La izquierda española arrastra un problema grave desde 1939: no ha superado la derrota que sufrió en nuestra trágica Guerra Civil. Una guerra que en el fondo nadie quería, pero a la que prácticamente todos los españoles contribuimos a hacerla estallar. Fruto de esa falta de superación y gracias al empuje guerracivilista de José Luis Rodríguez Zapatero (posiblemente apremiado por sus creencias gnósticas, derrotadas en la contienda) han proliferado como setas decenas de asociaciones y foros de verdadera des-memoria hist(é)rica que parecen estar dispuestos a hacernos comulgar con ruedas de molino. Pero, por si no se han enterado, el españolito medio tiene ya puestos los dos pies en el siglo XXI y no quiere saber nada de las viejas batallas del socialismo y del anarquismo que sumergieron a España en un periodo revolucionario sin precedentes en nuestra antigua -que no vieja- Historia.
Ayer dábamos cuenta de un infausto historiador (?) que escu(l)pió -elijan ustedes- una infame frasecita difícil de olvidar: "La guerra la ganaron los que no tuvieron piedad". Ay, Señor, Señor, qué malas son la infamia y la envidia. Cómo se podrá decir semejante disparate en pleno año 2005. Este tipo de asertos corresponden más bien a los publicistas más extremistas de la guerra, cuando desde las terminales propagandísticas hablaban de la "vesania roja" o el "nazismo criminal" para desprestigiar a las zonas contrarias. Pero en pleno siglo XXI ya me dirán ustedes cómo se puede andar escribiendo libros sobre la Guerra Civil cuando se creen tales barbaridades. Nuestro colega de Redliberal, Alberto Illán, cree que Antony Beevor es un tío estupendo, opinión que respetamos como tantas otras, pero en realidad es un resentido como la copa de un pino. Porque en la Guerra Civil, se diga lo que se diga, no tuvo piedad ninguno de los dos bandos. Se mató con la connivencia del Poder en ambas zonas. Franco y Azaña, Azaña y Franco dejaron hacer a extremistas de uno y otro bando. Extremistas que, por cierto, ya es hora de acabar con el mito, no siempre eran falangistas/carlistas ó comunistas/anarquistas. También fusilaban y mandaban fusilar gentes de la CEDA o del PSOE/Izquierda Republicana. Y si no, que se lo pregunten a García Lorca.
Volviendo a la falta de superación de aquel conflicto por quienes se sienten herederos ideológicos del bando republicano-marxista, lo cierto es que en estas últimas semanas nos hemos topado con otros dos arquetipos de resentidos izquierdistas. Si Antony Beevor demostraba ayer que es el prototipo de infame (sin comillas), hoy vamos a hablar del "ignorante" y del "comprensivo" (con comillas).
1. El "ignorante": Santiago Carrillo Solares fue el responsable directo de las terribles matanzas de Paracuellos del Jarama que se llevaron por delante a unos 5.000 madrileños, casi todos con cierta relevancia profesional. Bien, pues hace algo menos de un mes decía con todo su rostro lo siguiente: "Yo no sabía ni que existía Paracuellos". Por eso, precisamente por eso, existen tantos y tantos libros que le relacionan, a él personalmente, con el genocidio madrileño; el mayor de la guerra, por otra parte. Y por eso, el Google está repletito de entradas en las que sucede exactamente lo mismo. Ah, pero él, tan listo para estar bien arrimado siempre al sol que más calienta, ni siquiera sabía de la existencia de Paracuellos. ¡Pues vaya delegado de Orden Público de una provincia, que no sabía ni las localidades que existían en sus "dominios".
2. El "comprensivo": Obviamente, del sectarismo izquierdista tampoco se escapan investigadores, periodistas e historiadores. Algunos de ellos, como Ian Gibson, otro de los anglosajones dedicados a destrozar nuestro pasado, acaba de columpiarse con una frasecita que bate todos los records de villanía imaginables; y los inimaginables, también: "Paracuellos fue terrible, pero lo entiendo". La verdad es que había quienes, como Carrillo, se habían intentado escaquear del genocidio republicano-marxista; había quienes habían intentado restarle importancia, reduciendo lo que han podido el número de víctimas. Hasta que Rafael Casas de la Vega, Ricardo de la Cierva o César Vidal demostraron, muerto a muerto, con nombres y apellidos, lo que pasó en Madrid en 1936; ahora bien, hasta la fecha, el grado de vileza de los izquierdosos neomarxistas nunca había llegado a tal punto como para justificar o entender tal matanza. La mayor, repetimos, de toda la guerra civil. Y conste que por ello no vamos a despreciar ni un solo muerto de matanzas menores. De unos y de otros. De los "buenos" y de los "malos", como decía otro sectario, Peces Barba.
Ya ven, queridos lectores, cómo la izquierda sigue en los suyo: en volver al pasado. Remueven y remueven hasta la extenuación. Ahora bien, hasta qué grado de chulería están llegando que ya no respetan ni a los asesinados por las milicias republicanas. Ellos, que piden tanto recuerdo, tanta memoria, tanta reparación para con "sus" muertos, se ríen a la cara de todos los españoles de los asesinados por órdenes expresas, directas y a conciencia de gentes como Santiago Carrillo o André Marty.
Lo mismo nos salta Zapatero cualquier día con alguna resolución secreta de la ONU que ampare post mortem tales crímenes. Ya saben que para Zapatero, lo importante es lo que diga la ONU. Las tropas españolas reconstruyeron en Irak más de cien escuelas, una veintena de hospitales y otros tantos edificios municipales; asimismo detuvieron a algunos peligrosos delincuentes y destruyeron más de 60.000 bombas, minas y artefactos explosivos. Pero como no había mandato de la ONU, no hay labor humanitaria que valga. Volviendo a la hipotética resolución de la ONU, quizás hasta aparezca escrito algo como ésto, dedicado a los familiares y descendientes de los fusilados por los republicano-marxistas: "Eran del bando de los que no tuvieron piedad y se entiende que los mataran". Algo parecido dirán. Si leen despacio este artículo, se darán cuenta de que ya lo han dicho...
Autor: Smith
Publicado el 22 de septiembre de 2005
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