La progresiva implantación del liberalismo en la Europa del Siglo XIX fue fruto de una constante lucha contra el Antiguo Régimen. Este, desde la Edad Media, venía manteniendo una serie de privilegios en favor de determinados estamentos y regiones, perjudicando claramente a mayorías sociales desamparadas ante el statu quo postmedieval. Una de las instituciones típicas del Antiguo Régimen era la Monarquía, en cualquiera de sus variantes (integrista, autocrática, absolutista, imperial...). Los reyes ocupaban, indudablemente, el vértice de la sociedad estratificada del Antiguo Régimen.
La teoría política liberal es bastante clara cuando señala al indivduo como sujeto de unos derechos e intereses naturales, innatos y anteriores a la sociedad política. Tales derechos son irrenunciables y necesarios. Por ello, la política ha de velar por los intereses individuales, entre los que se encuentra, por ejemplo, la propiedad privada. En este sentido, cabría preguntarse si el liberalismo puede asumir sin mayores pegas la Monarquía como marco institucional perenne en el que la política ha de desenvolver sus actividades, dado que, si el individuo es sujeto de unos derechos e intereses innatos, lo lógico es que fuera éste quien eligiera a la cabeza rectora del Estado y no que le viniera dada porque sí.
Hay quienes, con bastante razón, atribuyen a la Corona un papel moderador de difícil sustanciación, pero que, al menos, podría abarcar aspectos como éstos:
- Defensa de la unidad de España en las ocasiones en que las instituciones autonómicas y los separatistas adopten posturas anticonstitucionales y secesionistas.
- Acercamiento entre Gobierno y oposición cuando las situaciones políticas sean importantes y no exista acuerdo entre ambas partes.
- Intervención en momentos de crisis del propio sistema democrático (23-F, por ejemplo).
- Acercamiento a países con los que el Gobierno no mantenga buenas relaciones... ... ...
En fin. La verdad es que hay todo un elenco de posibilidades para que la Monarquía juegue en España el papel que le corresponde según la misma Constitución.
Ahora bien. La Monarquía es, repetimos, un vestigo del Antiguo Régimen. No es democrática, sino hereditaria. No es elegida, sino impuesta. De tal guisa que, determinadas actitudes, meteduras de pata y empecinamientos de S. M., no pueden ser sancionados por ninguna institución, incluida el Parlamento... todo lo cual es bastante contrario a los principios liberales.
Por lo tanto, desde un punto de vista estrictamente liberal, consideramos que es más democrático un sistema político republicano. Por supuesto que, como ya dijimos en su día, el término "liberal" está abierto a muchas fórmulas, incluida la fórmula "monárquico-liberal", pero el régimen presidencialista republicano parece más adecuado al sistema político liberal digamos... químicamente más puro.
Autor: Smith
Publicado el 21 de agosto de 2005
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