miércoles, 21 de febrero de 2018

Alianza de civilizados

Gracias sean dadas al Altísimo tras la batalla de las Navas de Tolosa (1212), victoria decisiva de una memorable alianza de civilizados.

Con lo tranquilos que estábamos por estas tierras ibéricas después del 11-M, resulta que ahora volvemos a meternos en "camisa de once varas". La consigna entonces fue clara y venía a decir algo parecido a lo siguiente: "o te vas de Irak y Afganistán o verás lo que es bueno". ¡Qué miedo que pasamos entonces! El resto de la historia ya la sabemos: supuestamente nos fuimos de Irak, que no de Afganistán, y vuelta a la normalidad. Los días del "pásalo" paulatinamente fueron reemplazados de nuevo por la correspondiente y reconfortante ración de cloroformo que nos permite vivir felices y contentos en nuestra "burbuja 1984".


Ironías aparte, el inquilino de la Moncloa continúa firmando cheques en blanco en pro de su Alianza de Civilizaciones y ofreciendo en bandeja de plata la cabeza de todo aquel que, osado él, interfiera en su idílico proyecto. Sin duda, nos encontramos ante un nuevo beso, otro más, de nuestro particular Judas al sistema de libertades y, sobre todo, de la libertad individual. 

Podemos discutir largo y tendido sobre la moralidad de este o aquel chiste basado en cualquier creencia religiosa. El hecho de publicar o producir esa clase de materiales entra dentro de la moral y la ética personal de cada individuo involucrado en el proyecto. Y no es una cuestión banal. Las creencias religiosas forman parte del plano más íntimo, espiritual y a veces irracional del ser humano. El hecho de que converjan espiritualidad, moralidad y ética hacen de ésta una cuestión especialmente sensible, digna de ser tratada con el máximo respeto. Estas premisas bien podrían definir las bases para debatir acerca de la moralidad y ética de este tipo de asuntos pero lo que no debe ofrecer la mínima duda es el marco que, y especialmente en las sociedades occidentales, permite este debate y no es otro que la libertad de expresión.

La contradicción, una vez más y por desgracia, aparece de nuevo revisando el caso español. Habitualmente en determinados medios de comunicación aparecen viñetas con contenido sensible acerca de la religión católica. El gobierno no ha dudado en participar en manifestaciones "cívicas" en donde se hacía ostensible mofa de la religión católica (véase manifestaciones del orgullo gay). Algunos políticos se han mofado sin ningún escrúpulo del martirio de Cristo en tierra sagrada para los cristianos (véase el "incidente" Maragall-Carod en Jerusalén). Todo entonces amparado en el cacareado marco de la libertad de expresión y de la democracia. Ni una disculpa. Las piras que antaño clamaban justicia en nombre de Dios y la Inquisición, no la del siglo XVIII, arden hoy en desiertos y montañas lejanas. Y ante ese fuego vengador, irracional y lleno de odio algunos representantes occidentales doblan el lomo y aceptan su supuesta culpa para evitar las llamas condenatorias. 

Yo no quiero alianzas con los que encienden las llamas. No quiero alianzas basadas en el miedo. Tampoco entiendo ese afán de alianza con estados religiosos diametralmente opuesto a la idea de estado laico que parecen defender algunos. Ayer la bandera española ardió en Irak. ¿Acaso el hecho de mancillar las creencias más íntimas de una buena parte de los españoles a través de este hecho no merece exigir disculpas? Algunos, los de siempre, verán en la bandera un mero trapo, pero al igual que las polémicas caricaturas son meros trazos sobre un papel, lo verdaderamente condenable es la intención de herir y mancillar. No creo que a nadie se le ocurra salir a la calle a apedrear la embajada de Irak o a quemar su enseña. No, espero que no, pero en buena lógica y como "civilizados" que somos... José Luis, ¿no deberías de pedir disculpas por la ofensa que ha recibido el pueblo al que representas?

Autor: John Sherman
Publicado el 7 de febrero de 2006

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