A principios del siglo VIII, con motivo de la elección del nuevo rey visigodo, se desató en España una importante conspiración a la que le siguió una guerra civil que literalmente acabó con la unidad de España, entonces denominada Hispania. El resultado puso en manos del Islam, durante casi ocho siglos, toda o buena parte de la Península Ibérica, las Baleares, la Septimania visigoda y el condado de Ceuta. Al rey hispano-godo de la época le conocemos como Rodrigo, la conspiración corrió a cargo de los vitizanos, que no aceptaron que la corona recayese en alguien distinto a Akhila, hijo del fallecido rey Witiza. Magrebíes y vascones, cuyos brazos se alquilaron como mercenarios, fueron los auxiliares de la conspiración.
Oppas y Sisberto, hermanos de Witiza y tíos carnales del joven Akhila, que permanecía como duque de la Tarraconense, enviaron mensajeros cargados de oro y promesas hasta Vasconia y Qairuán (Túnez), con el objeto de lograr apoyo para la causa vitizana. Los vascones debían iniciar una amplia revuelta, como así sucedió, y a los musulmanes les correspondió poner un ejército al servicio del candidato Akhila, al que se le sumarían los ejércitos de la Tarraconense y la Septimania, que finalmente desertaron en la batalla del Guadalete. El resultado es bien conocido: La invasión islamita, el posterior asentamiento generalizado de los musulmanes en el reino hispano-visigodo, la pérdida de España durante varios siglos para la Cristiandad y el nacimiento de diversos reinos y condados en nuestra península que, en el correr de los tiempos, originarían abundantes movimientos centrífugos y desestabilizadores.
La situación de entonces es perfectamente comparable con la que hoy vivimos. Véase, si no, el reparto de los personajes y los territorios:
Rey Rodrigo = Rey Juan Carlos, impotentes e ineficaces para detener a tiempo la conspiración y la ruptura de la patria.
Akhila = Rodríguez Zapatero, moldeables y atolondrados individuos sin carácter y sin lealtad. El primero de ellos, candidato a la Corona, obró así debido a su juventud y a la nefasta influencia de sus parientes; el segundo, ZP, procede con tal deslealtad a consecuencia de su inmoralidad política y su falta de escrúpulos para lograr la permanencia en el poder.
Oppas y Sisberto = Maragall y Carod-Rovira, renegados del concepto de España y entusiastas de la omnipotencia que conduce al logro de sus propios fines.
Conde Julián = Ibarretxe, la alta traición personificada en ambos casos. Sin más.
Emir Musa (más conocido como el moro Muza) = Mohamed VI, compulsivamente dispuestos a conquistar territorios ajenos.
Vasconia y Tarraconense = Vascongadas y Cataluña, focos infestados de conspiradores que actúan sin respetar la voluntad del pueblo.
Mauritania Tingitana = Marruecos, de donde casi siempre han partido los primeros asaltantes de nuestra patria.
Toledo = Madrid, capitales respectivas de los reinos hispano-visigodo y de España, donde se decidió y se decidirá el desenlace de ambas conspiraciones.
Faltaría hallar un personaje histórico del siglo VIII que encarnase el papel que hoy desempeña Polanco. He repasado los que merecen algún descrédito histórico, puesto que en la comparativa con Polanco no podemos buscar sino el borrón del personaje interesado exclusivamente en sí mismo, y sólo me surge uno:
Egilona = Polanco. Egilona fue la esposa del rey Rodrigo, que a la muerte del monarca godo se entregó codiciosamente a los invasores y se casó con Abd al-Aziz, hijo de Musa y primer emir de Spanía (llamada así por los árabes de la época puesto que al-Andalus fue un término adoptado con posterioridad). Polanco anduvo casado una serie de años con el régimen franquista, del que extrajo privilegios y ventajas. A la muerte del dictador Franco, Polanco se entregó codiciosamente a la Secta, que centuplicó sus ventajas y privilegios en tiempos del emir González, hasta convertirle, pese a su defensa hipócrita de ese socialismo en el que nunca ha creído, en una de las tres personas más ricas de España. Sí, Polanco es la Egilona codiciosa de nuestro tiempo.
Como podemos ver, nada hay nuevo bajo el Sol de España. Ocho siglos costó entonces recuperar el espíritu de nación unitaria, algo que se mantuvo a lo largo del reino visigodo. Esperemos que no cueste otro tanto, y otras tantas batallas, situar en el lugar adecuado a los traidores de la Patria hispana y a los conspiradores separatistas.
Publicado el 3 de octubre de 2005
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