Vaya en primer lugar mi sentimiento solidario con las familias de las víctimas en el incendio de Guadalajara, tenéis todo mi afecto y la promesa de que la próxima visita turística de cierta duración la realizaré a La Alcarria, que será una forma modesta de contribuir a que vuestro bienestar no decaiga demasiado. Que cunda el ejemplo, porque como decía Apuleyo respecto al apoyo a nuestros semejantes: “Uno a uno, todos somos mortales. Juntos, somos eternos”.
No me es posible dejar de analizar desde un punto de vista político (esta bitácora está dedicada a ello) lo que significa la adversidad alcarreña. Es la segunda gran desgracia que sucede en los bosques españoles y a Rodríguez Zapatero le ha pillado de nuevo sesteando junto a su propia indolencia. Cualquier asunto importante que ocurra en los fines de semana, a partir de los viernes al mediodía cuando concluye el Consejo de Ministros, no va con él ni con su talante. Sencillamente no interesa o manda que se ocupe La Voge, vestidita siempre con ropa de marca y maquillada de colorines a juego, que para eso es socialista, solidaria y progresista. Nos encontramos, pues, ante un presidente de gobierno a tiempo parcial y a dejadez total, especialmente refractario cuando se trata de dar la cara en las tragedias humanas, sobre las que cualquiera diría que prefiere desconocerlas ya que lo suyo es puro diálogo de civilizaciones, como ahora se llama a la cobardía política y al mirar para otro lado mientras se silba un soniquete.
El verano pasado se quemó media Andalucía, con dos víctimas mortales y pérdidas cuantiosísimas, y ZP, que por entonces se encontraba veraneando en Menorca, pasó muy mucho de acercarse a las zonas calcinadas y le vimos cómo desde un yate se zambullía en el mar, en esas aguas fresquitas y transparentes tan alejadas del calor de los incendios. ¡Ozú! A juzgar por lo que se sabe, y se sabría porque los medios adictos a la Secta lo habrían aireado a los cuatro vientos, después de casi un año el talantudo aún no ha recorrido esas zonas andaluzas ni ha pasado por edificio de ayuntamiento alguno, como hicieron Chaves y la Narbona en el principal pueblo afectado, para prometer un oro y un moro con la intención de aplacar la ira de los afectados y luego, naturalmente, no cumplir al más puro estilo socialista.
Ahora, desgraciadamente, ha sucedido otro tanto en La Alcarria, pero esta vez con 11 personas fallecidas, pueblos enteros desalojados y miles de hectáreas calcinadas. ¿Dónde estaba ese ZP tan aficionado a manifestarse en los accidentes del petrolero? ¿Dónde estaba el presidente del gobierno autonómico cuyos “vecinos se consideran abandonados ante las llamas”? ¿Se escuchará en esta ocasión el “nunca mais”, como bandera sectariamente política, o el “queremos saber” de unos progres que cuando alcanzan el poner sólo se dedican a intentar conservarlo? Con todo, lo peor es la siesta permanente de quien aún no ha comprendido que ser el presidente del gobierno de España lleva implícito en el cargo, además de un gran honor, la dedicación más absoluta.
El diario El Mundo, al que debo recurrir más a menudo de lo que me gustaría, en una de las crónicas de la tragedia de Guadalajara llega a escribir el siguiente párrafo: “Algunas vecinas de Luzón, de donde dicen haber sido desalojadas al grito de “por las buenas, por las malas o a tiros”, aseguran que las autoridades no han proporcionado los medios que detallan las cadenas de televisión”. De ser cierta la referencia que ofrece el diario, y en principio no debo cuestionar su veracidad, nos encontraríamos ante unas autoridades nacionales y autonómicas que de nuevo han llevado la inmoralidad política a su máximo grado, puesto que se amenaza a la población afectada, además de no atenderla como es debido, y se miente compulsivamente a la sociedad en general. Y todo ello se hace para tapar la dejadez, la incapacidad de gestión y la nula disposición a ocuparse de problemas realmente serios.
Ante tanto desvarío de quienes viven obsesionados H-24 en satisfacer a los independentistas embaucadores, dedicándole sólo los minutos de la basura a los asuntos que de verdad cuentan para que una nación prospere (qué digo prospere, dejémoslo en que se mantenga), no es de extrañar que también sea cierto lo que afirma otro de los párrafos de la misma crónica periodística antes aludida: “Algunos afectados llegaron a golpear el coche oficial de la vicepresidenta y escupieron a su paso”. Quizá fuese de asco e impotencia ante quienes prometían el cielo y han traído el infierno, llamas incluidas.
Por cierto que, no me resisto a destacarlo, Fraga acabó con la plaga de incendios en Galicia, vamos a ver qué hace ahora la nueva coalición nacional-socialista. Permanezcamos atentos a la jugada, es la forma de contrastar entre unos y otros políticos y que al final todo se sepa, así el pueblo quizá elija a los mejores para que nos gobiernen, no a los más respaldados por la prensa interesada.
Publicado el 18 de julio de 2005
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