Karl Rove apuesta por la “polarización”.
Karl Rove, el gran estratega de Bush en las campañas electorales del 2000 y 2004, saltó a la fama en la prensa internacional el año pasado gracias la contundente, a la par que complicada, victoria del Partido Republicano. Recordemos que meses antes de celebrarse los comicios, y con un importante fallo de cálculo de la Administración Bush sobre la duración de la posguerra en Irak, el Partido Demócrata parecía el más firme candidato al triunfo electoral estadounidense.
Pese a todo, gracias a su genial instinto, Rove aconsejó a Bush que hiciera dos cosas que al mandatario nada le agradaban: viajar a lo largo y ancho de los EEUU y dar todos los discursos electorales posibles. Pretendía Rove con ello que el líder republicano llegara personalmente a cuantos más sitios mejor y entusiasmar al máximo número de ciudadanos. La “polarización” de la figura de Bush era a los ojos de Rove una baza irrenunciable. De esta guisa, Bush se fajó en los meses anteriores a los comicios recorriendo el país norteamericano de cabo a rabo. Además, el Presidente pasó más días de los inicialmente previstos en Florida, donde su hermano Jeb estaba siendo acorralado por la oposición demócrata. Aunque los “genios” de otras latitudes no otorguen la importancia debida a estas cuestiones de "honor" y "familia", lo cierto es que de cara al electorado medio de cualquier nación que se tenga un poco estima, no se pueden despreciar ni mucho menos. En este sentido, nos viene a la cabeza el interés que despertaba siempre en José María Aznar la atención a las víctimas del terrorismo en general, y a las de su partido político, en especial, y en honor a los cuales solía pasar varias veces por el País Vasco a lo largo de la campaña electoral.
Acertada fue asimismo la clara apuesta de Bush por los valores conservadores: seguridad, antiterrorismo, religión, familia, libertad económica, difusión mundial de la democracia… todo ello sin olvidar la campaña paralela -y también intensa- en pro de la prosperidad económica y la expansión comercial estadounidense. Pero fue sobre todo la firme determinación de Bush tanto en la lucha contra Al-Qaeda y como en la postguerra iraquí lo que caló en la América profunda dispuesta a plantar cara hasta el final al terrorismo internacional. En el otro extremo, más que palmario fue el fracaso de Shrum y los clintonistas, que pensaban que se podían ganar unas elecciones exponiendo tan sólo asuntos económicos e internos y estando respaldado por unos editoriales favorables y un documental de Michel Moore, cuando lo que estaba en juego eran la seguridad y el futuro de la nación. Y conste que ésto ya lo habían visto los demócratas del Truth and Trust Team, que aconsejaron a Kerry, sin éxito, que disputara a Bush el liderazgo en la posguerra de Irak, criticando determinadas actuaciones de la Administración Bush, pero no las líneas maestras con las que, a pesar de los vaivenes de Kerry y de las tonterías que decía Kerriensky, los votantes demócratas se identificaban.
La estrategia de Karl Rove triunfó no sólo porque era la adecuada, sino porque el asesor de Bush, portador de una astucia e inteligencia al alcance de muy pocos, supo desplegar los activos republicanos de la mejor manera posible. Como premio, Rove se ha convertido en el jefe adjunto de gabinete de la Casa Blanca y tendrá a su cargo la coordinación de los consejos de Seguridad, Economía e Interior.
Los “estrategas” populares apuestan por la “tranquilidad”.
Nada más anunciar su retirada José María Aznar, el Partido Popular español inició exactamente el camino opuesto al del Partido Republicano. Gabriel Elorriaga, autor de frases célebres como las que siguen: “en estas elecciones, la cuestión no está en quién va a ganar, que está claro que será el PP, si no quién va a gobernar” ó “el nivel de la campaña no tiene un nivel más elevado que en el año 2000. Es tranquila”, a pesar de disponer de los laureles del Poder, inició una estrategia consistente en esperar que el partido socialista fuera cometiendo errores del tipo del anuncio de Rodríguez de nombrar a José Bono ministrable, en vez de llevar la iniciativa que le correspondía. Elorriaga criticó con razón el eslogan ZP porque “idolatraba” a Zapatero de Polanco, pero, gracias a su asesoramiento, por poco no nos enteramos de quién era el “líder” popular. Tanto discursito en círculos empresariales, cámaras de comercio, foros de ABC, que el pobre Mariano pasó sin pena ni gloria para la mayor parte del electorado, especialmente el enorme espectro que normalmente permanece alejado de las cuestiones políticas.
Por su parte, Pedro Arriola, el “asesor inefable”, y marido de la populista centroizquierdista Celia Villalobos, viene apostando igualmente por “moderar” el discurso de Rajoy y se muestra poco partidario de que identifiquen al líder popular con posiciones radicales (?). En esta línea, y en la de su mujer, tan partidaria del aborto desde hace tiempo, Arriola parece que ha sido el responsable de la propuesta de suprimir la referencia al humanismo cristiano de los estatutos del PP, cosa que, sin entrar a valorar, demuestra que lo de “centrarse” lo ha tomado en serio el actual equipo de asesores populares. No es extraño que Ángel Acebes, una de las cabezas visibles del núcleo aznarista, no esté nada cercano a este asesor tan bien pagado, por cierto.
En cuanto a José Piqué, a éste le sucede en cierta medida lo mismo que a CiU. La coalición nacionalista se empeña en ir a retortero de las propuestas independentistas de la Esquerra, como Piqué se empeña en llevar al PP hacia el sector sociológico de CiU. Ambas estrategias han fracasado y fracasarán, por mucho que se empeñen en seguir por ese camino. Entre la copia (catalanismo del PP y nacionalismo de CiU) y el original (nacionalismo de CiU e independentismo de ERC respectivamente), el votante siempre preferirá el original. El catalanista tenderá a votar CiU y no al PP, y el nacionalista votará cada día más a ERC, en vez de CiU. No hay vuelta de hoja. También puede pasar alguna catástrofe -que se hunda todo el Barrio del Carmelo por ejemplo- y que las cosas cambien, pero esto ya es otra historia. José Piqué debería echar un vistazo a los resultados electorales de Alejo Vidal-Cuadras. El enorme éxito de éste radicó en mantener sus principios españolistas y constitucionalistas por encima de todo.
Sólo desde la firme convicción de unas ideas y la proposición de propagación de las mismas, puede garantizarse el éxito electoral. En caso contrario, lo único que se provoca es la desorientación del electorado y de las bases del partido. Cuando las ideas son las adecuadas, rinden culto a la modernidad y a la eficacia, a la libertad y a la transparencia, nunca ha de tenerse miedo en difundirlas. De haber seguido el PP con la línea iniciada por Alejo Vidal Cuadras, por cierto, similar a la del difunto Gregorio Ordóñez, tan cercano a los donostiarras como firme en la defensa de las libertades, la crítica situación que atraviesa actualmente el PP de Cataluña, no sería tal.
A Mariano Rajoy le quedan tres años para volver a intentar ser Presidente del Gobierno de España. Dos son las opciones que tiene: seguir como hasta ahora, a la defensiva, o tomar nota de Karl Rove y endurecer la oposición defendiendo los principios liberal conservadores hasta las últimas consecuencias. Ustedes mismos.
Autor: Smith
Publicado el 22 de febrero de 2005
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