sábado, 20 de enero de 2018

España también tiene su bucle melancólico

El bucle del nacionalismo es infinito y de actitudes felonas reincidentes.

Todo el mundo se acordará de una de las primeras y más famosas canciones de Julio Iglesias que se llamaba La vida sigue igual. Estos días nos viene a la memoria la célebre canción, puesto que, a pesar del inexorable paso de los años y de las décadas, España se muestra incapaz de solucionar dos problemas que lleva arrastrando desde hace ya más de un siglo. Uno es externo (Marruecos) y otro interno (Cataluña).


El problema de Marruecos se enquistó a comienzos del siglo pasado hasta que la combinación de dos factores hizo posible la solución de lo que entonces suponía una enorme sangría humana y económica para el país. De hecho, el reclutamiento continuo de mozos para atender las guerras de Marruecos era uno de los alicientes de los movimientos sindicales y políticos de corte izquierdista y separatista. Aun a riesgo de que nos llamen lo que ya sabemos que nos van a llamar, fue la combinación del acierto de un militar que ha querido devaluar un malísimo oficialete, Carlos Blanco Escolá, dedicado a falsificar la Historia, junto con la llegada en 1923 del “cirujano de hierro” que demandaban Joaquín Costa y otros intelectuales, lo que puso fin al gravísimo problema Marroquí que parecía tener minada la moral de los españoles.

El problema de Cataluña también es conocido de sobra por todo el mundo. A finales del siglo XIX se despertó un nacionalismo romántico, pero de corte peligrosamente expansionista, que terminó desembocando en los años 20 y 30 en un separatismo agitado desde las terminales de Acció Catalana, Estat Catalá y otros grupos que durante la II República convergieron en la Esquerra. Es a partir de aquí, cuando en 1931 se proclama el Estat Catalá y tras una alocución hitleriana de Maciá, tres ministros tienen que acudir desde Madrid para recordarle al mandamás catalanista que en España sólo cabe una República y que una cosa es tener Estatut y otra tener Estado. Pero fue en el verano de 1934, cuando con el talante democrático que caracteriza al partido rovirechiano, la Esquerra se sublevó contra el gobierno de la Lerroux, junto a socialistas y comunistas, para proclamar la independencia de Cataluña. Tras la derrota y posterior huida por el alcantarillado de Barcelona, los líderes secesionistas volvieron a la carga tras la amnistía que, en febrero de 1936, les fue concedida por el nefasto Frente Popular. Durante los escasos meses que duró el bananerismo frentepopulista la Generalitat volvió a la carga con más virulencia que en el periodo 1931-1934, con la clara intención de crear un Estado propio. Ahí están los escritos del siniestro Companys, que no dejan lugar para la duda. Lo que vino después (guerra civil y dictadura), con ser profundamente negativo para el desarrollo de las libertades democráticas nacionales, supuso en cambio un radical parón para el separatismo, puesto que el separatismo no tenía naturalmente cabida en el régimen franquista.

Estamos en el año 2005 y parece como si el tiempo no hubiera pasado. La dinastía alauita está empeñada en tocarnos las narices para sacarnos a cambio dinero. Moratinos parece convencido de que España tiene que dar dinero al hambriento Marruecos para que nadie salte las vallas. ¡Increíble! Nadie dude de que detrás de los asaltos a Ceuta y Melilla está la dictadura teocrática. Es una nueva Marcha Verde y un nuevo Perejil. La teocracia juega a lo que juega: a fastidiarnos lo que pueda para presionar al tancredete de turno que mande en Madrid y sacarle lo que pueda. Lo mismo pasa con el nuevo Estatut de Cataluña. ¿Acaso alguien es tan ingenuo de pensar que el problema catalán se resuelve con un nuevo Estatut? Nosotros, de desde luego que no, por lo que, lo mejor es dejar todo como estaba, ya que lo único que se consigue es dar más poder a los secesionistas. Secesionistas que también juegan, no sólo al desguace nacional, sino también a esquilmar las arcas estatales.

José Luis Rodríguez es un inútil. No lo decimos peyorativamente, sino con el pleno significado de la palabra. En él todo es diálogo y talante: es decir, ceder y ceder. Fíjense que para el iluminado lo más importante de la cuestión Marroquí es hacer todo en colaboración con la dictadura musulmana. El resultado es lo de menos. Si nos dan por el trasero, da igual, con tal de colaborar con el sátrapa de Rabbat. Moratinos, además, está encantado de secundar esta línea vergonzante y vergonzosa. En Cataluña sucede lo mismo. Aquí lo que menos importa es si Cataluña se configura o no como una nación. No, lo que importa es que la política fluctúa de acuerdo con los secesionistas (PSC, CiU, IU, ERC) y aislando al PP, como quedó firmado y rubricado en el Pacto del Tinell. La integridad territorial y la soberanía nacional no importa en ninguno de los dos casos. Lo único que importa es colaborar con sus enemigos declarados. ¿O es va a resultar ahora que Mohamed VI y Roviretxe son amigos nuestros? Pues va a ser que no, aunque a Zapatero le parezca que sí.

España vive su particular bucle melancólico. Arrastramos idénticos problemas que en 1921, 1923, 1931, 1934, 1936… la noria gira y gira… Musulmanes de África y secesionistas de Vascongadas y Cataluña siguen hurgando en la herida nacional. ¿Saben ustedes por qué? Pues porque al frente del Gobierno hay un personaje cuya figura, a lo largo de la Historia España sólo resiste la comparación del arzobispo Oppas y cuyo Gobierno es, además, el peor de los últimos 200 años: un presidente del Gobierno con nivel de alcalde comarcal y varios ministros/as que no servirían ni para dirigir una sociedad gastronómica. Luego se explican muchas cosas.

Autor: Smith
Publicado el 30 de septiembre de 2005

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comentarios moderados.