jueves, 14 de diciembre de 2017

Idioma "propio", ¿llegarán a arrepentirse?


Que en España existan otros idiomas además del castellano es algo como para sentirnos orgullosos siempre que esos idiomas no se usen como herramientas destinadas a inculcar espíritu nacionalista, que en realidad es lo que sucede desde hace muchos años. No obstante, desde un punto de vista liberal debería ser el mercado o, lo que es lo mismo, el ciudadano quien decidiera libremente sobre la supervivencia o hegemonía de uno u otro idioma. Y ello es así hasta el punto de que la extinción del catalán, el vasco o el propio castellano, aun cuando fuese un hecho lamentable, no debería suponer que nos rasgásemos las vestiduras, pues significaría que la gente habría escogido otra lengua para comunicarse, que es el fin último, por no decir único, que nos mueve a hablar de un modo u otro. Pero ojo, hablo de escoger libremente, no de que los políticos le escojan a uno el idioma, circunstancia en la que se aprecian intereses bastardos que nada tienen que ver con la libre elección del ciudadano.


En mi caso, por la época y por la zona (Barcelona) en la que asistí al Instituto de enseñanza media, escogí el francés como idioma extranjero por ser mucho más asequible para quien hablaba catalán y castellano. Esto está chupao -me dije- y así me podré dedicar a las matemáticas, que es lo que de verdad me cuesta un egg y quizá profesionalmente voy a necesitar más. Qué gran error cometí. Fueron pasando los años, el francés que apenas llegué a hablar no me sirvió de nada, salvo en alguna visita a Perpiñán a finales del franquismo, y cuando vine a darme cuenta tenía una edad en la que aprender inglés resultaba poco menos que imposible. La mente se cierra de tal modo al alcanzar la madurez que aprender un idioma nuevo se convierte en una labor inútil, al menos para mí. Con el inglés lo he intentado más de una docena de veces y ha sido siempre un calvario que me ha obligado a abandonar al poco tiempo.

Aquí, en Red Liberal, muchos de los blogers (supongo que se escribe así) insertan artículos en inglés o ponen enlaces que nos llevan a determinadas páginas en ese idioma. ¡Cuánto siento quedarme a dos velas! Pero ellos lo hacen con la mayor naturalidad, porque afortunadamente hoy en España mucha gente habla y lee inglés, que es la lengua franca de nuestro tiempo como en su día lo fue el latín. Una lengua franca que por lo que respecta a España sigue siendo el castellano, aunque no sé por cuánto tiempo, puesto que el analfabetismo (se entiende que escrito) en el idioma común y en determinadas comunidades avanza a toda máquina y desmiente a quienes aseguran que los catalanes y vascos dominan perfectamente su lengua propia y además el castellano. 

Desde hace días circulan dos noticias en la prensa  que me hacen pensar en la torpeza (¿?) de los políticos regionales que respaldan unas medidas tan poco prácticas, sea dicho con cierto eufemismo para que no se molesten los lectores más moderados de Batiburrillo; sí, esos que últimamente no escatiman sus críticas (y bien que hacen). Todo mueve a pensar que es la educación de los ciudadanos la que se decide en el caso de los políticos nacionalistas, pero no una educación desde el punto de vista de la formación a la que los niños y jóvenes tienen derecho, sino de la educación destinada a seleccionar adictos a las patrias de diseño, que es ese nuevo concepto de nación basada en la expansión a todos los niveles de la mal denominada lengua propia, algo que supone, al mismo tiempo, la eliminación de la lengua común. 

Creo que esta forma de actuar de los políticos nacionalistas respecto al idioma acabará reportándoles a largo plazo, además de la antipatía del resto de los españoles (lo del cava de las navidades pasadas no ha sido más que una pequeña anécdota), un empobrecimiento gradual no sólo de la cultura, sino de la economía. Incluso en el supuesto de que esos territorios llegaran a independizarse, algo que no descarto visto el derrotero que en la actualidad lleva nuestra patria, no tendrían más remedio que escoger un idioma de comunicación para entenderse con sus mejores clientes. Si para entonces, independencia de por medio, los españoles siguiéramos siendo sus mejores clientes, los políticos catalanes y vascos deberían refrescarles a sus ciudadanos el idioma castellano, salvo que no les importase comerse sus producciones con tal de mantener "pura" la  nueva nación. Si por el contrario fuese otros, por ejemplo Francia o Alemania, quienes se hubieran convertido en los principales compradores de esos nuevos estados surgidos del diseño diferencial, serían el francés o el alemán los idiomas que deberían impartirse contra reloj. Aunque también es probable que alguno de esos nuevos estados decidiera vivir en inglés, algo que podría servirles como pasaporte lingüístico a lo largo y ancho de este mundo y algo que, paradójicamente, podría llegar a arrinconar al vasco o al catalán, según el caso. Claro que entonces ya no hablaríamos del enemigo español.

La gente no tiene ni un pelo de tonta. Cuando en un territorio hay verdadera libertad para elegir idioma, el ciudadano se apunta al que le resulta más práctico con independencia de ese sentimiento que nadie sabe explicar y que algunos denominan algo así como voluntad de ser, que es una voluntad nada compatible con el deseo de prosperar o, al menos, con el de no empobrecerse haciéndole el juego a quienes probablemente nunca les faltará de nada y son los que imponen el idioma. En fin, que el encierro de profesores en Bilbao y lo que alguien denomina la Gestapo Lingüística son dos pasos más de esa imposición, a mi juicio inmoral, que no ayudan precisamente a que se extienda el sentido común sobre el asunto que nos ocupa. ¡Qué pena de país!

Publicado el 6 de marzo de 2005

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comentarios moderados.