Donde los socialistas pronuncian la palabra “diálogo”, debemos entender esta otra: “Desoyen”, que es el método utilizado casi siempre por quienes presumen de practicar el acuerdo y el talante (espantoso talante) para hacer lo que les sale de las narices, sin oír a nadie ni respetar normas o recomendaciones institucionales como la del CGPJ.
Todo vale para cargarse cualquier institución, en este caso el matrimonio, o anular tradiciones que sirvan para fortalecer a la familia, que es ese vínculo alrededor del cual gira estable, sin cabeceos, la vida de una nación seria. No interesa para nada la armonía familiar, la ideología del actual gobierno quiere sustituirla por papá-mamá Estado, o lo que quede de él, y convertirnos a todos en sus satélites. Eso sí, al matrimonio entre homosexuales se le concederá un extraordinario valor y si pudieran lo sacralizarían.
Ahora nos vienen los dialogantes (al revés te lo digo para que me entiendas) con este divorcio de al minuto en el que no será preciso alegar nada para romper el vínculo, bastará el simple capricho momentáneo de uno de los cónyuges y se dará por bueno el “ahí te quedas”. Ni me voy a por tabaco, ni me marcho a casa de mi madre. A la más nimia discusión, él o ella decidirá aplicarle al otro la ley ZP (Zabucar Parentela), ley, que como todo el mundo sabrá puesto que se encargarán de vendérnosla como algo muy “modelnito”, no contará ni con un periodo de separación de la pareja, ni con la intervención de psicólogos, ni con nada que suene a deseos de reconciliación.
Más bien será una especie de llamada a la estampida, a poder ser entre católicos, donde el período de reflexión ni siquiera alcanzará las 24 horas de una víspera electoral. De donde se deduce que para estos impresentables y productores de leyes sui géneris, que siempre obran bajo la consigna de cuanto más grotescas mejor, introducir una papeleta en la urna tiene más valor que la firma ante el Registro Civil.
En el fondo, lo que quieren estos provocadores y amantes del todo vale que ahora nos mandan (gobernar es algo bien distinto) es legalizar el concubinato, el amor a cata, como los melones, y el fomento a la industria de preservativos, porque en los ayuntamientos, donde acudirán esos matrimonios de vuelo raso y poco combustible, con cada certificado se facilitará una caja de condones. La caja incluirá la siguiente leyenda: “Contiene seis unidades, una vez agotadas ya estará usted en condición óptima para divorciarse”.
Sólo se me ocurren dos motivo para que en Expaña los divorcios vayan a ser más rápidos que en Las Vegas: 1. El deseo ferviente de destruir cualquier sacramento que aprecien los católicos. 2. Y una posible recaudación multimillonaria, porque si se producen tantos casamientos y descasamientos como todo hace pensar (habrá parejas que ni la Elisabeth Taylor o la Za Za Gabor), y ponen tasas equivalentes a la de un cartón de bingo, el Estado puede llegar a inflarse a ganar cuartos y encima no tendrá que adjudicar una parte para los premios como la línea o el propio bingo. Naturalmente, ello será así mientras la SGAE no pretenda un alto porcentaje a cuenta de la marcha nupcial o el diseño de los certificados que se entreguen. El punto dos es una estupidez, lo reconozco, pero el punto uno está más claro que el agua y es más real que la inmoralidad socialista, que ya es decir.
Artículo publicado el 23 de noviembre de 2004
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