sábado, 23 de diciembre de 2017

Socialismo, su renuncia es a cambio de...

Benegas, el teórico de los pactos con el PNV y muy influyente miembro de la ejecutiva del Partido Socialista Vasco-EE, en en año 2005

Si el socialismo se hubiera comportado en el País Vasco con ese espíritu ladino (astuto, sagaz, taimado) y medianamente intuitivo que algunos le adjudican, ahora lo tendría fácil para expulsar del Gobierno vasco a los nacionalistas. Los pasos a seguir, que deberían darse por la vía rápida, serían los siguientes: 1. Ilegalización del partido testaferro de ETA y subsiguiente remoción de sus diputados autonómicos. 2. Pacto de legislatura con el PP en el Parlamento vasco, puesto que las fuerzas resultantes lo permitirían, y... 3. A gobernar constitucionalmente durante los próximos cuatro años y quién sabe cuánto más.


El siguiente objetivo consistiría, por supuesto, en desmontar todo el andamiaje sectario-clientelar del nacionalismo, una labor que podría resumirse, a su vez, en determinadas actuaciones: 1. Abrir a la libertad informativa la radio y la televisión vascas, así como filtrar las consignas antidemocráticas (peneuvistas) de cualquier medio de prensa subvencionado y usar con criterio reconciliador la propaganda institucional. 2. Dejar que en las aulas entrase algo más que nacionalismo pestilente y enseñarle al pueblo vasco su verdadera historia, para lo que no sería ningún disparate, por ejemplo, el uso en determinados niveles educativos del libro de Jesús Láinz “Adios España” y otros de similar veracidad acreditada. 3. Darle a la policía autonómica la utilidad para la que fue creada, es decir, la lucha contra la delincuencia etarra o etarrófila. En pocos años se le suministraría tal cantidad de oxígeno a un territorio que ha permanecido ajeno desde siempre a la libertad real, que el nacional-separatismo sería recordado durante décadas como una pesadilla que jamás debió producirse.

¿Por qué no hace algo así el gobierno de Zapatero? Hay varias teorías y todas pasan por la mente de dos individuos omnímodos y odiadores: ZP y Polanco. El primero es un personaje que aparece como paradigma de quien siente un odio irracional basado en la desinformación histórica, un odio cuyo remedio no es fácil que se consiga ni siquiera en esas dos tardes milagrosas que todo lo arreglan. Es demasiado lo que le falta al sujeto en cuestión para aprender qué pasó de verdad durante la II República y la Guerra Civil, episodios que él y su sosia mediático desean rescatar a favor de parte para saciar sus rencores más encubiertos.

El segundo obedece al arquetipo del vengativo a ultranza, es decir, hasta la tumba e incluso más allá si fuese preciso, como ese personaje literario de Don Mendo cuyo genial autor, Pedro Muñoz Seca, fue asesinado en la matanza de Paracuellos por quien hoy es homenajeado a manos de la izquierda y la progresía. De poder hacerlo, el vengativo a como dé lugar no dudaría en criogenizar esencia de odio poco antes de su muerte física (la muerte moral se produjo hace muchos años) para ser vertida a la menor ocasión en los riachuelos de lo que quede de España. Polanco es un fulano que necesita vengarse de la nación cuyo extinto régimen lo enriqueció y seguramente humilló en sus años mozos. Sus inicios acaparadores se produjeron durante el franquismo, algo que quizá no se perdone, y acaso tuvo que besar más de un trasero para medrar lo suficiente o con la rapidez deseada. Es más que posible que nuestro hombre aún sienta avidez por someter a la mayor de las humillaciones colectivas, como es el desgaste y menoscabo de la patria, a esos franquistas residuales del “Una, grande y libre”. De modo que el odio de uno y otro, acunados ambos dos en un pasado que cualquier mente sensata desearía olvidar, les impide vislumbrar, o al menos descartar, una solución vasca en la que el aborrecido PP, al que consideran neofranquista y un partido a destruir, debería formar parte esencial de ella.

Ahora bien, como Zapatero y Polanco pretenden seguir rigiendo nuestras vidas y nuestras voluntades, acomodado cada uno de ellos en un lado del altar del poder (notoriedad-riqueza), probablemente le ofrezcan al PNV, a través de ese tipo manejable llamado López (la docilidad es el testimonio de su ascenso político), ese pacto que creen conveniente porque así el plan Ibarreche pasará a mejor vida y, lo que aún es mejor, ahondará al PP en la marginalidad y el temor creciente a las amenazas de los pistoleros. Sólo que el PNV, con o sin Ibarreche como lehendakari, hará como que acepta la propuesta zapatero-polanquista con tal de seguir gobernando y manteniendo al pueblo maniatado, sin que éste pueda hallar reposo para su alma; de ahí que a los chicos de Josu Jon no les importe, en apariencia, renunciar transitoriamente a su plan eusquérico-sabiniano. Que ya se sabe cuál es el fin último del nacionalismo vasco: la creación de la risueña y ubérrima Arcadia (léase tiranizada y empobrecida Albania) y ya se sabe, asimismo, que jamás renunciarán a ese plan. En tiempo de vacas flacas como las de ahora, el nacionalismo como mucho ralentiza sus instintos o los disimula, pero jamás apaga el motor y mucho menos manda el vehículo al desguace para sustituirlo por un todo terreno en el que quepa la democracia.

Una segunda opción que aseguraría han contemplado con algún interés los odiadadores de marras es reeditar en el País Vasco el gobierno Tripartito que existe en Cataluña. Se trataría de que los etarrófilos (PCTV) jugasen el papel de ERC (es la teoría de que el nacionalismo tibio se combate con nacionalismo radical, y que este último, cuando toca poder, se modera o se “agiorna”), los nazi-comunistas de Madrazo desempeñarían el rol de Iniciativa per Catalunya-Verds, y López remedaría el papel estelar de Maragall. Cuatro años con el PNV-EA y CiU en el banquillo político (de existir verdadera justicia debería ser el penal) de sus respectivos territorios podrían convertir a sus otrora abundantes clientes en cuerpos cadavéricos, magros de entusiasmo partidista y con una obsesión cada día más creciente por encontrar un nuevo amo.

Pero lo que ocurre es que aquí, en esta segunda opción de gobierno social-etarrófilo, ya no cuadran los números de diputados, porque en ese caso el PP de Vasconia debería jugar a la estatua de sal o a pedir la baja de larga duración por maternidad (el embarazo duraría cuatro años) para sus quince diputados. Visto desde la óptica de los populares, una cosa es mostrarse tibiamente crítico con las fechorías del gobierno socialista y otra bien distinta, medie o no Rajoy a la hora de adoptar el compromiso, es apoyar un Ejecutivo vasco que le dé continuidad al ibarrechismo disgregador. El PP vascongado se halla, pues, ante una buena encrucijada con dos caminos pedregosos que le conducen a estrellarse en sendos barrancos: El PNV o un nuevo tripartito PSE+etarrófilos. Los odiadores saben cuál es la situación desesperada del PP y de ahí que no sería de extrañar que intentasen lo más complicado e inmoral, si no ahora, en una próxima edición de la farsa electoral autonómica vasca.

¿Qué finalidad tiene un artículo tan especulativo como este? Señalarle al lector que simpatiza con el socialismo y al mismo tiempo ama a España (de los que creo que aún se encuentran a miles y alguno entra ocasionalmente en esta bitácora) que está votando o defendiendo a un partido que tiene en su mano la solución del País Vasco y probablemente no haga nada porque prefiere satisfacer el instinto de dos personajes a cual más...

Publicado el 20 de abril de 2005

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