viernes, 19 de enero de 2018

El naufragio del liberalismo español

Fusilamiento de Torrijos y sus 47 compañeros, mártires del liberalismo español.

Escribe hoy en ABC Ferrán Gallego, profesor de Historia Contemporánea de la Universidad Autónoma de Barcelona, una más que interesante reflexión acerca de lo que él considera que fue un auténtico naufragio del liberalismo español con la llegada de la democracia en 1978. El artículo se titula intencionadamente "Un redoble de conciencia".


A continuación extractamos del mismo, los dos párrafos que consideramos más relevantes:

"En la España de 1978 creímos que nos bastaba con disponer de una nación meramente jurídica que, además, trataba de alejarse de su propia definición para refugiarse en un acuerdo de circunstancias. Quizás nos aterraban los excesos de una introspección que había ensimismado el pensamiento regeneracionista y, más aún, la reclusión de la idea de España en un proyecto político que decidía quién era o dejaba de ser español".

El naufragio del liberalismo español -ese liberalismo que no se reduce a los liberales doctrinarios, sino a quienes han forjado, con distintas siglas, la moderna Europa- se produjo en el momento en que no pudo añadir al acuerdo constitucional una nacionalización de masas, basada en un sentimiento de pertenencia, en una familiaridad con la cultura compartida, en un principio elemental de solidaridad que precediera a la convivencia bajo el cielo protector de la Carta Magna. No quisimos comenzar por hacernos una idea de España y nos conformarnos con disponer de un esquema formal para encapsular sus instituciones. Creímos que la realidad iría fabricando la idea, y no ha sido así. Bien lo entendieron quienes construyeron naciones desde organismos autonómicos. Quienes han ido impugnando ese significado nacional sobre el que se construye cualquier edificio político duradero. Lo entendieron perfectamente los nacionalistas: su mismo nombre indica que empezaron por definirse por un sentido de comunidad que debían convertir en conciencia colectiva. Ningún analista puede creer que los nacionalistas iban a conformarse con disponer de un Estatuto y aceptarlo como fin de trayecto, como hicieron los constitucionalistas españoles con el texto de 1978".

No podemos por menos que aplaudir la inteligente reflexión de Ferrán Gallego. Aquí nos hemos pasado un lustro tras de otro creyéndonos los más modernos y progresistas del planeta. Todo valía con tal de ganar en derechos a las naciones más modernas del mundo y ceder todas las obligaciones que nos creíamos innecesarias. Entre éstas, el patriotismo. Vana ficción la del liberalismo apátrida. ¿Cómo se pensaba Adolfo Suárez que iba a prosperar una democracia liberal en España regalando anticipaciones de soberanía y recursos simbólicos gratuitos a las comunidades secesionistas, a la par que se insultaba nuestra memoria histórica? Han sido tantas y tantas las claudicaciones que ahora estamos todos que nos echamos las manos a la cabeza ante el dantesco panorama que nos atenaza.

Bien, ya estamos en el año 2005. Pasaron Suárez (1977), Calvo Sotelo (1981), González (1982) y Aznar (1996). Ahora nos toca lidiar con un personaje vacío, tancredil, sin ideas y mediocre como él solo. Y una de dos, o España se lanza por el camino patriótico-liberal o esta Historia terminará mal. Muy mal. A estas alturas, un redoble, un aldabonazo de conciencia, es la única salida que le queda a España si no queremos que el naufragio del liberalismo sea definitivo. Y conste que, pase lo que pase, habrá que esforzarse muchísimo para reconducir todo el desbarajuste nacional. Se ha regalado mucho, demasiado, a los nacionalistas y están crecidos porque gozan de infinidad de instrumentos para seguir ganando parcelas de Poder. Aunque sea a base de mentiras y ungüentos fracasados. Su propagandismo es muy fuerte y va a resultar costosísimo contrarrestarlo.

Autor: Smith
Publicado el 26 de septiembre de 2005

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