A las consignas socialistas, siempre carentes de contenido y destinadas tan solo a la propaganda, cabría atribuirles un viejo refrán: "Del dicho al hecho va mucho trecho" |
Muchos lamentamos la absoluta falta de democracia en el País Vasco. También resulta de lo más triste la libertad descremada, cercana al 0% de materia grasa, que se da en Cataluña. Aun así, son territorios ricos cuyos políticos ofrecen a sus habitantes, mediante la seguridad económica, el atontamiento suficiente como para que no adviertan que ambas regiones quedaron al margen de la transición política del 78. Quienes habitan una y otra región ignoran el inmenso grado de bienestar que produce ser independiente a título individual o el hecho de no verse asaltado a todas horas, de arriba abajo (desde la presidencia autonómica hacia el ciudadano), en busca de la necesidad angustiosa de ser una nación y hablar en una lengua determinada. En el aspecto de la imposición idiomática he leído hoy en Bye Bye Spain un artículo que hace referencia a Las Oficinas de Garantías Lingüísticas, impulsadas por el Tripartito. Tras la lectura, mi primer pensamiento vendría reflejado más o menos por esta frase: ¡Esto es fascismo puro!
Al respecto, me apetece escribir la siguiente cita lapidaria: Donde no existe la alternancia política, la democracia se muestra maniatada o a buen recaudo. En Cataluña se han sucedido los mismos perros nacionalistas con distintos collares. Y en Vascongadas, aún peor, ni siquiera se ha producido un lavado de cara al régimen que asaltó el poder en las primeras elecciones. Y lo que es más, no parece que en los próximos años vaya a ventilarse en ninguna de las dos comunidades el olor a cloaca nacionalista. Luego hablamos de territorios al margen de la democracia e invariablemente en manos de coaliciones radicales y liberticidas. Sobre ellas decía Emilio Castelar: Las coaliciones son muy pujantes para derribar, pero siempre son impotentes para crear. Castelar se equivocaba. Las coaliciones han creado situaciones especialmente tiránicas, lo que no deja de ser una creación, perniciosa pero creación.
Hay una tercera región (enorme, rica, querida y malhadada) que tampoco ha vivido la alternancia política. Se trata de Andalucía, sometida década tras década al socialismo empobrecedor y alienante. Hoy leo en ABC que en España más de dos millones de trabajadores se desplazaron a otra provincia para conseguir un contrato laboral. La noticia tiene más de una interpretación si analizamos varios de los datos que ofrece, pero a mí me ha sorprendido especialmente uno: Andalucía, con nada menos que el 20% del total, es quien aún envía fuera de su territorio a ingentes cantidades de trabajadores.
La conclusión a la que llego después de relacionar ambos artículos, Bye Bye Spain-ABC, es que el socialismo no tiene nada que envidiarle al nacionalismo a la hora de pervertir la libertad. La perversión puede ejercerse dando muy bien de comer a la población (come pero no pienses) o puede obrarse expulsando a los paisanos a la contingencia laboral. Cuando son más de 400.000 las expulsiones en un solo año, como han practicado los socialistas andaluces que gobiernan el territorio, estamos hablando de una enorme inmoralidad política que el pueblo debería conocer a fondo y castigar en las urnas. Pero desgraciadamente una parte del pueblo andaluz no advierte la impunidad de sus nefastos gobernantes; de hecho, Canal Sur se encarga de atontarles en este caso y de resaltar modernizaciones que son los mismos pájaros volando de siempre, de toda la vida. Finalizo con una cita de alguien cuyo nombre no recuerdo en absoluto pero que me viene al pelo: El socialismo es el arte de servirse de los hombres haciéndoles creer que se les sirve a ellos. Del nacionalismo ya ni hablemos.
Artículo publicado el 21 de febrero de 2005
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