Cualquiera podría hacerse la siguiente pregunta: ¿Qué es lo que quiere la gente? La respuesta vendría siempre dada por maese Perogrullo: Seguridad personal para sí y sus familiares y prosperidad económica. O expresado en una sola palabra: Bienestar.
¿Qué es lo que facilitan los nacionalistas al pueblo? Aquí Perogrullo lo tendría más complicado en su respuesta, ya que abundan las dádivas envenenadas que el nacionalismo no cesa de ofrecerle al pueblo. He aquí un cuarteto de ellas:
-Odio. El nacionalismo inculca odio en el pueblo hacia todo lo español. Necesita hacerlo, no progresaría sin señalar a un enemigo. Si omitiese inculcar el odio a un rival, sobre el que fija todo el mal de este mundo, correría el riesgo de que el pueblo (que considera suyo, de su propiedad) acabase mirando hacia el lado de los que le mandan y quizá descubriera sus bajezas e inmoralidades, su aprovecharse del ciudadano para mantenerse en el poder.
-Mentiras. El nacionalismo, como condición imprescindible para inculcar el odio que antes se ha citado (base de su permanencia en el poder), precisa recurrir a la mentira sistemática o a la exageración. Por ejemplo, Madrid expolia a Cataluña o, afinando más, Espanya ens roba, frases que repiten a todas horas para que cale en la conciencia de sus votantes. Unos votantes que si llegaran a estar bien informados averiguarían que Madrid paga tanto o más que Cataluña. Pero no importa, las mentiras se reiteran una y otra vez y a la menor ocasión, puesto que lo que interesa es que el pueblo trague y acabe votándoles, ya que sólo ellos, los nacionalistas, están en condiciones de evitar que les roben lo que es suyo.
-Símbolos. El nacionalismo, con el fin de poder inculcar el odio (repitamos, base de su permanencia en el poder), apela al desprecio de los símbolos que un buen día decidió que le correspondían al enemigo; como es la bandera española, despreciada siempre aunque la Ley la exija y sustituida por la propia en toda circunstancia (hasta las cajas de galletas suelen ir envueltas por la senyera); la cultura popular, que fomenta y sacraliza unas actividades, como puedan ser los castells o el correfoc, mientras abomina de las corridas de toros. Y no lo hace por el sufrimiento del pobre animal que muere en la plaza, cuestión hasta cierto punto opinable, sino porque las corridas están señaladas como actividad enemiga.
-Instituciones. Determinadas instituciones de la Nación española, marcadas por el nacionalismo como perjudiciales para sus fines, han debido batirse en retirada, nunca mejor dicho, del territorio gobernado por ellos. Así, nos encontramos, por ejemplo, con el Ejército, definido por el nacionalismo como de ocupación, sin que se toleren sus desfiles aunque corresponda al tradicional del día de las Fuerzas Armadas, cuyo último acto conmemorativo en Barcelona tuvo que celebrarse poco menos que en la clandestinidad. O también con la Guardia Civil, que en Cataluña posee cada día menos competencias y a marchas forzadas se la sustituyó en numerosas comarcas catalanas por la Policía Autonómica.
Hoy, repasando la prensa, me he encontrado con una curiosa noticia que en buena medida ratifica mi impresión: El pueblo quiere bienestar y el nacionalismo mira para otro lado porque no podría ofrecerle odio. La noticia lleva el siguiente titular: Dos pueblos catalanes gobernados por nacionalistas piden más presencia de la Guardia Civil.
Está claro que la Benemérita es un símbolo de España que el nacionalismo no soporta. Le da igual su magnífica labor y su eficacia contrastada, o su espíritu de sacrificio y disciplina, no quiere que actúe para nada donde ellos poseen el poder. Se corre el riesgo de que alguno de sus agentes solamente hable español o se le ocurra decir que no entiende el catalán. ¡Qué horror! Además, a la Guardia Civil no la puede controlar como a los Mossos d'escuadra, ni hacerla intervenir al dictado. Pero el pueblo no opina lo mismo, evidentemente, porque el pueblo lo que desea es bienestar, que no haya inseguridad ni delincuencia y que los fanatismos se los queden esos políticos que inculcan el odio, sentimiento fundamental del nacionalismo, no lo olvidemos.
¿Alguna vez lo entenderá la mayoría del pueblo y despreciará como se merecen a ciertos políticos nacionalistas?
PD. Las citas al nacionalismo catalán son perfectamente extrapolables a cualquier nacionalismo.
Artículo publicado el 4 de diciembre de 2004
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