domingo, 14 de enero de 2018

Caridad


En las cosas necesarias, la unidad; en las dudosas, la libertad; y en todas, la caridad.” San Agustín

El primer mandamiento del decálogo que recibió Moisés, define el concepto cristiano de la caridad como el amor a Dios y al prójimo. Benedicto XVI afirma que caridad y verdad van juntas de la mano de forma indisociable y que no puede existir una sin la otra, si es que ambas han de ser auténticas. Luego afirma que en Cristo, coinciden verdad y caridad. Ergo, el amor Divino se trasmite y llega a los demás a través de nuestra caridad. Este esquema top-down (relación vertical), a mi juicio difiere en gran medida de la interpretación puramente social de la caridad, que los laicos prefieren llamar solidaridad (relación horizontal), aparte de su confusión habitual con la filantropía.


Siempre me digo que la verdad (Dios), si existe, por definición ha de ser única (único). Para el buscador de la verdad, el cristianismo predica las virtudes teologales como medio de llegar a ella. En efecto, puede tenerse fe en la existencia de la verdad, esperanza en poder alcanzarla y caridad para hacer que se manifieste.

Aunque las tres virtudes tienen que ver con lo emocional, sólo la caridad implica acción. Precisamente este rasgo es el que la hace más difícil de comprender y practicar. Las dos primeras requieren fidelidad y recuerdo permanente, la caridad requiere obras, pero las tres requieren esfuerzo. Sin este esfuerzo, sin sacrificio personal, sin que nos cueste, no hay caridad, pues falta la verdad. Si pensamos que existe la hermandad entre los hombres, podemos creer en la existencia de un padre común de todos ellos. Amor filial y fraternal.

Los que andan escasos de fe (o directamente no creen que exista una única verdad -Dios-) tienden a interpretar intelectualmente estos conceptos “irracionales” intentando enunciar la Ley Divina cual fórmula matemática. Objetivo “cosmológico” loable si se quiere, pero totalmente fuera de alcance para el hombre. Observaremos, calibraremos y hasta haremos un mapa del Big Bang, pero no nos acercaremos ni de lejos a su causa, a la verdad que hay detrás. Tengo para mí, que contando únicamente con nuestro intelecto “racional” no disponemos de herramientas suficientes para desentrañar tal misterio. Las cosas del espíritu no son mesurables con escalas físicas. Además, la caridad (el amor, la verdad) hay que sentirla, no sólo pensarla.

Para no convertir esta bitácora en una hoja parroquial, recordaré desde una escala más terrena el método investigador otorgado por Conan Doyle a Sherlock Holmes: “Una vez descartado lo imposible, lo que quede, por improbable que parezca, debe ser la verdad”. Siguiendo este método por eliminación (más a nuestro alcance), podemos determinar al menos, qué no es caridad.

Autor: Perry
Publicado el 2 de septiembre de 2005

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