Las declaraciones políticas de los dirigentes del partido antimonárquico catalanista suelen fluctuar entre dos extremos: la bufonada y el maximalismo. Una cuerda muy peligrosa para el común de los mortales. Como último ejemplo de la bufonada -si es que para cuando esto salga publicado en Redliberal los etnonacionalistas no han hablado nuevamente por boca de alguno de sus, hasta hace poco, desconocidos ulemas (Carod, Puigcercós, Ridao, Lladó…)- tenemos la siguiente frase del inefable Carodetxe: “Zapatero es el primer presidente español no nacionalista”.
Al margen de la estupidez del falso aserto (Suárez, Calvo-Bustelo, González… nacionalistas? ¡Válganos Dios!), es curioso que para un ultranacionalista como Carodetxe, el ser nacionalista sea algo negativo. El sereno (la llave, recuerden…) no quiere que los demás sean lo que él es, no vaya a ser que frente al imperialismo expansionista catalán, surja algún sujeto medianamente cuerdo que deje las cosas en su sitio.
Bien. Como decimos, no todo es bufonada en ERC. También hay lugar para sus posiciones extremas. Y muy abundantes, por cierto. Si algo bueno tienen los nacionalistas catalanes del siglo XXI es que, a diferencia del pujolismo (aburguesado, pragmático y complaciente con el juancarlismo), estos esquerristas son claros; no engañan, lo cual, en estos tiempos del marketing político, es de agradecer. En las actuales negociaciones de ese gran tema que impide a todos los catalanes conciliar el sueño: ¿vivienda, trabajo, sanidad, educación…? ¡no!, el nuevo Estatuto. Esquerra pretende incluir la autodeterminación en su propuesta de preámbulo para el Estatuto. Según informa el diario ABC, Esquerra difiere en este punto con el PSC, que no puede ser tan rotundo en su loca, pero más lenta carrera secesionista. Asimismo, los esquerristas piden que no se limite el traspaso de competencias (como si quedaran muchas por asumir).
Ahora bien, lo que el constitucionalista de la calle se pregunta es si, cuando un partido político como el PSC aboga por la inclusión del término “nación” en el Estatuto, no está haciendo claramente el juego a quienes, como ERC y CiU, defienden la independencia de Cataluña del resto de España. Perdonen que empleemos esta comparación tan de estos días, pero si unos pirómanos (Carod, Mas) prenden fuego peligroso, la solución será acudir a sofocarlo echándole agua o sal (Rajoy), y no insuflarlo con un fuelle (Maragall) o quedarse quieto sin hacer nada (Piqué). Por eso nos es extraño que Carodetxe esté tan contento con un Presidente del Gobierno de España al que le da igual que España sea o no una nación y que, por ejemplo, no entiende absolutamente nada de lo que simboliza una bandera. El líder republicano independentista, que sí lo sabe, se frota las manos al comprobar que se abren las puertas hacia un proceso de autodeterminación que empieza a tornarse irreversible. De ahí sus continuos elogios a Zapatero: “una persona que intenta ver la realidad plural del Estado sin un punto de vista dogmático e inamovible”. Ahí es nada. Defender la unidad de España es dogmatismo e inmovilismo. Entonces, ¿podremos decir lo mismo de quienes defienden la unidad de Cataluña? Por cierto, al margen de Carodetxe, ¿alguien sabe lo que piensa de verdad el vallisoletano de todo este embrollo?
Autor: Smith
Publicado el 20 de julio e 2005
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