Palacio de Rajoy o Raxoi, sede del Gobierno de Galicia y del Ayuntamiento de Santiago de Compostela |
Si bien me preocupa bastante, porque mis amigos gallegos no merecen el infortunio de pasar a ser gobernados por un remedo del nacionalsocialismo rampante que hoy desgobierna en Cataluña y en el conjunto de España (lo que muchos conocen como Gobierno central), en el caso de que el Partido Popular perdiese las autonómicas en Galicia probablemente sólo representaría un paréntesis, o si se quiere un punto y seguido, del gran progreso económico y razonable gestión que para la Comunidad gallega han supuesto las últimas tres o cuatro legislaturas dirigidas por el PP. Mejor dicho, por Fraga, un hombre tan eficaz como necesitado de pasar el testigo.
El CIS nos informa hoy, por segunda vez en pocos días, que el PP perderá la mayoría absoluta en Galicia, lo que equivaldrá a enviarlo directamente a la oposición. Si finalmente se cumpliera ese pronóstico, algo que extrañaría bastante viniendo la encuesta de un medio tan desacreditado (dicho sea de paso), a la mayoría de los gallegos no les quedaría otra opción que pasar cuatro años cabreándose a diario con las fechorías del bipartito que se pactase entre el PS de G-psoe, formación tan sectaria como torpe (con honrosas excepciones), y el BNG, formación tan torpe como sectaria (sin excepciones).
Sería algo similar a lo que contemplamos en su día en Baleares cuando pactaron el desastroso socialista Antich (valga la plétora del triple desastre) y un frente político (sobreabundado igualmente de astrosos y desastrosos) que logró arrejuntarse bajo la consigna de todos contra el PP, lo que a la postre vino a ser una especie de maricón el último a la hora de las corruptelas y el reparto de cargos de confianza. Con ese gobierno de la doble A, astrosos + desastrosos, la esplendorosa Comunidad balear pasó de encabezar el mayor crecimiento autonómico de toda España, situación que había mantenido durante años, a ser la última de la cola en creación de riqueza. Tal fue el resultado de aquella legislatura contubérnica entre los socialistas, los comunistas y seiscientas noventa y dos especies de nacionalistas locales, insulares y regionales.
La moraleja de este asunto es la siguiente (al menos en mi opinión): Cualquier territorio sometido a la depredación del nacionalismo, sea como partido principal de gobierno, sea como garrapata de los socialistas, llevará indefectiblemente al retroceso del bienestar. Será antes o después, pero el deterioro de la cosa pública acabará imponiéndose allá donde gobierne el nacionalismo. Es un hecho comprobado que todos los nacionalismos son de similar amoralidad, pero no todas las federaciones territoriales socialistas, a menudo asociados en el gobierno con los primeros, poseen el mismo grado de torpeza en su gestión. Unas son torpes y otras muy torpes. Unas son incompetentes y otras decididamente manirrotas. Unas llevan toda la vida frotándose las manos en espera del día que ocupen la poltrona, para no dejarla jamás, y otras, como en el caso gallego, ya la han ocupado hace un par de décadas y el resultado fue el mismo que en tantos gobiernos donde han mandado: Retroceso calamitoso envuelto en falso progresismo. La suerte es que entonces el pueblo gallego supo reaccionar con rapidez y esperemos que ahora, tras el supuesto paréntesis que el CIS nos anuncia, también tome nota de lo que significa depositar la confianza en el nacionalsocialismo.
Amigo gallego, vota con la mente y el bolsillo, sobre todo si eres más pobre que las ratas. Siempre hay algo que perder, especialmente tu libertad o la de tus hijos, porque nunca faltará un socialista o un nacionalista dispuestos a llevarse lo que tú poseas. Concluyo este artículo con la cita de un comentario genial, a cargo de Lord Hinkel (espero que sea el que todos conocemos), que aparece en la bitácora Bye Bye Spain: Revoluciones, lucha de clases y socialismo nunca han dejado allí donde han estado más que inflación, empobrecimiento, represión, totalitarismo y miseria. Dime un lugar que haya sido rojo y no haya acabado peor de lo que estaba antes. Y Marte no me vale.
Publicado el 10 de junio de 2005
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