Mi personaje de ficción favorito, Perry Mason, del que tomé su nombre como ‘nick’ blogosférico, me enseñó muchas cosas de las que conservo impronta. Pero sobre todo, con él aprendí a desconfiar. Desconfiar te obliga a estar atento. En sus aventuras, él desconfiaba por sistema de toda coartada. A mayor solidez aparente de la misma, mayor empeño por su parte en la verificación. De esa forma, las que resultaban falsas (casi todas), siempre quedaban al descubierto gracias a su intuición, deducciones y pesquisas. Una coartada es el “argumento de inculpabilidad de un reo por hallarse en el momento del crimen en otro lugar”, aunque también “Pretexto, disculpa” (©DRAE). Para Perry eran simplemente mentiras y trampas.
El ministro de defensa, José Bono, es el campeón de las coartadas (pretextos, disculpas) de nuestro actual Gobierno (por supuesto no es el único, compiten con él desde ZP, a Pumpido, pasando por Rubalcaba, y también desde Santurce a Bilbao y Valle de Arán asociado). Pero Perry lo pillaría enseguida.
Su papel estelar en la “agresión” y posterior detención ilegal de dos militantes del PP de la manifestación anti-cierre de la comisión del 11-M, rebajada su peligrosidad posteriormente a simple “vociferante” callejero según la doctrina Pumpido, sería suficiente para comprobar la evolución artística de las coartadas de Bono según se desarrollan los acontecimientos. Según Perry, los culpables nunca andan del todo seguros de si funcionaran sus tretas, por ello tratan de perfeccionarlas y reforzarlas según aumenta el riesgo de que les descubran. Incluso antes de confesar, modificarán sus coartadas con nuevos pretextos que justifiquen la anterior. La coartada de la coartada. No parar de mentir, vamos.
En su intento personal por montar una coartada (por atrasado) que justificara la retirada de Irak durante sus conferencias USA, escenificó al ministro de Defensa que justifica no defenderse. Su “zalamería” y “bondad suprema”, catalizadas por su aparente “hiper-sinceridad” e “hiper-humildad” deben convencer a todos. Y si no funciona, subirá sueldos o regalará relojes. Acallar conciencias, “sobornar” testigos. Todo, menos “confesar”.
La última muestra, su gestión del affaire Afganistán, donde sus pretextos son notorios, pero la cobertura de la que goza le permite margen suficiente para seguir perfeccionando la disculpa. Para las representaciones escénicas de sus comparecencias públicas no descuida detalles y piezas de convicción subliminal importantes, como puede ser la toma compulsiva de café para dar la impresión de que donde hay café hay muchas ideas, diálogo y talante. Además, todo el mundo sabe que el asesino siempre es el mayordomo. Ni Harry Houdini, ni David Copperfield, lo superan despistando al personal.
En el caso Afganistán quedan muchas preguntas y gente por testificar. Ahora se retrasan las conclusiones de la comisión que investiga la tragedia. Luego pasará el testigo a ZP (otro que también retrasa coartadas), para seguir “perfeccionando”. De nuevo todo, menos “confesar”. Perry Mason podría enseñarles a Bono y a ZP muchas formas de “fabricar” coartadas “consistentes”. En su nombre, este otro Perry les recomienda otro tipo de profesionales, que ante la enorme demanda de coartadas necesarias por su parte, gustosos les relevarán de tan ingrata ocupación.
Autor: Perry
Publicado el 7 de septiembre de 2005
Autor: Perry
Publicado el 7 de septiembre de 2005
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comentarios moderados.