lunes, 4 de diciembre de 2017

La defensa de la libertad se llama España


No creo en absoluto que en España haya más gente partidaria de ZP y los nacionalistas que de la libertad y el sentido común. El Gobierno socialista (no debo escribir español, no se lo merece) y sus aprovechados socios representan la obstinación y la insensatez, donde abundan las medidas arbitrarias a favor de una parte de la población y el desprecio o el maltrato para el resto. Entre ellos, socialistas e independentistas (incluidos los comunistas y ecologistas fanatizados y ansiosos de poder), se ha establecido una especie de pacto de no agresión mientras se ocupan de liquidar todo lo bueno y decente que en España hemos tenido, incluido ese maravilloso idioma que comunica a más 400 millones de personas y que ha dado buena parte de la literatura universal.

Sí, son dos ideologías conchabadas en espera de exterminar las tradiciones de nuestra patria, como puedan ser el cristianismo o la libre empresa, para acto seguido enfrentarse a dentelladas entre ellos y disputarse el escamocho, que son las sobras de cuanto ha quedado tras un festín orgiástico -en este caso neorrevolucionario- y comúnmente destinadas a los perros de presa. Son dos tendencias totalitarias llegadas al poder a golpe de conjura y adoctrinamiento de la población, entre la que han creado sendas élites de teóricos que defienden sus respectivas posturas, mientras asestan cuchilladas a la derecha, al patriotismo español y a la libertad, todo ello sin dejar de afilarse las uñas para despedazar al siguiente adversario, al que ahora se encuentra asociado simbióticamente.

El socialismo está convencido de ser muy mayoritario respecto al independentismo y que una vez abatido el Partido Popular, a poder ser fragmentándolo o disminuyéndolo hasta convertirlo en testimonial como sucedió con la UCD, nada le impedirá cambiar de objetivo e ir a por los nacionalistas. No deberíamos creer que ZP es tan iluso como para dejar vivos y campantes a los de la periferia díscola, Polanco no le dejaría, simplemente se reviste con la piel del cordero. Así ocurrió en los prolegómenos de la Guerra Civil y durante la misma, cuando el Frente Popular, cuya estructura ahora se reedita, acogió en su seno a socialistas, comunistas, republicanos de izquierda, anarquistas, nacionalistas y poumistas (POUM, comunistas no estalinistas) con la intención de arrinconar a la derecha tradicional o al partido centrista de Lerroux, al que previamente eliminaron, desacreditándole, tal cual sucedió con la coalición de Suárez o como se pretende hacer con la gente de Rajoy. Lo que significa, por desgracia, que si el pueblo español no reacciona a tiempo y castiga en las urnas como se merecen a los neofrentistas, veremos luchar entre sí al ala “nazi” y al ala “socio” del actual Frente Popular. 

Tiemble la tierra ante la salvaje batalla de dos ideologías omnímodas que usan los mismos métodos extremistas, con idénticos eslóganes cuyas consignas comienzan siempre por llamar asesino al rival y repetirlo una y otra vez para que el pueblo lo crea. Si fuese cierto que el socialismo es tan mayoritario como ellos mismos se piensan, los nacionalistas harían bien en replegar velas y en expulsar de sus filas a los que se declaran abiertamente independentistas y antiespañoles. Si de verdad existe algún fundamento para creer que CiU (también el PNV y BNG) no será un nuevo POUM camino del patíbulo o la checa, que Pujol, ese político sectario como nadie y como nadie amante de su obra en Cataluña (que no de Cataluña), comience a dar la voz de alarma, destituya a Mas, un tipo gris y de ideas tan enrevesadas como fogosas, y se dedique a pensar seriamente de qué modo se le puede dar cancha al Partido Popular en Cataluña para que le arrebate al PSC una parte sustancial de votos, la única opción que les queda a los de CiU para ganar las próximas autonómicas y no ser digeridos por esa bestia carroñera que dirige ERC, quien en el peor de los casos se declarará socialista de toda la vida, pasándose al PSC con armas y bagajes, en cuanto compruebe que en España ha triunfado finalmente el proyecto PRI-PSOE y sólo le ha quedado la opción del transfugismo para mantenerse en el machito. 

