Algunos de los que aún amamos a España, aunque nos acometa en los últimos meses una desesperanza atroz, todavía confiamos en que a Zapatero pueda llegarle algún día una de sus hijas, de vuelta del colegio, y le pregunte:
-Papá, ¿tú no quieres a España? -típico modo infantil de realizar la consulta, como si España fuese la tita Lola.
-¿Por qué dices eso, nenita?
-Es que Nacho me ha dicho que tú no quieres a España porque la estás rompiendo. Y me ha dado rabia y he llorado... porque yo sé que eso no es verdad.
-Claro que no es verdad, cielito. ¿Cómo no voy a querer yo a España si soy el que más manda en ella?
-Eso es lo que dice Nacho, que eres el que más manda pero que no sabes mandar. Y yo le he contestado que es un envidioso, que su papá no manda nada y tú sí.
No sé si existe un Nacho y si a la nena del Presidente le dicen estas cosas en el colegio, aunque no me extrañaría. Espero que Zapatero tenga que enfrentarse alguna vez a las preguntas de una de sus hijas y en ese punto comprenda el mal que está causando y el desaliento que origina. Un desaliento, ¡cómo será!, que deposita todas sus esperanzas en una ilusoria escena familiar.
Un desaliento que no confía en el partido que gobierna, ni en el propio Presidente o sus asesores. Un desaliento que induce a creer que Satanás ha decidido quedarse una temporada en España y le apetece recordar sus años mozos, allá por el 34. Un desaliento que sólo ve la mano del diablo en cuanta discordia se está sembrando entre nosotros y en cuanta ineficacia se utiliza para que el morbo y el espíritu cainita no amainen. ¡Vete, Satanás!
Publicado el 9 de enero de 2005
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