miércoles, 24 de enero de 2018

Tras el “Estatut”, la Cataluña ingobernable

Corría el año 1992, la clase política catalana remaba en el mismo barco (curiosamente atado al muelle) y se sentía feliz ante el chorro de millones que España (entonces no les robaba) iba a regalarles para que organizaran la Olimpiada de Barcelona. 

Zapatero ha logrado en año y medio ponerse en contra a la mitad del PSOE, la razón: su desistimiento ante la unidad de España. Maragall, por su parte, en menos de dos años recibe ya las criticas de todos los componentes del Tripartito, incluso de su propio partido. Nos hallamos, pues, ante dos hombres de condición omnímoda y mesiánica, sin sentido alguno de Estado, a los que España deberá soportarles sus veleidades calamitosas hasta que haya un número suficientemente alto de ciudadanos que sientan aversión hacia ellos y las elecciones generales o autonómicas no anden demasiado alejadas.


Juraría, no obstante, que el número adecuado de gente hastiada de ZP y Maragall no tardará en alcanzarse, eso en el supuesto de que no sea ya mayoría. Pero la suerte que tienen ambos presidentes es que han sido elegidos por cuatro años y encima se sienten respaldados, nunca admirados, por otras formaciones radicales que no ignoran la conveniencia de mantenerlos en el poder. 

Pongamos que el jefe de ERC se levantara un día con el pie izquierdo y decidiera no apoyar a Maragall. Lo suyo sería, previo acuerdo con CiU, una moción de censura y mandarlo a la oposición. Pero el asunto no es tan fácil, porque la última palabra en el caso de las autonomías que accedieron por el artículo 151 de la Constitución corresponde a sus respectivos presidentes, que tienen la facultad de disolver el parlamento y convocar nuevas elecciones. Y la impresión que nos ofrece Maragall, cuando afirma algo tan sabido como que los cambios en el Ejecutivo son competencia suya, es que les está diciendo a sus socios lo siguiente: Ojito con las mociones de censura, porque si me tocáis mucho las “destos” saco enseguida el decreto de disolución, me llevo la escalera y os dejo a todos agarrados a la brocha. 

Y unas nuevas elecciones en Cataluña no convienen a nadie por el momento, salvo al PPC, claro, pero Piqué bien poco cuenta en un ámbito donde o se es nacionalista o se es un apestado. Digo que no convienen a nadie porque todos temen una debacle. Maragall el primero, que está bien seguro de no contar con el apoyo del PSC para poder presentarse a la reelección. Carod aún siente menos deseos de volver a las urnas, aparte de su horror a Puigcercós, que hace tiempo le viene preparando una buena cama, y además está convencido de que jamás volverá a presentarse como el “alabado” de todos. Se acabó para Carod el ser tratado con guante blanco por unos y otros, ahora ya se sabe enemigo de convergentes y socialistas y durante la campaña no será al PPC a quien más critiquen, sino a Esquerra. De CiU ya ni hablemos, desde que chupa banquillo no ha hecho más que perder votantes de uno y otro extremo de su clientela electoral. 

Cataluña se ha convertido en una comunidad ingobernable, como esa Italia de los años 70 y 80 cuyos gobiernos apenas duraban un año. En Cataluña no existe recambio posible a unos políticos que no son de este mundo ni escuchan a su pueblo. Unos políticos que se han mantenido con alguna cohesión durante los dos últimos años sólo porque preparaban el gran asalto a la Constitución española. Presentado el nuevo Estatuto en el Congreso, ahora ya no existe nada que les una, de modo que en buena lógica van a dispararse los cambios de Gobierno, los rumores de nuevas elecciones, las insinuaciones de mociones de confianza o censura...

En resumidas cuentas, que lo de la política catalana es un continuo forcejeo entre gente del hampa. Las intimidaciones, las amenazas, los chantajes y los reproches no dejarán de sucederse haya o no elecciones. Es lo que ocurre cuando la población no distingue entre el comportamiento de unos y de otros al haber en el Parlamento catalán casi un 90% de nacionalistas. No hay alternativa, y por lo tanto es imposible abrir las puertas y que entre oxígeno. Y lo malo no es eso, sino que todos ellos han decidido buscar un enemigo exterior para evitar que el fuego amigo (el nacionalista) les cause demasiadas bajas. Y mira por dónde ese enemigo se llama España y su gobierno está regido por alguien que no sabe ni quiere defenderla. 

Publicado el 17 de octubre de 2005

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