Si uno pone estas tres palabras en el Google: “PSOE deslealtad PP”, el buscador ofrece 4.080 resultados. El número es el mismo si se invierten los términos de la búsqueda, pero cambia el orden de las respuestas. ¿Qué demuestra esta anécdota del Google? Muy sencillo, demuestra que ambos partidos, PSOE y PP, le han arrojado al contrario la acusación de deslealtad, y además lo han hecho en numerosas ocasiones y por los motivos más dispares. Luego llamar desleal al partido de la oposición es casi tan corriente como llamarle facha a quien incomoda por sus opiniones. Pero todo tiene su medida, incluso en el frecuente juego acusatorio de la actividad política.
Cuando el cinismo en un partido se lleva a límites insospechados, como hace José Blanco desde su cargo en el PSOE, se cae de lleno en la doblez y el hazmerreír. La penúltima prueba de desvergüenza, basada en estamparle al contrario los defectos que son propios, la ha ofrecido el teórico número dos socialista al adjudicarle deslealtad al Partido Popular, aunque esta vez respecto a la Constitución española. Es como para desternillarse si no fuese tan ofensivo a la razón. Y encima no es la primera vez que lo dice, incluso otros izquierdistas de pro también han acusado de lo mismo a los populares, pero los momentos que vivimos me parecen tan graves e inestables que abrir un nuevo frente sobre la lealtad a la Constitución sólo servirá, me temo, para envalentonar todavía más a los separatistas, quienes no dejan de aprovechar para el logro de sus fines cualquier fisura entre los dos grandes partidos.
Muchos sabemos que el socialista Blanco no actúa por convicción al culpar al PP de deslealtad a la Constitución, ¡qué disparate!, en realidad lo hace a sabiendas de su falsedad y de su propia alianza con los desleales, si bien no puede dejar de comportarse así al llevar imbuido el espíritu doctrinario que ha mamado y cree útil. Un espíritu o ideología que da como lícito el hecho de reiterar una y otra vez eslóganes tan acusadores como tergiversados. Una ideología, como hemos visto a partir del 11-M, que no repara en medios con tal de llegar al poder y mantenerse.
Así, con la reiteración, la gente de izquierda se asegura que una parte del pueblo dé por ciertas las consignas y acaben por rendir sus frutos. El eslogan, el panfleto, la manifestación callejera que sigue a la pancarta, entre otras actividades sectarias, suelen surgir a partir de comentarios semejantes al de José Blanco. Todo es falsedad y disimulo, todo es hipocresía e iniciativa exaltada, como el acoso a las sedes del PP, pero todo cala en el votante, desgraciadamente cala y le lleva indignado a las urnas. Y ese voto, fruto de la indignación de quien asume las consignas, no olvidemos que tiene el mismo valor que el emitido por el sociólogo de más renombre.
De hecho, el socialismo que practica la gente como José Blanco se asemeja una enormidad al nacionalismo, caracterizado por la necesidad de contar con un enemigo bien definido al que atacar sin tregua ni compasión. Así se solivianta al ciudadano contra la derecha, así se le va infundiendo agresividad hacia ella. Cuando llegan las elecciones, muchos de los votos a favor del PSOE o del nacionalismo en realidad van cargados de rencor hacia el PP. Son votos a la contra, de venganza por lo mucho que se ha sufrido a lo largo de la legislatura, o eso creen. Son explosiones triunfantes de ira contenida. De poder hacerlo, más de uno de los votantes socialistas lanzaría una especie de grito de guerra en el momento de entregar el sobre con la candidatura escogida.
Faltan más de tres años para las siguientes elecciones. ¡Dios mío, toda una eternidad! Ningún día de esos tres años, que ojalá no se lleguen a cumplir en beneficio de España, dejaremos de oír las consignas de gente como José Blanco. Sus campañas duran 365 días de 24 horas. La última falsedad: “El PP no es leal a la Constitución española”. Y lo dice quien representa a un partido aliado con separatistas de todo pelaje. Y la gente lo cree. Y cuaja. Y luego vota.
Artículo publicado el 11 de enero de 2005
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