Luis Ignacio Parada ha denunciado hoy en el diario ABC que en la reunión mantenida ayer entre el Presidente del Gobierno y el líder de ERC, Carod, éste último le transmitió el “clamor unánime” en el que, al parecer, se debate Cataluña a colación de las denominadas “balanzas fiscales”. Nótese –“clamor unánime”- cómo los ulemas nacionalistas confunden una parte de la sociedad con el conjunto de la población. Aunque Parada no es precisamente uno de nuestros columnistas preferidos del antaño diario conservador, lo cierto es que hoy acierta plenamente al situar la vieja historia de la “balanza fiscal” que reclaman los nacionalistas catalanes, en el marco de lo que siempre fue: “entelequia, fábula, mito, falsedad, quimera”.
La verdad es que el cuento del “balanceo fiscal”, es decir, el saldo de lo que una comunidad autónoma aporta y recibe del Estado con su saldo positivo o negativo, es, como dice Parada, “pura entelequia que el Gobierno no puede aceptar”. En este sentido, no se pueden “territorializar” los ingresos que el Estado percibe a través del Impuesto sobre la Renta, porque: 1) ese impuesto recae sobre las personas y no sobre las comunidades. 2) Porque se escala en función de los ingresos y rentas de los individuos. 3) Porque “dar a ese impuesto un carácter territorial para que una comunidad pueda reivindicar derechos es tanto como aceptar que el Estado tiene que pagar a la autonomía un royalty, un peaje, una regalía, un vasallaje”.
Pero vayamos un poco más lejos porque, en los actuales tiempos de tancredismo y disolvencia, conviene aclarar ideas y conceptos que a otros les resbalan. Si Carod quiere “balancear”, que empiece cuando quiera, pero pasando primero, como debe hacerse, por el pago de la “deuda histórica” que arrastra Cataluña con el resto del "opresor" Estado español.
Veamos cómo, en 1639, el Conde-Duque de Olivares se quejaba del rostro de hormigón armado que tenían ya por entonces los catalanes, que recuperaban las plazas arrebatadas por Francia gracias a unas tropas castellanas, aragonesas y valencianas a las que no se molestaban en ayudar lo más mínimo. Porque aquí, de lo que se ha tratado siempre, es de escaquearse de aportar, contribuir, tributar, pagar, ayudar, cooperar, solidarizarse… Y no le demos más vueltas, que siempre han amasado los mismos y por los mismos motivos.
En 1635 Francia declaraba la guerra a la Monarquía Hispánica invadiendo El Rosellón, perteneciente entonces al Principado Catalán y ocupando la importante plaza de Salces. Para recuperarla, Felipe IV movilizó numerosas tropas castellanas que debían penetrar en Cataluña y ser auxiliadas por los naturales del País. A pesar de acudir a recuperar los territorios de la Corona invadidos, tanto los Consellers de Barcelona como gran parte de la población opusieron toda clase de trabas a las tropas del Rey, negándose a las ayudas que otros Reinos hispanos ofrecían pese a no ser éstos beneficiarios directos del esfuerzo bélico que realizaba el Rey.
En una carta que el primer ministro de Felipe IV, Conde Duque de Olivares, dirigía el 7 de octubre de 1639 al Virrey de Cataluña, Conde de Santa Coloma, el valido se quejaba en los siguientes términos:
“Sr. Mío, que en Castilla, Aragón y Valencia se tomen los forrajes sin pagarlos y los lleben los dueños hasta el agua para socorro de Cataluña y que el Principado por si mismo no lo haga, ni se le haga hazer, mal que les pesse, será bueno, mas no conozco yo a quien se lo parezca; Créame V. S. Que en el estado de las cossas es menester hacerles andar a otro passo, porque toda España enteramente clama y le rresobra la razón”.
Autor: Smith
Publicado el 27 de febrero de 2005
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