le caracteriza, lo ha transformado todo en la Confederación catalano-aragonesa, algo que nunca existió y que hoy existe sólo en sus mentes.
Ni confederación, ni “catalano”, y mucho menos Principado, términos usados para concederle a Cataluña una singularidad de la que sus habitantes jamás fueron conscientes hasta hace siglo y pico, cuando el primigenio nacionalismo decimonónico, como si de un bello y farsante juego floral se tratase, decidió inventarse un pasado de “buen ver”. Porque, claro, puestos a inventarse glorias y a colocarse medallas, no era cosa de decirle al mundo que siempre, pero siempre y siempre, habían desempeñado el papel de subordinados de otros reinos. Así, sin ir más lejos, aquellos farsantes de entonces decidieron acordar que los almogávares (una banda de mercenarios) lucharon por Cataluña y crearon un imperio mediterráneo. Eso sí, se les olvidó anotar que las batallas las emprendían al grito de “Aragón, Aragón”. En resumen, entre los carolingios de la Marca Hispánica y el actual estatuto de autonomía, todo ha sido dependencia de terceros, como la mayor parte de regiones españolas.
No, señores nacionalistas. Ni Cataluña es hoy una nación, por mucho que insistáis en proclamarla así, ni lo ha sido nunca. La suerte que tenéis, malandrines, es que habéis dado con un presidente del Gobierno de la Nación española (única existente desde hace más de 500 años), al que quizá, por su condición de individuo atrapado por la entrepierna y maniatado por su propia cobardía, logréis arrancarle un bello distintivo nacional para vuestra región, sea histórico, sea virtual, sea ultragaláctico. Sin embargo, espero que consideréis otra circunstancia que motivará vuestro forzado logro, si es que llega a producirse, y asimismo reparéis en que para los que nos sintamos españoles jamás pasaréis de región de España, ¡nada menos! Algo que contentaría a los que poseyeran un miligramo de lealtad, lo cual es evidente que está bastante lejos de ser vuestro caso, en el que todo es perfidia y ansia de poder.
Publicado el 5 de enero de 2006
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