viernes, 23 de febrero de 2018

100 años arrojados al estercolero


El problema del socialismo, esa secta política cuyo empeño no es otro que el de lograr cuotas de poder para hincarle el diente y medrar a gusto cuanto más tiempo mejor, es que no te deja estar a su favor aunque lo desearas angustiosamente. No, no es posible, ni siquiera adoptando esa posición equidistante, tan falsa y tan de moda, que usan los que están dispuestos a comulgar con ruedas de molino y luego a hablarnos del buen regusto que les ha quedado en la boca. No es posible porque los dirigentes socialistas, además de incorregibles, son marrulleros y torpes hasta un grado escandaloso. Naturalmente, lo segundo es motivo de que se les note tanto lo primero.


Después de la fechoría cometida en esa TVE que, según Zapatero, sería poco menos que arcangélica cuando hasta ahora sólo ha demostrado sectarismo en ascenso (da miedo pensar qué hará en vísperas electorales), en la que mediante el uso de la impudicia se ha relacionado a Rajoy con la tortura y la algarada callejera (¡qué extraño!), a los directivos de la cadena no se les ha ocurrido otra cosa que alegar un fallo técnico que algunos analistas de primera fila, como Pablo Molina, han desmontado con argumentos a porrillo. ¿Fallo técnico, mendrugos? Fallo técnico es que se os haya visto tanto la patita de una prueba realizada en la “2”, canal de escasa audiencia, con vistas a contrastar el grado de impunidad resultante para, en su caso, arrear a todo tren en cuanto lo dispusiera el mando político al que servís.

Ahora, eso sí, piden disculpas por lo bajini y aquí no dimite nadie ni se le despide con cajas destempladas a ninguno, como sería lo adecuado. Si acaso al contrario, porque no me extrañaría que José Blanco, ese prodigio de buen gusto y oratoria, haya llamado a la Cafarell (antes o después del atentado a la democracia del Ente) y: o bien la haya incitado al hecho delictivo o bien le haya pasado la mano por el lomo a la directora, tras el intento de servicio al partido. Porque no olvidemos que Blanco hizo exactamente lo mismo pero en esa ocasión bajo la impunidad parlamentaria. Que esa si que es buena, la patente que da ser diputado para atentar de tal modo, como lo hace Pepiño, contra cualquier idea que signifique decencia. 

Mira que llevo años queriendo reconciliarme con el socialismo. Lo juro. Felipe no me dejó, su corrupción generalizada y su crimen de Estado, que los españoles soportamos estoicamente durante casi 14 años, atentaron de tal forma contra mi sensibilidad que salí huyendo de la quema bastante antes de que Mister X pasara a la reserva. Después me propuse documentarme un poco sobre los supuestos 100 años de honradez, por si había algún mueble salvable, y advertí que esa cualidad no aparecía por ningún lado y que el creador del eslogan —única habilidad reconocida de la izquierda: la estúpida consigna destinada al sordomudo y ciego político— debió “cometez” una errata al escribirla y en realidad quiso anotar cutrez, turbidez, sordidez, rigidez, invalidez e incluso minusvalidez ideológica y de comportamiento. Eso sí, la rapidez para la comisión de actos desestabilizadores (mientras viva recordaré las vísperas del 14-M) y la estolidez recalcitrante, década tras década, nunca les ha faltado. 

Ahora, en la triunfal era ZP (la de combinaciones que pueden llegar a hacerse que incluyan esas dos letras, destinadas siempre a convertirse en sinónimos de lo deficiente o lo malvado), el socialismo es aún peor que en la peor de sus “honradas” etapas históricas: Ese año 1934 en el que pretendió implantar en España la dictadura del proletariado y, junto al nacionalismo catalán, acometió una revolución que llegó a ocasionar casi 2.000 muertos e incontables heridos, además de numerosos estragos. ¿Cuál es la diferencia entre la etapa revolucionaria y nuestros días? Estoy dispuesto a admitir que en aquella ocasión se luchó por unos ideales. Ni la corriente igualitaria que patrocinaban, ni la situación política del momento podían justificar la revolución sangrienta que acometieron, pero el socialismo de entonces no había mamado más que marxismo-leninismo, obedecía a la Comintern y los líderes del PSOE, salvo Besteiro, poseían una moralidad agusanada en la que la falta de respeto a la Ley y a la vida de sus semejantes no contaba demasiado para disminuirles la “honradez” ni tampoco les atenuaba el propósito arribista.

Ahora, sin embargo, la revolución es sórdida y el cambio de régimen que se proyecta —al más puro estilo caribeño populista— no responde a ningún tipo de ideales que tengan justificación en un país democrático como es España —del que por desgracia hay que descontar ya (y desde hace tiempo) regiones como Cataluña y Vasconia (totalitarias ellas)—, que además se encuentra afiliado a esa Europa de los ciudadanos donde, quizá algún día, comience a legislarse en serio a favor de la libertad individual. No, no es posible adjudicarle al socialismo de hoy, una vez deducidas esas consignas que se sabe no responden a la realidad, propósito alguno que vaya destinado al bien común del conjunto de los ciudadanos de España. Al contrario, todo es forcejeo con el nacionalismo entre el si me apoyas te doy tanto y se lo quito a esos fascistas de mierda (póngase aquí cualquier autonomía gobernada por los populares), que además no merecen ni agua (literal).

La última “bravura” del socialismo zapateresco, ese que clama a favor de la “Alianza de Civilizaciones” con los que se muestran dispuestos al uso de la mochila bomba en trenes de cercanías, pero no es capaz de respetar ni atender a la Oposición política, consiste en rendirse ante una banda asesina de supuestos vascos (ser vasco es otra cosa) que tiene a sus espaldas casi un millar de muertos y que, como condición para una tregua de tipo contentavillanos —otros dirían engañabobos—, sacará un comunicado en el que aparezca, en negrita y mayúsculas, la palabra PAZ. Una palabra que probablemente irá destinada a ser impresa en las papeletas electorales de un partido político, el PSOE, que cree adecuado el uso de la felonía a cambio de revalidar otros cuatro años el poder. Al fin y al cabo la inversión no es mucha, apenas dos regiones españolas que camparán a su aire: Cataluña, autorizada estatutariamente a colonizarnos a los demás y a oprimir a sus oriundos, y el País Vasco, donde los agitadores del árbol habrán demostrado que el uso del hacha sanguinolenta goza de derechos ante los cobardes. 

Así que no soy capaz de estar a favor del socialismo. Como indicaba al principio y aclaro ahora, es por una simple cuestión de conciencia liberal: Me gusta dormir tranquilo por las noches y si respaldase a los infames no lo lograría. 

Publicado el 18 de febrero de 2006

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