sábado, 6 de enero de 2018

Galicia, nuevo bastión antijuancarlista


No es que nos sintamos especialmente monárquicos, pero dado que la Constitución Española en su título preliminar, art. 1.3., señala que “La forma política del Estado español es la Monarquía parlamentaria”, con los tiempos que corren hay cosas que mejor no meneallas. Asimismo, en su art. 56.1 la Carta Magna señala “El Rey es el Jefe del Estado, símbolo de su unidad y permanencia, arbitra y modera el funcionamiento regular de las instituciones, asume la más alta representación del Estado español en las relaciones internacionales, especialmente con las naciones de su comunidad histórica, y ejerce las funciones que le atribuyen expresamente la Constitución y las leyes”.


De un tiempo a esta parte, y muy especialmente desde la irrupción del zapaterismo en la escena política española, ha renacido el viejo espíritu republicano que tan escaso éxito ha cosechado en las milenarias páginas de nuestra Historia. Dos son los aspectos que desvirtúan esta cuestión ab initio:

-Primero: La tendencia de la izquierda española a apropiarse del republicanismo y el rechazo por parte de ésta a hacer partícipe del sistema republicano a la derecha, como demostró la fracasada experiencia de la CEDA y Gil Robles.

-Segundo: El carácter republicano de todos los partidos separatistas, sin excepción alguna (CiU, ERC, PNV, EA, PCTV, Aralar, BNG…). Dado que casi todos han tenido o tienen parcelas importantes de Poder, el asunto tiene su especial gravedad.

Al margen de estas premisas hay que señalar la obsesión por parte de la Casa Real de congraciarse con la izquierda, por extremista que sea, y de hacer un cierto (el justo) vacío a la derecha. ¿La razón? El ex ministro de Cultura de la UCD, Ricardo de la Cierva, fue informado en una audiencia por Juan Carlos I de que, a diferencia de su abuelo Alfonso XIII, él sólo saldría de España con los pies por delante. Entonces, Juan Carlos no tenía tanto dinero como ahora y posiblemente ahora se dejaría de sentimentalismos y se exiliaría a cualquiera de los paraísos mundiales en los que recala de cuando en cuando. Pero, volviendo al meollo de la cuestión, lo cierto es que España aguanta una situación harto esquizofrénica, al sufrir la derecha una mayor marginación que la izquierda por parte de la Casa Real, aún cuando siempre fue más fiel que la izquierda a los principios monárquicos: por patriotismo, por tradición o por lo que sea. No hace falta ver más que la diferencia existente entre las relaciones de Juan Carlos con Felipe González y José María Aznar. Lo que está claro es que Juan Carlos siempre ha querido congraciarse con los "republicanos" para "asentar" la Monarquía. Si a ésto añadimos la extraordinaria fluidez de relaciones personales y económicas existente entre los Borbones y el Grupo Prisa, la verdad es que el panorama es un tanto desalentador.

Bien. Hoy ha tomado posesión de su cargo de Presidente de la Junta de Galicia, Emilio Pérez Touriño. El nuevo Presidente de Galicia nos ha obsequiado con un elocuente discurso en el que nos ha informado de que él liderará personalmente un "galleguismo cívico, de la ilustración y del resurgimiento, de los republicanos y de los federalistas". No sabemos qué habrá pensado (?) Juan Carlos cuando haya escuchado esta perorata republicano-ilustrada en la que se cuestiona palmariamente la forma del Estado (república por monarquía) y su propia estructura (federalismo por autonomismo), pero la situación política parece que empieza a despeñarse por los cerros del republicanismo federal-asimétrico a velocidad de vértigo.

Ya no es un iluminado como Julio Anguita, el encargado de dar la nota tricolor al panorama político nacional, no. Estamos hablando de un Estado cuyo Gobierno está dirigido por un republicano, al parecer, francmasón (la orden secreta es netamente republicana). Asimismo, el Gobierno se ampara en dos partidos abiertamente antidinásticos (IU y ERC). Por otra parte, tres son ya las comunidades autónomas de carácter netamente republicano (País Vasco, Cataluña y Galicia), y ello sin contar con otras, como la de Aragón, dirigidas por un socialismo bastante poco entusiasta del monarquismo. Lo más grave de todo es que, con una reforma constitucional sacada por Zapatero de la manga, con unas reformas estatutarias en el aire, el neorepublicanismo no contribuye precisamente a la estabilidad institucional ni a la defensa del orden constitucional. Por lo tanto rogamos que, a "Quien" corresponda, que tome nota. El constitucionalismo está en juego.

Autor: Smith
Publicado el 2 de agosto de 2005

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