Sin embargo, podría ocurrir que el nacionalismo no hiciese nada para evitar la supremacía del socialismo al considerarse más que capacitado para frenarlo y escapar de él. Por dos razones: 1. Porque el nacionalismo supone con no poca soberbia que en su territorio lo diferencial tiene mucho más sentido y razón de ser, cuestión que equivale a deducir que numerosos dirigentes nacionalistas se han creído sus propias patrañas. 2. Porque el nacionalismo presume que cuando los populares hayan sido domesticados o extinguidos, preferentemente lo segundo, se habrá consumado ya el soltar amarras a través de esos referendos que ZP, con el talante tramposo que le caracteriza, habrá consentido con una sonrisa en los labios. Lo que ocurre es que el socialismo nació inoculado de insidia y si su conveniencia de hoy es autorizar plebiscitos para crear naciones tibiamente asociadas a España, como podrían ser los casos de Cataluña y el País Vasco, no dudará en autorizarlos. Pero en el momento en que posea el control férreo del poder tampoco dudará en cambiar las leyes, anularlas o, simplemente, instalar desaladoras.

¿Qué puede ocurrirles a los nacionalistas si el PP mengua más de la cuenta o desaparece, mientras que el PSOE-Prisa ultima su gran sueño de convertirse en un PRI a la mejicana (conservando lo justito la democracia para que la Unión Europea no nos eche), y en esa coyuntura el País Vasco y Cataluña se encuentran distantemente asociados y se creen a salvo? Muy sencillo, que les instalen desaladoras como se ha dicho y les desalen la asociación con España y les filtren los estatutos mediante ósmosis inversa (nunca mejor dicho lo de inversa). Porque España es un bocado tan valioso y apetecible que ni siquiera el socialismo zapateril, muy sectario pero no tan torpe como quiere hacernos creer, dejará que se escapen dos buenas tajadas. El socialismo es esencialmente tramposo y  juega a dar caramelos para luego quitarlos. Aún es posible recordar un mitin de ZP prometiendo para Murcia todo el agua que hiciese falta y si te visto no me acuerdo, lo mismo que hizo en Valencia. Como tramposo es el nacionalismo que toma los caramelos y confía en conservarlos al tener como objetivo salir corriendo y que no le cojan. Mientras tanto, unos y otros, socialistas y nacionalistas, nos están amargando la vida (cuando no quitándola) a los que sencillamente nos consideramos españoles, queremos seguir en libertad y comiendo a diario, si puede ser con algún que otro desayuno que no se nos indigeste al leer la prensa. Puesto que tanto el socialismo como el nacionalismo empobrecen a la sociedad y atenazan sus libertades.

La solución a tanto plan maquiavélico y escandaloso de unos y otros se encuentra en España, en los españoles con sentido común. Cuanto mayores sean las posibilidades de que nuestra libertad sea caricaturizada a manos social-nacionalistas, más España necesitamos. Porque la idea de España, su unidad, sus tradiciones milenarias, su idioma común, su Constitución... representan un gran freno a los totalitarios y conculcadores de la Ley. Luego a favor de España debemos ir, a poder ser en un bloque único, todos aquellos que no se consideren integrados en el Frente Popular, que somos los liberales de las más variadas tendencias y la derecha tradicional, representada hoy por el Partido Popular, principal enemigo a batir para los disgregadores. Ya tendremos ocasión, una vez que se haya frenado la marea frentepopulista y liberticida, de pedir menos Estado y más iniciativa privada, de considerar el individualismo como una opción ideal. Pero un ser humano, con independencia del grado de patriotismo que posea, debe fijarse unas prioridades para sí y para los suyos, por este orden: Libertad, seguridad y prosperidad. Y hoy por hoy, esas preferencias no parecen alcanzables en una España fragmentada o tiránica. De donde se deduce que la defensa de la libertad se llama España.

Dedicado a Manel GAK y a las horas extras

Artículo publicado el 18 de diciembre de 2004

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