Incompatibilidad. (De in y compatibilidad).
1. f. Repugnancia que tiene una cosa para unirse con otra, o de dos o más personas entre sí.
2. f. Impedimento o tacha legal para ejercer una función determinada, o para ejercer dos o más cargos a la vez.
Incompetencia. 1. f. Falta de competencia o de jurisdicción.
Real Academia Española ©.
Como es sabido, existen determinadas profesiones que, por su propia naturaleza, son incompatibles con el ejercicio de la actividad política. En este sentido, el “mercado” de la política ha de velar por la limpieza y el rigor a la hora de elegir a los representantes y custodios de la soberanía popular. Libertad y transparencia son incompatibles, por ejemplo, con presentar en una lista electoral municipales a un constructor o agente inmobiliario por muy eficiente que sean a la hora de gestionar los recursos de un ayuntamiento. Primero, porque a buen seguro que existen otras personas capacitadas para el ejercicio del mismo cargo; y segundo, porque en el mundo de la política, además de ser “bueno”, hay que parecerlo.
Viene todo esto a colación del nombramiento de Alto Comisionado de Apoyo para las Víctimas del Terrorismo, el ínclito Gregorio Peces-Barba. Pues bien, a nosotros no se nos ocurriría cosa más disparatada que nombrar como “Alto Comisionado” –fijémonos lo desacertado hasta en la nomenclatura, que huele a anticuada- para las víctimas del terrorismo a un antiguo abogado defensor de un terrorista de ETA. Si lo pensamos bien, esto es bastante chusco. No se trata de valorar positiva o negativamente que este señor defendiera en su día a un asesino terrorista. Tampoco vamos a entrar en si el terrorismo estuvo o no justificado durante el régimen anterior ni si cualquier ser humano, por muy vil que sea, tiene o no derecho a ser defendido por un abogado. No, no es ésta la cuestión. El meollo de toda esta cuestión no es otro que en un tema tan delicado como el de las víctimas del terrorismo, en un tema en el que ha corrido tanta sangre por toda nuestra geografía, en un tema que afecta a lo más sagrado del ser humano, como es el derecho a vivir, no se entiende, ni se comprende, ni se justifica que no se haya encontrado ninguna otra persona más adecuada para el rimbombante cargo que un antiguo abogado defensor de un terrorista.
A partir de ahí, el sectarismo del “Alto Comisionado”, tan dado al mundo del socialismo cristiano, el despotismo ilustrado y otros mundos más opacos, la verdad, aunque lacerantes, ya se nos presentan como asuntos secundarios. Si un empresario no puede ser sindicalista; ni un extranjero presidente de Gobierno de otro país; ni un rey puede ser republicano…¿puede ser nombrado Alto Comisionado para las Víctimas del Terrorismo un antiguo abogado de un terrorista? De verdad, ¿no hay nadie más adecuado para el susodicho cargo?
Luego viene la incompetencia del personaje. El Alto Comisionado no se dignó a acudir a la manifestación de las víctimas del terrorismo porque, creyéndose por encima del bien y del mal, no se quiso rebajar a una cosa tan vulgar como una manifestación popular. Más tarde, queriendo corregir su injustificable incomparecencia, el Alto Comisionado, señaló que acudiría a una manifestación cuando hubiera muertos, que no heridos. Y por último, terminando de estropear el desastroso cuadro que estaba pintando ha terminado declarando que va a llamar “a unos y a otros”, a las víctimas de ETA y a las del 11-M, como si fueran cosa distinta.
Autor: Smith
Publicado el 26 de enero de 2005
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