Durán i LLeida es uno de esos políticos trotones, de largo recorrido, a quien lo único que le ha impedido haber llegado más lejos es esa desigual coalición que su partido estableció hace años con la formación de Jordi Pujol. Las huestes pujolistas fagocitaron poco a poco a la pequeña Unió e impidieron su desarrollo como partido más centrado en la realidad catalana y menos propenso a imbuirla “por un tubo” de nacionalismo falsario. A Durán también le pierde su, a intervalos, ramalazo catalanista extremo que, a su vez, roza el extremismo nacionalista de Convergencia. Claro que los suyos son tics de cierto fanatismo que el mandamás de Unió quizá crea forzoso exhibir a modo de profesión de catalanidad, toda vez que se trata de un señor que ha nacido en la provincia de Huesca y no posee el pedigrí adecuado para llegar a la cúspide política en una región donde la clase dirigente debe ser de “Casa Nostra”, término relativamente fácil de confundir en el fondo y en la forma con la “Cosa Nostra”.
Durán pertenece a la democracia cristiana de siempre, caracterizada por la moderación y el respeto a los valores esenciales del ser humano, como el derecho a la vida, a la libertad, a la familia y a la justicia, valores tan castigados hoy por la coalición nacional-socialista que nos (mal)gobierna en España (año 2005) y también en algunas comunidades cuyos políticos se creen naciones y dedican todos sus esfuerzos a que se les reconozca tal fantasía. Lo que sucede es que el pueblo, incluso adoctrinado desde hace 35 años mediante ese tercer grado que sólo los nacionalistas son capaces de aplicar, pasa del tema de las naciones de diseño, posición ciudadana que no afecta a Durán y los suyos, puesto que la democracia cristiana de Unió usa un vino de misa bastante avinagrado por el nacionalismo corrosivo de su socio.
Pues bien, ese político veterano y con visión de medio plazo, que conoce como pocos los entresijos de la vida nacional (la real, la española), y al que Aznar le ofreció en su día la posibilidad de ocuparse del Ministerio de Asuntos Exteriores —lo impidió Pujol en un ataque de cuernos—, ayer se despachó a gusto con el desvalido Zapatero. De entrada Durán le reprochó al presidente por accidente que hubiese corrido a felicitar a Schöder y al mismo tiempo calificase de fracaso el resultado de Angela Merkel. Con otras palabras, Durán llamó estúpido a ZP y le aclaró cómo debe comportarse: “Cuando ningún primer ministro de Europa ha hacer algo parecido”.
A continuación, Durán añadió lo que mucha gente piensa de Zapatero: “No sólo nos ha enemistado con el país más fuerte del mundo sino que también puede conseguirlo con el más fuerte de Europa. Puede que haya materias que en la Oposición se aprenden en dos tardes —continuó—, pero en el Gobierno hay algo que a la media hora ya tiene que tener aprendido: en política exterior no cuentan las pasiones personales y partidarias”.
Concluye la breve pero jugosa crónica de El Semanal Digital: “Un abrumado Zapatero ante el colosal rapapolvo —combinando dureza y elegancia— que le había caído de Duran i Lleida, reconoció que quizás ‘no había estado afortunado’ y se limitó a tomar nota del ‘consejo’ del nacionalista catalán”. Ante verdades como puños, uno se pregunta, ¿qué podía haberle respondido a Durán nuestro presidente inconsecuente y negligente? Nada, puesto que es un tipo sin reflejos en cuanto se aparta un milímetro de las consignas que otros le escriben. Ya lo decía Goethe: “No hay espectáculo más terrible que la ignorancia en acción”.
Artículo revisado, insertado el 22 de septiembre de 2005 en Batiburrillo de Red Liberal
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