Decía Charles De Gaulle que el carácter es la virtud de los tiempos difíciles. Pero mira por dónde, la frase del general galo vino a ser un antecedente de ese talante zapateresco que no dice absolutamente nada si no le acompaña también un determinativo. En el caso del carácter que De Gaulle define como virtud, debemos de entender igualmente que precisa su complemento: carácter respetuoso con..., carácter divertido..., carácter displicente..., y hasta carácter zapatético, que como todo el mundo sabe es el carácter de los que poseen talante para asumir con naturalidad la malversación de la patria.
De Gaulle, personaje decididamente poco malversador de Francia, quizá se refería a la personalidad de los individuos. Incluso es posible que su cita haya llegado hasta nosotros a través de una traducción poco clara. Lo que ocurre es que personalidad, a secas, es asimismo un vocablo huérfano e inexpresivo. El genial Cervantes llegó a decir, a propósito de la personalidad, que cada uno es como Dios le hizo y aún peor muchas veces. La criatura en la que el padre de Don Quijote estaba pensando para enmendarle la plana nada menos que a Dios, no andaría muy lejos de ser un fulano con talante y dispuesto a desenvainar ocho soluciones para cada problema. Ocho soluciones, probablemente a cada cual peor, destinadas a un problema creado por él mismo.
También es posible que De Gaulle se hubiese querido referir, al menos en parte, a la apariencia de las personas. Claro que si a la apariencia no le añadimos nada más, como por ejemplo apariencia de farsante, apariencia de pardillo, apariencia de mentecato, e incluso apariencia de iluso, no será fácil describir a alguien que posee carácter y talante a raudales, sobre todo si consideramos que los tiempos son en verdad difíciles y se intentan solventar esas dificultades con actos de malabarismos y castillos en el aire, algo que, esta vez sí, serían definiciones adecuadas para la alianza de civilizaciones.
¿No será fama lo que De Gaulle quiso adosarle a su carácter para los tiempos difíciles? Quizá no, porque fama es la opinión que la gente tiene de una persona, y la fama puede ser buena o mala, e incluso pésima, que aseguraría es la condición que los poseedores de carácter, talante y apariencia llevan camino de conseguir. Decía Cicerón que no preocuparse en absoluto de lo que la gente opina de uno mismo, no sólo es arrogancia sino también desvergüenza.
Finalmente, incluso estoy por creer que De Gaulle relacionaba el carácter con el comportamiento. Pero lo cierto es que tengo mis dudas, porque comportamiento parece ser la acción de... Y uno no siempre se comporta como debe, ni como exige el cargo que ocupa. El filósofo francés Bobald dejó para la posteridad una frase que hoy parece hecha a medida de ciertos gobernantes: Lo más difícil no es cumplir el deber, sino conocerlo.
Publicado el 15 de octubre de 2005
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